“Hace un año que yo tuve una ilusión” ...La canción se escuchaba a todas horas del día en las radiodifusoras, los albañiles la tarareaban mientras trabajaban en las obras y la silbaban los obreros en los talleres de las fábricas. Además la ponían y repetían -en la radiola del café Alameda de doña Josefina- los peripuestos ateneístas que acudían a toda hora para estar al paso de las jóvenes internas de la Escuela Normal del Estado, en pos de un efímero flirteo.
Esa misma canción pudieron entonar el pasado domingo primero de julio los mexicanos radicados en el Distrito Federal, reunidos en el Zócalo de la Ciudad de México al celebrar -más bien al llorar- el primer aniversario de aquel otro magno mitin de 2006 que enmarcó una ilusión pasajera. Se cumplieron el domingo 365 días de la elección presidencial que ganó, por un pelito, el licenciado Felipe Calderón Hinojosa, candidato del Partido Acción Nacional, sobre Andrés Manuel López Obrador, del Partido de la Revolución Democrática. Hace un año que los perredistas también tuvieron su ilusión, y la consiguiente desilusión que ahora también mantienen.
La nostalgia es la “tristeza melancólica originada por el recuerdo de una dicha perdida” y la nostalgia invadió ayer el Zócalo de la Ciudad de México; pues si bien hizo evidente el poder de convocatoria de López Obrador, igual destacó la notable ausencia de los gobernadores de extracción perredista entre los jorocones que presidieron el evento.
Faltaron sin causa justificada, se observó claramente, los mandatarios de entidades federativas que son miembros del PRD, con excepción del señor que gobierna al Distrito Federal quien sí estuvo. También se hizo presente la reconocida terquedad del señor López O., quien a un año de aquella derrota insiste en ser reconocido, al menos por la familia, como “presidente legítimo” aunque ahora matiza la expresión para explicar que “lo legítimo, en nuestro caso, es no adherirnos como comparsa a la estrategia que insiste en mantener el atraso del país y el empobrecimiento del pueblo”. Qué bonito pensamiento, aunque no dijo, ni dirá, cómo podría impulsar él, si llega algún día a ser presidente, el desarrollo del país y el enriquecimiento del pueblo. ¿Será a través del manído proyecto de la izquierda de repartir en cada familia mexicana la cantidad de 25 pesos diarios? No creo que alguien los acepte, cuando hoy ganan más que eso por asistir en bola a escuchar dos o tres trasnochados discursos de izquierda.
Es muy penoso, en verdad, que ya instalados en el siglo XXI no hayamos logrado desterrar la demagogia de nuestra vida nacional. Es una lástima que quienes dicen ser líderes políticos machaquen los ingentes problemas del país en el metate de sus ensueños personalistas; olvidando, por completo, nuestra vigente situación social, política y económica. Y resulta violento pensar que quienes tienen la oportunidad de servir al país con orden, método y buen discernimiento pierdan su tiempo, y ocupen el nuestro, en alimentar sueños nostálgicos, bonitos pero imposibles.
La democracia no perdió, como insiste en reiterar López Obrador. La democracia funcionó como cauce de la voluntad ciudadana, y los resultados de aquella elección presidencial de 2006 fueron sucesivamente documentados y analizados por el Instituto Federal Electoral, hasta la última instancia legal: el Tribunal Electoral de la Suprema Corte de Justicia. Fue mínima la diferencia entre el panista triunfador y el derrotado perredista, es cierto; pero así son las cosas desde los tiempos de nuestro señor Sócrates. En las elecciones democráticas gana quien obtenga uno, cien, mil o un millón más de votos sobre el más cercano competidor.
¿De qué nos puede servir la multitudinaria concentración del domingo primero de julio del año 2007? No tiene ninguna otra utilidad, salvo la muy interesada de mantener el nombre de AMLO ante la opinión pública. Eso tuvo un costo, es verdad; pero mientras la Tesorería del Gobierno del Distrito Federal esté a disposición del señor López Obrador y de su partido político, los gastos en populismo serán vistos como pelillos a la mar…
Otro sí digo:
En las elecciones estatales de Zacatecas, Durango y Chihuahua la competencia electoral por las presidencias municipales y las diputaciones locales tuvieron un ritmo de competencia dentro de un ambiente desangelado. En Chihuahua, por ejemplo, todavía pelean el PRI y el PAN la alcaldía de la ciudad capital en tanto el tricolor reporta un triunfo desahogado en Ciudad Juárez. En Zacatecas entregará el PRD al PAN la ciudad sede del Gobierno Estatal y en Fresnillo parece haber ganado la presidencia municipal un postulado por el Partido del Trabajo que es hermano cómodo -hasta que se le conozca mejor; después quizás haya que insertarle el “in”- del tránsfuga senador y ex gobernador Ricardo Monreal Ávila. Y en Durango el PRI levantó las elecciones con un carro completo a su favor.