La lucha se avizora furibunda, con frenéticos arrebatos. En los dos frentes se está rumorando a sotto voce, es decir, sin que se manifieste abiertamente, que cualquiera de los dos candidatos, que sea electo presidente, más temprano que tarde, abandonará la Casa Blanca, dicho en lenguaje popular, con los pies por delante. Es natural que un hombre de 71 años de edad, que en la quietud de su hogar debería dedicarse a escribir sus memorias, pueda no soportar un tren de agitada vida que le espera sentado en la silla presidencial dada su avanzada edad, debiendo en su lugar, dicen, dedicarse a jugar con sus bisnietos o a caminar apaciblemente en un campo de golf. Hacen mención a Franklin Delano Roosevelt (1882-1945) que fue reelegido por cuarta ocasión a los 62 años de edad para ocupar el cargo por otros cuatro años, periodo que no terminó al morir dentro del año siguiente. De niño enfermó de poliomielitis por lo que se movía en silla de ruedas. Cabe señalar que las expectativas de vida eran menores que ahora.
Las presiones en la sala oval deben de ser tremendas en una nación que para mantener su status ha abierto profundas heridas en varias naciones del mundo, que por las noches no dejan pegar los ojos. En otro orden de cosas el recuerdo de Abraham Lincoln (1809-1865), que abolió la esclavitud en 1859, asesinado después de la victoria del Norte en la guerra de secesión, por un sectario, no se borra. Acababa de ser reelegido presidente. Un fanático, que estaba en contra de desaparecer el yugo de los negros, llegó al balcón desde donde asistía el presidente a una representación teatral, disparándole en la cabeza. Nadie estaría muy seguro de que el episodio no pudiera repetirse. Los del gorro cónico, de bata blanca hasta los tobillos, anchas mangas, que les gusta encenderle fuego a dos maderos en cruz, esperarán el resultado para saber a qué atenerse.
Aquí entre nosotros se acabó la figura de los vicepresidentes, primero porque eran figuras decorativas y luego por que amenazaban de alguna forma la tranquilidad del presidente en turno, por lo que desapareció del horizonte político mexicano. Allá abrió fuego, por decirlo de alguna manera, la rival de quien fue escogido como candidato por el Partido Demócrata, de nombre Hillary, proponiéndose como segunda de a bordo. No es que sea uno mal pensado, pero no debemos ignorar que si sucede una desgracia, Dios no lo quiera, el que funja como segundo ascendería ipso facto al primer lugar. De ahí que se ha abierto una encarnizada pelea subterránea que no se sabe cómo terminará, tanto en uno como en otro lado. Si no mal recuerdo John McCain le ofreció a Condoleezza Rice, secretaria de Estado en el Gabinete de George W. Bush tomarla en cuenta, a lo que tajantemente ella dijo no, deslindándose del ofrecimiento. Al parecer se dio por enterada que la querían por su color, para contrarrestar al otro, y no por su capacidad política. Lo que demuestra que la sensibilidad de los políticos anda a flor de piel.
Las cosas pueden cambiar por lo que no se descarta una sorpresa. Los Clinton,
Hillary y William, son conocedores de la política trayéndola impregnada hasta en el tuétano, por lo que no se debe dudar que tengan amigos influyentes en el Partido Demócrata que hagan que Obama se resuelva a tenerla como compañera de fórmula. Por lo pronto le repiten que 18 millones de votos podrían ser aportados por los simpatizantes de la dama, mismos que están rumiando en su desconsuelo no votar y que, de llegar hacerlo, lo harían a favor de John McCain del Partido Republicano. El obstáculo hasta ahora parece ser los dardos envenenados que le lanzó la senadora tachando a Barack de falta de experiencia, lo cual no es nada extraño que se diga durante una campaña política. Eso y más suele decirse en estos casos, lo que no debe ser obstáculo, dicen los que saben, para que se decida a escogerla si lo que pretende es ganar. Las palabras en campaña se las lleva el viento, lo que importa es que el próximo 4 de noviembre la urnas estén rellenas de votos a su favor. En fin, si Obama lo que trata es de formar un equipo de ensueño, los dioses del destino se lo están poniendo en charola de plata.