
Vicente Alfonso estará en Torreón este jueves, para presentar El Síndrome de Esquilo.
Vicente Alfonso presentará este jueves su nuevo libro de cuentos en la Casa del Cerro
TORREÓN, COAH.- No hay forma de que el desierto y Torreón queden fuera de los cuentos de Vicente Alfonso, aún cuando a veces sus historias ocurren lejos. El Síndrome de Esquilo es buena muestra de ello, porque el lector lagunero encontrará en sus páginas gran parte de su identidad combinada con un poco de tragedia griega.
“En mis cuentos, como en Torreón, la gente come gorditas, lleva sapos cornudos en los bolsillos. El cielo llora tierra varias veces al año. Hay más cantinas que semáforos”, dice el escritor torreonense que presentará su nuevo material este jueves en la Casa del Cerro.
Bajo el título El Síndrome de Esquilo, los escritores laguneros Jaime Muñoz Vargas y Saúl Rosales realizarán los comentarios del libro en punto de las 8:30 de la noche.
“Me gusta el nombre -apunta el autor- porque si bien es cierto que tal síndrome no existe, hay un juego múltiple en la frase. Por un lado tenemos la historia de Esquilo, el dramaturgo griego: en sus tragedias el sufrimiento de los personajes suele ser originado por un momento de decisión que empuja a los protagonistas a la desgracia... al dramaturgo, un oráculo le anunció que moriría aplastado por una casa. Para librarse de esa muerte decidió vivir fuera de la ciudad. Allí, un águila soltó en pleno vuelo un caparazón de tortuga contra la calva del escritor, y lo mató al instante”.
Y es que la muerte es un recurrente en la obra de este joven autor, como en Partitura Para Mujer Muerta, la novela con la que ganó el Premio Nacional de Literatura Policiaca hace apenas unos meses.
Precisamente, dice que escribió El Síndrome de Esquilo a partir de la muerte de Ricardo Lozano, uno de los miembros del taller literario de Saúl Rosales, al que solía asistir: “Ricardo estaba convencido de que era la reencarnación de Esquilo. Quizá había leído demasiado a los griegos. Sé que Rosales también escribió un cuento titulado Nadie Regresa, que siempre he leído como un homenaje póstumo a la afición de Ricardo por la tragedia griega”.
Agrega Vicente Alfonso que “la otra parte del juego con la frase ‘Síndrome de Esquilo’, es que en Brasil se aplica el complexo de esquilo a quienes todo guardan y no se deciden a deshacerse de nada. ‘Esquilo’ en portugués quiere decir ardilla. Y las ardillas acumulan un gran número de semillas en previsión del Invierno y suele ocurrirles que no recuerdan dónde las escondieron. Me gusta pensar que los periodistas y los escritores también salimos a las calles a recolectar historias, datos, voces de todo tipo”.
Porque cabe destacar que buena parte de la vocación de este integrante de la Fundación para las Letras Mexicanas la ocupa el periodismo: “Me gusta vivir en la frontera entre periodismo y narrativa, ser habitante de los dos territorios. Intento además el ensayo, la reseña. Creo que cada historia pide su género”.
Su nuevo libro, no obstante, está dedicado al cuento: “Aparecen algunos cuentos de mi libro anterior, Naufragio en Tierra Firme, sobre todo porque quiero que no sean olvidados del todo, que conozcan nuevos territorios, nuevos lectores. También hay muchos cuentos nuevos”.
Pero sin importar lo que escriba, su creación siempre revela algo de su propio ser: “William Faulkner dice que un libro es ‘el oscuro hermano gemelo de un hombre’. Sergio Pitol hace una gran interpretación de esa frase cuando apunta que un libro revela las obsesiones y miedos conscientes e inconscientes de quien lo escribió. Creo que El Síndrome de Esquilo y Partitura Para Mujer Muerta tienen mucho de mí que conozco y también que desconozco. Entre los rasgos visibles y conscientes, está mi vocación. Muchos de mis personajes son periodistas, reporteros, músicos, habitantes de la Comarca Lagunera”.
Radicado en la Ciudad de México desde hace casi dos años, Vicente Alfonso señala que su periodo como becario en la Fundación para las Letras Mexicanas está a punto de terminar: “Estoy muy satisfecho y muy agradecido con la fundación por lo mucho que he recibido de ellos para mi formación como autor. También he estado haciendo periodismo: una vez que se contagia, uno jamás puede dejarlo. Debe ser la forma como se manifiesta en mí el ‘Síndrome de Esquilo’”.
En relación a sus nuevos planes, informa que en la Universidad de Salamanca, España hay un proyecto interesante que se ha relacionado con su novela: “Los participantes de un grupo de doctorado (máster, le llaman ellos) se leyeron con lupa la Partitura… y han hecho observaciones muy certeras. Espero estar pronto por allá. Además, como consecuencia del Premio Nacional de Novela Policiaca, convocado por el Instituto de Policía de Veracruz, el Seminario de Cultura Mexicana y el Conaculta, el texto estará en las librerías antes de que termine el año. Hay otro libro –aparte de la novela y de El Síndrome de Esquilo– que está a punto de salir, pronto tendrán noticias”.
Por lo pronto, este jueves estará en su tierra natal para presentar El Síndrome de Esquilo y de paso tomar más inspiración de su ciudad: “Cada vez que vuelvo me da por recorrer las calles del centro con sus banquetas anchas, por meterme al Mercado Alianza. Por caminar en las calles de Torreón Jardín. Por hacer agua de sandía. Por comprarle un pantalón al “Güero Army”. Por tomar agua de raíz en la Alameda. Por perderme en las colonias nuevas, donde el pavimento lucha por ganarle terreno al polvo”. Porque de todo esto, seguramente, surgirá una nueva historia para él.
UNA ‘PARTITURA’ FATAL
“La verdad perfecta es una duda”. “A veces lo mejor es quedarse con la duda”. Estas son la primera y última frase de Partitura Para Mujer Muerta, novela de Vicente Alfonso que ganó el Premio Nacional de Literatura Policiaca y que pronto estará en las librerías de todo México.
“Al contrario de lo que pudiera pensarse, creo que estos vacíos e interrogantes hacen más verosímil la historia por la siguiente razón: en la vida real no existen las certezas completas, perfectas. Seguimos preguntándonos quién ordenó las muertes de Colosio, de Kennedy. En aspectos muchísimo más banales e intrascendentes esto sucede con enorme frecuencia: todos los días nos topamos con enigmas que jamás resolveremos, escuchamos conversaciones al paso de las que jamás tendremos la conclusión, nos preguntamos cosas que nunca llegaremos a saber del todo. Si esto sucede en la vida, tendría que suceder en una literatura que aspire a parecerse a la vida”.
Como el título sugiere, en esta historia hay dos grandes presencias: la música y la muerte, asegura Vicente Alfonso.
“La historia se desarrolla en nuestro país entre 1995 y 2004. El brutal asesinato de una joven violinista y la desaparición de su instrumento abren una cadena de hechos que deja al descubierto sórdidas áreas del alma humana. Diez años más tarde un mediocre laudero encuentra el violín a más de mil kilómetros del sitio donde fue robado. Estas acciones son el pretexto para sumergir a los personajes en una cadena de hechos que liga a personajes entre los que se encuentran un agente del Ministerio Público y su inexperto asistente, un obsesivo director de orquesta, una casera que gusta de alimentar arañas y una virtuosa del violonchelo.
“En el arranque del capítulo dos, un maestro de composición recomienda a sus alumnos que busquen inspiración en la perturbadora belleza de la muerte cuando les dice: “La desesperación, muchachos, es una musa pródiga. La frustración y el desánimo dictan los mejores versos al poeta, afinan el pulso del pintor, templan los diálogos del dramaturgo. En música, la frustración empuja a usar, como un sutil veneno, los tonos menores”.
RECURRENTE
“Todos estamos seguros de que vamos a morir, y al mismo tiempo nadie –o casi nadie– sabe cómo o cuándo será su propia muerte. No sabemos ni la forma ni el día en que moriremos. Puedo imaginarme muy pocas cosas tan humanas y tan literarias como la muerte, porque nos alcanza a todos”.
VICENTE ALFONSO,
ESCRITOR Y PERIODISTA LAGUNERO