Los seres humanos utilizamos símbolos para identificarnos, para manifestar estatus, aclarar la clase social, política y hasta militar de la que formamos parte; mostrar evidencias de quiénes somos. También para advertir a los extraños y ser aceptados, hasta defendidos por los iguales.
La Bandera Nacional es claro ejemplo; símbolo Patrio que a través del tiempo ha sufrido modificaciones, pero persiste como marca de identidad mexicana.
Con los colores definidos por Agustín de Iturbide, a quien ha estigmatizado nuestra historia oficial por sucumbir ante la tentación de crear un imperio. Ya con anterioridad se habían utilizado algunas insignias de identidad nacional, caso de Miguel Hidalgo, que no teniendo más a la mano, tomó un cuadro de la Virgen de Guadalupe, desenmarcó el lienzo y lo usó como identificación; luego vendría Guadalupe Victoria, que define una Bandera Tricolor.
Sin embargo, Agustín de Iturbide tuvo la asertividad de darle sentido simbólico a los colores, pidiendo al sastre José Magdaleno Ocampo, de la Villa de Iguala, que cosiera tres franjas diagonales, creando la ?Bandera Trigarante?: primero el verde, símbolo de la pureza de la religión católica, ?inaceptable para los liberales?; el segundo: blanco, memoria de la Independencia de México; al final el rojo, representando la unión entre mexicanos y españoles, -otra causa para su estigmatización en los libros de historia- por cierto, actitud nada extraña en aquel tiempo. Recuerde al propio Cura Hidalgo, haciendo la arenga independentista; terminó lanzando vivas a Fernando VII.
Es curioso que ?el canibalismo?de los triunfadores dejara sobrevivir al espíritu de Bandera Trigarante, pues luego del decreto expedido por Iturbide en 1821, ordenando se adoptaran perpetuamente los colores verde, blanco y rojo, que posteriormente cambiara a franjas verticales con un águila devorando una serpiente en el fondo blanco, no haya sido transformada en la larga ?dictadura? de los ?herederos? de la Revolución Mexicana.
Fue Luis Echeverría Álvarez, el presidente que por decreto borró de la Independencia a Agustín de Iturbide, declarando a Vicente Guerrero consumador de la misma; igualmente, consideró inaceptable el sentido simbólico de los colores, cambiándolos: verde la esperanza ?nada de religión?; blanco: la pureza de las nieves de los volcanes ?olvidando a la lucha libertaria?y el rojo: la sangre de los héroes ?total rechazo a lo ibérico?.
Ya en 1953, Adolfo Ruiz Cortines, en su Informe de Gobierno, había establecido el ?culto permanente a los campeones de nuestra nacionalidad y al símbolo patrio: La Bandera Nacional?.
En 1984 entró en vigor la ?Ley sobre los Símbolos Patrios?, describiendo protocolos de respeto a la misma y declarando el 24 de febrero como ?Día de la Bandera de México?.
El Águila Nacional devorando a una serpiente, estampada en el centro de color blanco, es evidente referencia a nuestros orígenes indígenas, aunque ha sufrido embates del interés político, según ideas de los grupos en ejercicio del poder: ha sido coronada por imperialistas; con las alas desplegadas en una clara evidencia de la influencia europea; de perfil, viendo a la derecha el caso de los conservadores y a la izquierda cuando los liberales tuvieron el mando de México; en ocasiones adornada por laureles, otras sin ellos, cambios en las dimensiones de la roca en la que está posada; más o menos azul de agua, recordando al lago sobre el que se fundó la Gran Tenochtitlan.
Acompañante de los mexicanos en todos sus momentos históricos: en las distintas conmemoraciones, incluidas las religiosas ?particularmente de la Virgen de Guadalupe?; encabezando desfiles deportivos, militares o sociales; en eventos diversos de organizaciones intermedias, durante las sesiones de clubes de servicio, graduaciones escolares y premiaciones varias; también en momentos de tristeza y dolor, ceremonias luctuosas y memoriales de sucesos trágicos; días críticos de nuestra historia, como las invasiones extranjeras, fechas en que se enarbola a media asta. Ni qué decir de la moda de cobijarse con la Bandera Nacional, adoptada a últimas fechas ?imitando a otros? por deportistas triunfadores.
Ha sido inspiración de poetas y los profesores admiradores de ellos, que martirizando a los chamacos los hacen memorizar y declamar sus ideas, incluidos los coritos cursis de las ?poesías coral?. Y no olvide al cadete adolescente Juan Escutia, ?niño héroe? que liado en ella cayó al vacío desde lo alto de la terraza principal del Castillo de Chapultepec o la historia del capitán Margarito Zuazo, quien durante la batalla del Molino del Rey, en 1847, como miembro del Batallón Mina, tras la derrota ante el Ejército Yanqui, se quitó su guerrera, se envolvió en ella y murió traspasado por las bayonetas extranjeras.
Ni dudarlo, nuestro sentido gregario hace que busquemos signos de identidad, como el Lábaro Patrio. Habrá que insistirle a las nuevas generaciones sobre la grandeza de México, al que a pesar de todo no nos hemos podido acabar.
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