“El arte es el alma de un pueblo, es por eso que yo pretendo gobernar en prosa, pero también con poesía y sin olvidar la música”.
Eso, dicho por un político suena a primavera. Y eso, es más o menos lo que yo escuché que dijo Michele Bachelet en el encuentro literario que organizó la Embajada de Chile con motivo de la visita de su Presidenta a nuestro país.
Algo inédito por cierto, ya que a los políticos sólo les ocupa la cosa política; pero resulta que la Presidenta de Chile es mujer y eso hace la gran diferencia.
Acompañada de sus compatriotas los escritores Isabel Allende y Antonio Skármenta y moderados nada menos que por el doctor Ramón de la Fuente, rector de la UNAM, la Señora Bachelet presidiría el evento que prometía ser un banquetazo que yo empezaba a saborearme cuando más adelante leí en la invitación: “Antiguo Colegio de San Ildefonso” ¡Ay no! ¿Allá en lo más conflictivo del Centro Histórico?
Sólo de pensar en arrojarme al turbulento mar de autos con locos furiosos al volante, enfrió mi entusiasmo; aunque pensándolo un poco, me dije a mí misma: -Mí misma, todo sacrificio vale la pena-.
Y fue entonces cuando magnánima, decidí extender la invitación a mi incondicional amiga Barullo. –No te lo puedes perder, es un evento excepcional y si te animas, yo puedo acompañarte –ofrecí-.
¿Y dices que es hasta el Centro? Respondió Barullo como queriendo dudar.
Pero adelantándome a una negativa, le dije contundente: -Está bien, pasa por mí a las cinco porque la cita es a las siete.
Puntual como es ella, a las cinco estaba en mi puerta y juntas partimos hacia el Centro.
Mientras Barullo al volante se concentraba en avanzar contra viento y marea, yo relajada me entregué al disfrute del paisaje terroso, pero recamado en jacarandas.
Tuve tiempo de agasajarme con las glicinas y bugambilias que se columpian en las bardas de las casonas que aún persisten en los altos del Paseo de la Reforma y con los tímidos anticipos de mayo en los brotes de las azucenas en los camellones.
Más adelante, ya en la zona devastada por el secuestro temporal que le infligieron las hordas perredistas, ahora en franco proceso de restauración es sede de exposiciones de escultura, conciertos, conferencias, teatro y danza con que se celebra en este mes el Festival de Primavera; cuyo origen es en realidad la fundación de México-Tenochtitlan, un 13 de marzo allá por 1325.
(Buen momento y buena opción para quienes, aprovechando que los capitalinos salimos en estampida este fin de semana, quieran venir a vacacionar por acá).
Hora y media más tarde, llegamos al Zócalo donde toda felicidad se apagó.
Algunas calles cerradas para privilegiar el paso de la señora Bachelet, nos obligaron a llegar hasta el barrio de Tepito, donde aún con la destreza de Barullo al volante, encallamos entre los puestos de vendedores “ambulantes” que invaden las calles.
¡Ni Modo! Abandonamos el auto a su suerte y seguimos en un taxi para llegar tarde como todo mundo.
Por supuesto el evento se retrasó y estuvimos a tiempo para escuchar a Isabel Allende, cuyos ojos enormes y redondos me recordaron los de una ardilla inteligente: “Los mexicanos al menos ventilan su machismo en las canciones, los chilenos en cambio, lo ocultan”, dijo entre otras cosas, muchas de las cuales no pude escuchar porque el salón era muy grande y mi oído muy torpe.
Skármenta ameno y ligero como es, relató anécdotas de Borges, de Rulfo y por supuesto de la chilena Gabriela Mistral; pero el plato fuerte fue indiscutiblemente esa mujer culta, lúcida, guapota, agnóstica, comunista, madre soltera y primera mujer Presidenta de Chile.
Valió la pena una odisea que nos permitió recuperar aunque sólo sea por unas horas, nuestra más genuina vocación de flor y canto.