Le tomaron la medida a un instrumento de control cuya independencia de criterio y contundencia en sus decisiones son necesarias, en grado superlativo, para darle certeza y credibilidad a las elecciones. Hubo una mayoría que votó para que se cancelaran los procesos que condenaban la conducta de las concesionarias. El argumento consistió en que habían desaparecido las transgresiones al corregirse el comportamiento anómalo, es decir al cesar en su actitud de hacer las cosas como les vino en gana. Un criterio sui géneris adoptado por la mayoría de los integrantes del Instituto Federal Electoral que dio lugar a que se decretara el sobreseimiento de la causa. No había materia para seguir con el procedimiento, según decidieron. No se manifestaron acerca de las violaciones atribuidas a las empresas, por que al reponerse la falta no era necesario entrar a estudiar el fondo del asunto y, en su caso, a decidir si eran o no sancionables. Es decir, a juicio de la mayoría de los integrantes del IFE el quehacer indebido había cesado, ergo, ya no había nada que hacer.
Ni Salomón hubiera emitido un mejor veredicto; sí, sí, aquel Rey de Judá e Israel, hijo de David y Betsabé, que resolvió cortar en dos partes a un niño que era reclamado por dos mujeres que argumentaban, cada una, ser la madre del pequeño. Es obvio que no había llegado la era del ADN para saber cuál era la madre biológica del menor; se tenía que resolver el asunto con sano criterio, revisando las posibilidades que estaban al alcance del juzgador, quizá dejándose llevar sólo por su intuición. Ahí estaban las dos mujeres que reclamaban la maternidad. ¿Cuál era sincera y cuál no? El rey tenía fama de justo e imparcial, pero además poseía, lo que es raro aún en estos tiempos, una sabiduría y un toque excepcional que le daba una infinita prudencia, que reflejaba en cada uno de sus fallos. Acérquense, les dijo a las implorantes, no teman, se le dará a cada quien lo que merece. Estaban en la plaza pública, asistiendo el pueblo a la señera ceremonia. Luego, acomodándose la corona, ordenó a un ayudante que cogiendo del tobillo al recién nacido sacara su espada y lo dividiera en dos.
Un grito de horror sacudió a la audiencia, cuando el inocente tomado por el guardia imperial con la mano izquierda mientras con la diestra blandía su alfanje y estaba a punto de cumplir su encargo. Una de las mujeres llorando cayó de rodillas pidiendo entregaran al niño a la otra mujer. El Rey ordenó parar la ejecución, entregando a ésta el infante, mientras a la otra, que había permanecido impertérrita, mandó le dieran una tanda de merecidos azotes. Así los integrantes del IFE decidieron que las irregularidades atribuibles a las televisoras desaparecieran. No hubo formación de paquetes, ni interrupción de programas, ni transmisión simultánea, ni cortinillas y si las hubo quedaron subsanadas de manera retroactiva al aceptar las empresas en adelante no hacer lo que estaban haciendo. La interrupción, decía una cortinilla, provenía de una orden del IFE, en clara advertencia de que si se estaba molestando al público, la televisora se veía obligada a hacerlo.
Obvio que, en esta vez, quienes deberían recibir azotes serían los consejeros, pues si bien se puso en práctica una disimulada praxis de desobediencia, debió existir una negociación en la cual prevaleció el borrón y cuenta nueva. Lo que pone al descubierto, qué puede esperarse en el futuro del Instituto, si a alguno de los poderes fácticos decide presionar. No hay honor o quizá sí, depende de que la conducta adoptada por los funcionarios del IFE al ignorar la rebeldía de las empresas haya considerado que era un asunto de menor cuantía, que no merecía el gasto de pólvora en infiernitos. Aparentemente asustados ante la opinión pública que los ha venido flagelando en estos días, los consejeros vuelven a la carga. En tanto, la empresa pretende se desconozca la legitimación de los abogados del Instituto, éstos denuncian que las televisoras, durante la transmisión de futbol de los días 7 y 8 de febrero, no pusieron en las pantallas las pautas de propaganda política. El representante legal de TV Azteca, alega que este litigio debe declararse improcedente, al igual que se hizo con el anterior sobreseyéndose la causa. En fin, veremos si esto no termina como el proverbial parto de los montes.
El Parto de los Montes.-fig. "Cualquier cosa fútil o ridícula que sucede o sobreviene cuando se esperaba o se anunciaba una grande o de consideración" pag. 1537. Diccionario de la Lengua Española, vigésima primera edición, Real Academia Española. Madrid, 1992.