Edén. Vida Imaginada, es el título del nuevo libro de Alejandro Rossi quien refleja en la obra su itinerancia por varios países
EL UNIVERSAL
MÉXICO, DF.- Desde su preadolescencia, el escritor Alejandro Rossi (Florencia, Italia, 1932) fue cultivando su personalidad seductora y bromista, ?una espada de dos filos que lo ha acompañado hasta el día de hoy?, cuando a sus 74 años padece un enfisema pulmonar que lo mantiene conectado a un tanque de oxígeno las 24 horas del día, sin que haya perdido su vitalidad, sentido del humor y, sobre todo, claridad intelectual.
Aunque una vez escribió que pocos pueden decir con lucidez y seguridad cómo fue su vida, este escritor que llegó a México hace 55 años y fue uno de los mejores amigos del poeta Octavio Paz, con quien trabajó en las revistas Plural y Vuelta, ha hecho un acercamiento literario a esa preadolescencia o segunda infancia, marcada por la itinerancia geográfica y lingüística: Florencia, Caracas, Roma, Montevideo y Buenos Aires; el italiano y el español.
Rossi ha realizado una especie de ?épica de la vida cotidiana? de aquellos años, en los que viajó de un lugar a otro con sus padres y su hermano, casi siempre en barco, y ha dejado simplemente que el ?niño dicte y el hombre escriba?, dando como resultado la novela titulada Edén. Vida Imaginada, publicada recientemente por el Fondo de Cultura Económica.
Renuente a hablar de sus libros sin que antes hayan sido leídos por su interlocutor, este filósofo e investigador emérito de la Universidad Nacional Autónoma de México accede a una conversación y dice que ?sí y no? este libro puede leerse como una autobiografía, aunque el personaje central sea el joven Alejandro Rossi, Alex El Negro, como lo llamaba su mamá.
?No es estrictamente una biografía, ni la quiero presentar como tal, por eso le puse de subtítulo ?Vida Imaginada?, porque no estoy escribiendo una suerte de memoria sobre mí mismo, donde la fidelidad y la sinceridad absolutas son necesarias?.
Asegura que éste es un libro que se debe ver no sobre la vertiente estrictamente autobiográfica sino como un libro de literatura: ?Bueno, malo o regular, hecho curiosamente con materiales que son parte de mi vida?.
El autor de libros como Manual del Distraído y Lenguaje y significado, insiste en que ?todo hay que verlo con proporción?, aunque apunta: ?Me siento cercano, soy yo, no pongo mi nombre en balde?.
Los viajes de aquel jovencito, con el trasfondo, además, de la Segunda Guerra Mundial, rodeado de mujeres de sensualidad irresistible, empezando por su madre, fue modulando una serie de reacciones y de conductas que pesan hasta la fecha.
Y aunque nunca se sintió un náufrago en cuanto al sentido de su vida, Rossi anota: ?Todo nos marca, ninguna biografía es ajena a los pesares, a los problemas y a las monsergas. Los cambios continuos, geográficos, históricos y lingüísticos, tuvieron sus consecuencias: desconciertos, angustias, una necesidad casi permanente de orientación, un estado de alerta para saber cómo vivir. Eso es un peso, uno no puede bajar mucho la guardia, ni dejar que las cosas corran con naturalidad, quizá ahora esa conducta es más fuerte todavía?.
Miembro de El Colegio Nacional y del Sistema Nacional de Creadores, Rossi reconoce en esta novela y en la conversación misma que su hermano (Félix) jugó un papel muy importante en su formación: ?Era el espejo, el asidero, sin duda. Un puerto, una ayuda, una orientación, una brújula, aunque tampoco son vidas paralelas. Yo tenía un afán o necesidad de flexibilidad ante las situaciones nuevas?, y él fue muy importante para asumirlas, dice.
¿De qué manera se hace presente hoy ese Alex al que llamaban ?El Negro??
-Está siempre ahí. Hay una frase de un escritor francés, cuyo nombre no me viene ahora a la cabeza, que dice: ?El niño dicta y el hombre escribe?.
¿Alejandro Rossi es el hombre con que ese niño soñó ser?
-No lo sé, creo que siempre estamos a la baja, los niños sueñan más cosas, no sé si estaría contento con lo que soy ahora, con algunas cosas tal vez. Continué, de algún modo, con la vida que ya estaba presente en ese muchacho, no en un sentido misterioso, sino en el sentido más obvio: soy una persona que también ha vivido, después, en muchos países, que estuvo sujeto a diferentes culturas, que estudió por aquí, por allá, que después vino, que después se fue, y que ya no se reintegró, aunque siempre estuvo en contacto con esas zonas donde naturalmente debió crecer: Italia, fundamentalmente, Venezuela o hasta Argentina. Sin embargo, estoy en México, fui fiel a la vida de transición que empezó aquel niño.