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Ensayo sobre la cultura / CENTENARIO Y FIESTAS PATRIAS

José Luis Herrera Arce

La fiesta, culturalmente, tiene la función de alimentar a la conciencia del hombre y de la sociedad haciéndole saber de que es parte de un proceso. La fiesta es un ritual que está en relación directa con el mito, por un lado, o por el hecho histórico que fue importante en las circunstancias de un pueblo. Las fiestas, en general, son estaciones de los ciclos anuales en donde se van expresando los concretos sentidos de la vida que forman parte de un sentido general o total.

Hay algunas fiestas más importantes que otras; para el católico la Navidad y la Semana Santa sean las fiestas más relevantes que alimentan a nuestro sentido religioso. En el campo cívico, las fiestas del 16 de septiembre y 20 de noviembre serían las subrayadas, aunque en nuestro calendario existan muchas más.

¿Por qué el 16 de septiembre? Porque marca la fecha en que nacimos como nación. Es el inicio de la lucha por la independencia, el paso de la infancia a la adolescencia; se abandona el hecho de ser una colonia española para convertirnos en nación independiente, proceso que dura once años. En México se festeja el inicio de la independencia y no la consumación de la independencia por la circunstancia tan especial de que nos disgusta quién consumó la independencia (Agustín de Iturbide) y nos disgusta por intentar convertir en un imperio a nuestra nación que nacía con ánimos de democracia. Rememoramos nuestra independencia con el grito, reproduciendo el dado por Don Miguel Hidalgo y Costilla en la iglesia de Dolores. Una nación libre, en los últimos casi dos siglos, ha luchado por sobrevivir en una sociedad que intenta ser justa, aunque algunas veces la justicia se nos vaya de las manos.

Para los laguneros, las fiestas nacionales se nos juntan con las fiestas locales, ya que es en la misma fiesta donde se da a conocer el decreto donde nos convertimos en ciudad, hace cien años. Este último año ha intentado ser el recuerdo de nuestros inicios como conglomerado social que evoluciona a diario en busca de la consecución de sus ideales. Aunque algunas veces nos parece que esos ideales que tenían nuestros ancestros de una sociedad próspera no es esto que nos pasa de la inseguridad, de las fuentes de trabajo, y de la confrontación política entre poderes que dividir, destruyen.

Las fiestas son para alimentar la conciencia. No digo que no, nuestra conciencia ha sido alimentada por algunos canales, como una obra de teatro y un programa de televisión donde se analiza varios aspectos del devenir social, político, económico y cultural. Gracias a Vicente Padilla y a Mary Saldaña eso se dio. Otro de los medios que tuvimos fue el rescate de la historia que la comisión encargada dio a conocer en las páginas de este diario. Para mi gusto personal fue un trabajo desorganizado. Quien debe de recuperar su conciencia es el pueblo y para ello faltó una metodología didáctica que pusiera orden a los datos.

La fiesta puede tener el sentido de jolgorio y si no sobrepasa el sentido de jolgorio puede convertirse en una equivocación. Fuimos adolescentes y nos gustaba colarnos a los quince años sin que nos interesara mucho quién fuera la quinceañera. Íbamos a beber, a comer y a bailar gratis.

El jolgorio es eso, comer y beber gratis, divertirte con un espectáculo sin ningún otro elemento especial. Así el espectáculo pierde su sentido. Para mi gusto, sobre todo en las nuevas generaciones faltó inculcar mucha historia; muchos juegos relacionados con esa historia que provocaran la conciencia de lo que somos. Por ejemplo, qué poca importancia le han dado al hecho de que nuestra ciudad haya nacido, entre otras circunstancias, como estación de ferrocarril. Ya no quiero subrayar el nombre perdido de Eppen, alguna biografía se dio de este personaje.

Pues hay jolgorio en la Alameda. ¿Es momento de recordar o de olvidar? El pasado que ya pasó con los nombres de Hidalgo, Morelos, Allende, Matamoros, con los cuales identificamos las calles de nuestra ciudad, ¿tiene sentido para nosotros o no lo tiene? Esta ciudad, orgullo para unos, de qué nos habla a diario; el tren, con el cual a veces nos topamos al cruzar las vías ¿qué nos dice?, ¿cuál es la canción del campo?, del algodón, de la uva, del melón, la sandía, el trigo, la nuez. La sinfonía industrial, la amalgama de nacionalidades que se sigue dando, el espíritu de cacheripa que fluye como el aire que acaricia nuestros cerros. ¿Quién es cacheripa? ¿Quiénes somos nosotros?

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