Cada día resulta más dramático observar cómo la realidad supera a la ficción en cuanto al clima de inseguridad que vive México.
Ya no existen los imposibles ni tampoco límites a las acciones de la delincuencia organizada. En las últimas semanas hemos visto granadas que matan a ciudadanos, personas decapitadas, cadáveres disueltos en ácidos, entre otras calamidades.
A medida que aumenta el número y la saña de los crímenes, asaltos y secuestros, la población evade la atención y termina por inmunizarse ante esta terrible realidad.
El pasado fin de semana en la violenta ciudad de Tijuana se capturó a uno de los capos más buscados por las autoridades de México y Estados Unidos. Eduardo Arellano Félix, el último de los hermanos del conocido clan que se mantenía prófugo, fue capturado en un exitoso operativo coordinado por el Ejército Mexicano. Por su cabeza la DEA ofrecía cinco millones de dólares.
Eduardo era médico de profesión y una especie de mentor de sus cinco hermanos. Asumió la dirección del Cártel Arellano Félix, junto a su hermana Enedina, tras la detención de Francisco Javier “El Tigrillo”, ocurrida en agosto de 2006 en aguas del Pacífico, quien a su vez tomó el mando luego de la muerte de Ramón en 2002 y de la detención de Benjamín, actualmente preso en el penal de La Palma.
La captura de Eduardo ha sido calificada como un golpe muy importante en contra del narcotráfico, pero quedan en el aire varias preguntas en torno a este suceso.
“El Doctor” fue detenido en su casa del fraccionamiento Misiones del Pedregal de Tijuana, una colonia de nivel medio alto y de fácil acceso. Eduardo vivía con su hija de once años y contra lo que todos pensarían no tenía una escolta numerosa, al menos en ese momento, ni tampoco un escondite o un pasaje secreto por donde escapar.
Arellano Félix se enfrentó solo a balazos con el Ejército y los agentes federales durante más de una hora y finalmente se rindió cuando se dio cuenta que no tenía escapatoria.
La clave del éxito en el operativo fue bloquear las entradas a Tijuana y una gran área de la ciudad lo que evitó un contraataque por parte de los sicarios del Cártel Arellano.
Horas después de la acción, la agencia norteamericana DEA se colgó la medalla al revelar que ellos dieron la ubicación de “El Doctor” al Gobierno mexicano. Entre las interrogantes, destacan las siguientes: ¿Cómo es posible que Eduardo viviera en una zona céntrica y accesible durante varios años sin haber sido detectado? ¿Cómo encara un hombre al Ejército por una hora y sale ileso? ¿Por qué la información de su ubicación surge del extranjero y no de las autoridades mexicanas? ¿Es realmente Eduardo el detenido quien se observa avejentado y con poco parecido a sus hermanos? Posterior al sonado arresto se registró una cadena de crímenes que se suman a la ola de violencia que impera en Baja California y en la frontera norte de México. De la última semana de septiembre a la fecha fueron asesinadas más de 150 personas en Tijuana. La lucha contra el narcotráfico se observa firme y a la vez sangrienta en México, aunque muy poco ayuda la postura nacionalista que todavía asumen algunas autoridades al culpar a la demanda yanqui de drogas por este problema. Los narcos mexicanos se aliaron con los colombianos en los ochenta para surtir la cocaína que antes cruzaba por el Caribe o por aire y desde entonces el Gobierno no ha logrado romper esa asociación que tanta violencia y sufrimiento ha traído a México. Es cierto que por vez primera se observa un combate frontal y con todos los recursos del Estado mexicano en contra de los cárteles al estilo de la estrategia seguida en Colombia por el presidente Álvaro Uribe.
Los resultados son todavía inciertos, pero la mayoría de los mexicanos aprueba esta estrategia con la esperanza de que el país sea limpiado de tan perniciosa plaga. Envía tus comentarios a [email protected]