“El ejército convencional pierde si no gana. La guerrilla gana si no pierde”.
Henry Kissinger
Como arterias que recorren México de norte a sur se extienden 12 mil kilómetros de tuberías que conducen el gas natural y LP que se utilizan en la industria, en la generación de electricidad y en el hogar. Forman parte de un Sistema Nacional de Gasoductos cuyo uso se ha vuelto más intenso como consecuencia de la decisión del país de utilizar gas en lugar de combustibles más contaminantes y menos eficientes.
Los guerrilleros del Ejército Popular Revolucionario sabían perfectamente lo que hacían cuando escogieron los gasoductos como objetivos de sus ataques en los últimos días. Para nadie es un secreto la importancia de Pemex en las finanzas públicas y en la economía nacional. Pero las instalaciones más visibles de nuestro monopolio petrolero, como sus oficinas, los pozos petroleros y las refinerías, se encuentran en general bien custodiadas. En contraste, ni siquiera si desplegáramos el total de los efectivos de las Fuerzas Armadas podríamos cuidar de manera eficaz esos 12 mil kilómetros de gasoductos.
Las importancia de estos atentados no puede minimizarse. Si la información que tenemos en este momento es correcta, algunos miembros del EPR lograron colocar y detonar ocho cargas explosivas en distintos puntos de la red de ductos en los estados de Guanajuato y Querétaro. Las consecuencias se hicieron sentir casi de inmediato. Plantas industriales, como la de Nissan en Aguascalientes, la de Honda en Jalisco y dos de Vitro en Querétaro y Guadalajara, se vieron obligadas a suspender actividades ante la falta de gas. Cientos de comercios locales tuvieron también que restringir o cerrar temporalmente debido a la escasez del combustible. Si los guerrilleros querían mostrar su fuerza destructora, ciertamente lo lograron.
No deja de sorprender, sin embargo, que el EPR haya podido hacer gala de esta capacidad. Hace mucho tiempo que la organización había dejado de tener una presencia visible. El EPR surgió por primera vez a la luz pública en Guerrero el 28 de junio de 1996, al cumplirse el primer aniversario de la matanza de Aguas Blancas. En los meses siguientes llevó a cabo una serie de ataques a cuarteles militares y policiales que dejaron un saldo de alrededor de una veintena de muertos, algunos de ellos civiles.
En mayo de 1997, sin embargo, se registró la última aparición violenta del EPR en un enfrentamiento con el Ejército que dejó un saldo de cinco soldados y cuatro guerrilleros muertos. Desde entonces el organismo ha sido una guerrilla mediática, con presencia solamente en comunicados, propaganda e Internet. Según Jorge Lofredo, cofundador del Centro de Documentación de los Movimientos Armados (Cedema), el grupo original se dividió en unas 10 organizaciones distintas.
Los ataques en contra de los gasoductos de Pemex sorprenden no sólo porque tienen lugar 10 años después de la última acción violenta del EPR sino también porque demuestran una capacidad de acción más avanzada que la que tenía este grupo en los años noventa. Una cosa es agredir a balazos un cuartel rural y asesinar a unos cuantos policías sin recursos ni preparación y otra muy distinta colocar cargas explosivas a lo largo de una red de gasoductos. Como lo señala Lofredo, los nuevos ataques representan un “salto cualitativo”.
¿Son los perpetradores de los ataques contra los gasoductos los mismos que en 1996 y 1997 llevaron a cabo las agresiones violentas contra policías y soldados? Es difícil saberlo. De lo que no hay duda es que el grupo se considera parte de una tradición que se remonta al asalto al cuartel militar de Ciudad Madera, Chihuahua, del 23 de septiembre de 1965. Por eso la organización firma su comunicado de este 10 de julio en el “año 43”. El comunicado está firmado por “el comité estatal en Guanajuato del Partido Democrático Popular Revolucionario” (PDPR) y por la comandancia militar de zona del EPR.
La experiencia nos dice que no se requiere de mucha gente ni de mucho dinero para montar una organización guerrillera o terrorista. Un grupo pequeño, que puede financiarse con secuestros, como al parecer ha hecho el EPR, puede perfectamente bien llevar a cabo acciones violentas tan o más destructivas que las que pueden lograr fuerzas con estructuras mayores.
Los miembros de una guerrilla pequeña resultan más difíciles de identificar y de detener. Pero si éstos se preparan de forma adecuada, y aprenden por ejemplo a utilizar explosivos y a plantarlos en lugares estratégicos, como al parecer ocurrió con las explosiones en Guanajuato y Querétaro, su impacto puede ser mayúsculo.
Habrá que ver ahora cuál es la capacidad de reacción del Estado mexicano ante este nuevo reto. En un momento en que ya las Fuerzas Armadas han sido colocadas en el frente de batalla en la lucha contra el narcotráfico, hoy tendrán que multiplicar su labor de Inteligencia para enfrentar a este grupo guerrillero que pretende eliminar el sistema democrático de libre mercado para construir en México un “Estado proletario”.
MILAGRO CHINO
El dato preliminar, ya espectacular cuando se dio a conocer hace algunos meses, se quedó corto. La economía de China no creció 10.7 por ciento en 2006, como se había señalado originalmente, sino 11.1 por ciento. Ninguna economía en tiempos modernos ha crecido de manera sostenida a los ritmos que estamos presenciando en China. El milagro chino supera a cualquier otro de los que hayamos visto en las últimas décadas en el mundo.