No, no me gustó ni tantito la forma en que los reporteros dieron la noticia de que Javier Aguirre "El Vasco", había agredido a un jugador panameño sin razón aparente, excepto que ha resentido que la dirección técnica que ejerce sobre la selección mexicana hasta el momento ha ido de fracaso en fracaso en el torneo la Copa de Oro. Lo que se ha dicho es que perdió la cabeza, la razón, la brújula, que Javier enloqueció. En la radio cronistas especializados aclararon que en efecto hubo la agresión con la circunstancia de que no fue una patada sino un atorón a los que solemos llamar zancadilla. Los que asistimos al partido, vía una pantalla de televisión, apreciamos que El Vasco, en los linderos de la cancha, levanta la pierna derecha a la altura de la cintura del jugador panameño Ricardo Phillips ¿con qué propósito? No se alcanza a ver con claridad la expresión del rostro. Pero la patada o zancadilla sí que se alcanzó a ver. ¿Pero a qué obedeció? pensemos que a la desesperación. Después pidió perdón, pero la patada ya la había dado y lo único que podía desaparecerla era que no se hubiera dado.
Quizá estaba pensando que había que hacer algo que distrajera a la afición de la poca calidad futbolística que estaban demostrando sus muchachos. El escándalo desatado a raíz de la patada opacaría el resultado o a lo mejor, por que las cosas no le estaban saliendo bien a su equipo, era desquitar su coraje contra el que en ese momento le pasó más cerca. No se olvide que es mucho el dinero que se le paga. Es mucho lo que perciben las federaciones de ese torneo. Los estadios lucen pletóricos de hinchas. Se hace especial llamado a los sentimientos patrioteros de las naciones que concursan. Tal parece que se jugara el honor de las repúblicas, que en las piernas de los once jugadores se hallara en disputa la virtud y el mérito de un pueblo.
A la par que se patea el balón pareciera que se jugara la supremacía de los asistentes sobre los demás. El destacar en actividades creativas en que se ponga en juego la inteligencia no parece que convenga a los empresarios. ¿Qué resulta de esto? Que le demos más importancia a un torneo de futbol que a las manifestaciones artísticas que retratan el alma de un pueblo, nos pinta de cuerpo entero. No acusemos al Vasco de lo que sucedió pues es una reacción que todos llevamos dentro. Somos un pueblo de la patada.
Mejor preguntemos qué nos depara el destino, cuáles son las expectativas para el futuro. En el ámbito deportivo no esperemos mucho, pues parece que para jugar futbol se requiere inteligencia, más aún que un par de zapatos con tacos. En el curso de los últimos cincuenta años la disculpa era: "estamos aprendiendo", y desde entonces seguimos haciéndolo sin que nunca podamos acabar de lograrlo. Los equipos de futbol , al igual que en la política somos producto de lo que nos hemos ido ganando con el transcurso de los días, en que no hemos podido sacudirnos la modorra de que lo hagan otros; somos conformistas, protestamos una vez y otra para no llegar a ningún lado, pues hacen de nosotros lo que quieren. En épocas distantes aguantamos autoridades que se esmeraban en demostrar que teníamos que esperar a que transcurriera el periodo para el que fueron elegidos sin que tuviéramos la capacidad de mandarlos a su casa cuando, desde un principio, se veía que no tenían ni la más remota idea de lo que se requería para gobernar. Aunque a lo mejor hubiera salido peor el remedio que la enfermedad. Ahora ansiamos volver al pasado sin que nadie nos garantice que las cosas irán mejor, aplicando la vieja ley del péndulo.
Todo fluye y refluye, sube y baja, crece y decrece, va y viene de acuerdo con esta ley cósmica. El que tenga o haya gozado de un reloj de pared se habrá extasiado al ver cómo el péndulo colgante va de un lado a otro; ahora está aquí, pero en un instante está al otro extremo, para luego volver a hacer lo mismo, una y otra vez. Lo que priva es la perspectiva, es cuestión de esperar para que se produzca el fenómeno. Esperar y desesperación, pesimismo u optimismo, pasión y dolor, triunfo y fracaso son los dos extremos del movimiento pendular. Existe en este país cuando hace que surjan vencedores que a la siguiente vez son derrotados. En efecto, tan pronto subieron con alegría desbordante, cantando victoria, como los hemos visto en el otro lado del movimiento pendular, deprimidos, pesimistas, angustiados, desesperados ¿y por qué no?, humillados.
Esta ley es falible, tratándose de futbol. El péndulo se mantiene en un lado sin hacer el paseo deslizándose hacia el otro extremo. Es un negocio que manejan grandes personajes, que mueven el péndulo como mejor les acomoda, pues manejan las dos orillas. El pueblo está subido en la parte baja del cuerpo oscilante, que lo mueve a su antojo, haciéndole creer que ellos lo mueven. El día que dejemos de ser marionetas sabremos que podremos detener la tracción, impidiendo que siga la farsa.