Se acabó la caballerosidad. No más cortesías, no más ataques indirectos. El tiempo se agota y para los seis hombres que compiten con ella por la candidatura presidencial demócrata ha llegado el momento de olvidarse de los buenos modales y de destronar a Hillary Clinton al costo que sea.
Eso es justamente lo que se vio el martes pasado durante el séptimo debate entre los siete aspirantes a la candidatura presidencial del Partido Demócrata. Más que un debate de ideas, de diferencias entre candidatos y de propuestas en el primer plano, lo que persistió constantemente fue un grupo de seis hombres que buscan cerrar la brecha de 20 puntos de ventaja que tiene la senadora por Nueva York. Más que un debate entre aspirantes, la cita en Filadelfia se convirtió en una burla y en una reducción a la batalla entre los sexos.
Para los dos rivales más fuertes de la precandidata demócrata, Barack Obama y John Edwards, no parecía haber otra estrategia más que sacar los guantes de boxeo y convertir a la senadora en una pera de box. Y eso es lo que hicieron. Cuestionaron su credibilidad, honestidad y su experiencia pública, lo mismo sobre cuál es su postura real sobre una eventual guerra contra Irán, que sobre su apoyo a una iniciativa del gobernador de Nueva York para otorgar licencias de manejo a los trabajadores indocumentados en ese estado. La primera hora del debate, que duró casi dos, no hubo tregua a la ex primera dama ni por parte de sus seis rivales, ni por parte de los dos moderadores del debate que constantemente regresaban el micrófono a la senadora para que aclarara sus posturas. Del tiempo total del debate, Hillary monopolizó casi 24 minutos, seguida por Obama, con casi 20 minutos en total, de acuerdo con el contador gráfico del New York Times.
El zigzagueo verbal casi le funcionó bien a la senadora, pero en el tema de las licencias para conducir sufrió un fuerte resbalón al darle la razón a sus colegas que la acusan del “síndrome de la Chimoltrufia”, que lo mismo dice una cosa que otra. El daño fue de tal grado que al día siguiente del debate, la campaña de la aspirante demócrata trató de hacer un control de daños al anunciar que apoyaba oficialmente la propuesta del gobernador por Nueva York. Esta movida podría dañar fuertemente a la aspirante en la elección de noviembre. Al apoyar la iniciativa de las licencias de manejo, los republicanos adquieren ahora un arma para vulnerar a Clinton frente a los grupos más conservadores que ella ha intentado cortejar.
No hay encuestas aún para saber quién ganó el debate de Filadelfia, pero en cuanto a desempeño, la estrategia de ataques combinados de Obama y Edwards parece darles una bocanada de oxígeno a sus campañas, que habían estado rezagadas en las encuestas. Mientras que el desempeño de Clinton dejó mucho que desear.
Por primera vez en 11 meses, la senadora demuestra un flanco vulnerable y aunque siga reinando en las encuestas y en la recaudación de fondos, lo cierto es que si no logra recuperarse de esta caída pronto, en las encuestas podría darse un súbito cambio.
La estrategia para Hillary ahora es la de cambiar el ángulo de su pobre desempeño en el debate. En primer lugar, para la elección primaria ha llegado el momento de enterrar a la Chimoltrufia y ser directa en sus respuestas. En segundo, para ella ha llegado también el momento de pelear y meterse en la dinámica de los ataques. Las encuestas revelan que la mayoría de los estadounidenses reprueba las descalificaciones personales y las campañas negativas, así que la forma de pelear para ella es mostrarse como una mujer que contuvo los embates de un club de Toby y comparar a sus colegas con los republicanos que tanto abusan de las campañas negativas. Ello podría reforzar su apoyo entre las mujeres votantes de ambos partidos, mostrando a sus compañeros como seis hombres al borde de un ataque de desesperación…
Politólogo e Internacionalista
Comentarios: [email protected]
