EDITORIAL Columnas Editorial Caricatura editorial Enríquez

‘Sospechosismo’

Diálogo

Yamil Darwich

Debo empezar escribiéndole que la palabra “sospechosismo” no existe en el Diccionario de la Lengua; es un barbarismo inventado por un ex secretario de Estado.

Se refiere a una de las grandes áreas de oportunidad que tenemos los mexicanos: generar confianza.

La desconfianza, se ha enseñoreado en cada una de nuestras acciones; sea vida familiar, social y hasta laboral.

Quizá, debiéramos decir que el individualismo es parte de nosotros, igual la poca empatía para buscar el bien común, moviéndonos al beneficio egoísta y evadir la responsabilidad de promover mayor calidad de vida.

La mentira, como argumento, no es extraña en usos y costumbres; mentir se ha hecho práctica frecuente, algunas veces mal justificada como “mentirijillas blancas”, otras, francamente utilizándolas como recurso para cubrir nuestros yerros. Veamos ejemplos:

La deseducación empieza en la vida familiar, cuando aprendemos o enseñamos a mentir; siendo mayores, continuamos con la costumbre: “diles que no estoy”, ante nuestra negativa de atender un llamado telefónico o al visitante inoportuno; así, el niño hace lo mandado y de paso ensaya falsear. “Sí hijo, mañana vamos”, o “la semana que entra, te lo prometo”, sin cumplir en ninguno de los casos, son respuestas comunes, o … ¿ usted no las ha escuchado?

En el medio social sucede lo mismo: “¡qué gusto verte!”, “no te preocupes”, o las disculpas, mintiendo desde luego, de los porqués llegue tarde a la cita u olvidé el compromiso adquirido.

La deseducación, incluye la vida laboral: “para mañana está listo”, “no se preocupe” y “sin falta”, frases trilladas que en la mayoría de las veces carecen de propósito y veracidad.

La escuela no queda fuera: “el maestro no vino porque está enfermo” justificándole la resaca, o “quien cumpla, recibirá un premio”, son compromisos que no siempre se cumplen. En el medio universitario enseñamos a mentir a los jóvenes al aplicar mercadotecnia fraudulenta o sabemos que el “profe” no puede reprobar a zutano porque tiene “palancas” o es líder negativo; peor aún: tal y cual jugador no son estudiantes, pero nos representan ya que “son muy buenos”, de paso quitando oportunidades a los verdaderos.

Los políticos conocen de la mentira y algunos la utilizan como herramienta; las costumbres llegan a definir aberraciones tales como “promesa de candidato” o “compromiso de fin de sexenio”. Ellos mienten porque están inmersos en un ambiente fallo en verdad y por desconocer, por no haberlo aprendido y menos practicado, la disciplina de cumplir los compromisos adquiridos.

Así, ¿cómo no enfermarnos de “sospechosismo”?

Ahora comprenderá la inseguridad que tenemos y la desconfianza que vivimos en todos los medios: los padres recelan de los hijos y éstos no creen en las promesas recibidas; el trabajador desconfía del patrón y él busca asegurarse que no le engañen o roben; los alumnos utilizan la creatividad para mentir o engañar, con tal de aprobar. Seguramente usted recuerda las técnicas para hacer “acordeones”; o … ¿no?

La desconfianza cuesta dinero, tiempo y disminuye los buenos resultados; es un sobreprecio, que encarece los productos.

La inseguridad en lo que nos informan los medios, nos hace especular y hasta crear hipótesis propias. Le recuerdo el caso del accidente aéreo en que perdieron la vida funcionarios públicos, que de paso lesionó y quitó la vida a transeúntes inocentes.

Tanto es así, que en México, como en ninguna parte del mundo, debemos aprender diferentes lenguajes y con ellos, a veces, no confirmamos la concordancia entre lo dicho verbalmente y lo manifestado corporalmente. Otras ocasiones, las declaraciones requieren de sesudas interpretaciones, cuando por desconfianza no creemos lo informado. La misma neurolingüística, es aplicada para descartar si el interlocutor dice verdad y algunos extranjeros se confunden con nuestras formas de negociar y proponer plazos.

Imagine un ambiente social en el que pudiéramos tener la certeza de verdad; Francis Fukuyama, en su libro “Confianza”, hace un recuento de los beneficios al tenerla; en resumen, anota el dinero que cuesta cuidarse de la mentira y la relación directa entre la riqueza de los países del “primer mundo” y la confiabilidad en personas e instituciones, contra la pobreza de otros, como el nuestro.

La mala costumbre de mentir ha llegado al extremo de ser reconocida como habilidad “especial”. Recuerdo la anécdota contada por el Dr. Jorge Caballero, sobre el compañero de trabajo que utilizaba su imaginación para narrar historias inverosímiles a sus compañeros de viaje, haciéndoles más corto y grato el recorrido.

–“¡Pero eso es mentira!”, le reprochó Jorge a Panchito, luego de una narración de aventuras increíbles, recibiendo como respuesta:

–“Bueno: ¿qué quieres?, ¿que te diga verdades o que te haga agradable el viaje?”, Así, lo malo lo trasformamos en bueno y damos justificación al acto.

Buen tema para reflexionar y, de quedar motivado, empezar a cambiar nosotros e invitar a hacerlo a los cercanos. [email protected]

Leer más de EDITORIAL

Escrito en:

Comentar esta noticia -

Noticias relacionadas

Siglo Plus

+ Más leídas de EDITORIAL

LECTURAS ANTERIORES

Fotografías más vistas

Videos más vistos semana

Clasificados

ID: 396696

YouTube Facebook Twitter Instagram TikTok

elsiglo.mx