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Fin del metate/Jaque Mate

Sergio Sarmiento

“¡Triste época la nuestra! Es más fácil

desintegrar un átomo que un prejuicio”.

Albert Einstein

xóchitl Gálvez dice que el principal recuerdo de su madre es el de una mujer siempre inclinada sobre un metate. Lo que algunos ven como una tradición, para las mujeres indígenas es una simple esclavitud. Por eso ha sido tan importante para la comisionada para el desarrollo de los pueblos indígenas introducir licuadoras en los hogares indígenas.

No todo el mundo está de acuerdo. La propia Xóchitl cuenta cómo algunos grupos se han opuesto incluso a la introducción de electricidad en las zonas indígenas. Son grupos que piensan que los pueblos indios deben ser preservados como piezas de museo.

No hay duda que algunos usos y costumbres sean valiosos y deban mantenerse. Los indígenas no tienen por qué cambiar, por ejemplo, su forma de vestir, de hablar o de rezar. Pero hay tradiciones que deben dejarse atrás definitivamente. Muchas de ellas se basan en la idea de que la mujer es un animal de trabajo que debe laborar hasta caer muerta.

Desde el siglo XIX ha habido una permanente discusión en México sobre cuál debe ser la actitud del Estado hacia los indígenas. Una de las posiciones que defendían los conservadores decimonónicos era que los indios debían ser mantenidos en comunidades protegidas para vivir bajo sus usos y costumbres. Los liberales, por el contrario, sostenían que los indígenas debían integrarse a la sociedad mexicana a través de la educación y de un trato igual bajo la Ley. Benito Juárez, zapoteca, era el principal defensor de la posición liberal.

Es curioso ver que este mismo debate se ha mantenido hasta el siglo XXI pero con las posiciones invertidas. Son los supuestos grupos progresistas de hoy, los que se precian de ser de izquierda, los que insisten que se deben crear Leyes especiales para los indígenas con el fin que vivan en comunidades separadas atenidas a los usos y costumbres del pasado. Los grupos “neoliberales” o conservadores, en cambio, sostienen que los indígenas deben incorporarse a la sociedad como afirmaba el liberal Juárez.

Cualquiera que sea la posición que uno asuma, hay que partir del reconocimiento que los indígenas son la parte más marginada de la población mexicana. La mayoría vive en condiciones de pobreza extrema. Algo ha hecho mal el Estado mexicano en dos siglos desde la independencia que ha fracasado en darles a los indígenas un nivel de vida que se acerque siquiera al promedio del resto de los mexicanos.

Pero no se puede lamentar la situación de los indígenas y pretender que todo siga igual en sus comunidades. Si realmente queremos que tengan un mejor nivel de vida, debemos garantizarles acceso a la educación y proporcionarles los instrumentos que les permitan generar una mayor actividad económica. Esto significa contar con electricidad, carreteras, derechos cabales de propiedad, teléfonos e Internet. Y, por supuesto, licuadoras en lugar de metates o lavadoras automáticas en vez de cubetas de agua.

Durante demasiado tiempo en nuestra historia los ladinos han supuesto que los indígenas son diferentes. Esto significó que durante mucho tiempo se les considerara simplemente inferiores. Por eso en Chiapas era común que los indios tuvieran que caminar por el arroyo de las calles para que los blancos usaran las aceras.

En las últimas décadas esta suposición ha asumido más bien un disfraz paternalista. Así, muchos ladinos piensan hoy que a los indígenas hay que protegerlos, incluso de sí mismos. Ésta ha sido la idea detrás del ejido y de las tierras comunales, que los propios dueños no pueden vender con libertad. Tal es el concepto también detrás del rechazo a que las comunidades indígenas adopten procesos realmente democráticos. Muchos ladinos “progresistas” suponen que la votación libre y secreta es algo que ellos pueden entender, pero que está más allá del alcance de los indígenas.

La historia, sin embargo, nos demuestra una y otra vez que los indígenas pueden actuar y decidir por sí mismos. No necesitan de protecciones especiales sino más bien de igualdad de oportunidades. Por eso es importante que cuenten con buenos sistemas educativos y con la posibilidad de hacer y recibir inversiones productivas. Por eso es indispensable que tengan armas legales para enfrentar la discriminación racial y social.

Una licuadora que reemplaza al metate puede ser símbolo de la transformación de actitud que la sociedad debe tener ante los indígenas y que ellos deben asumir ante sí mismos. Nadie pensaría ya que un ama de casa mestiza o criolla deba estar condenada a laborar en el metate todo el día o a lavar a mano la ropa de la familia. Pero quienes quieren conservar a los indígenas en un museo están empeñados en negarles los derechos que consideran irrenunciables para ellos mismos y para sus madres.

SHARON

Ariel Sharon ha sufrido un severo derrame cerebral en el peor momento. Después de una vida de radicalismo, entendió como primer ministro la necesidad de retirar a Israel de los territorios árabes. Su orden de desalojar los asentamientos en Gaza fue controvertida pero visionaria. Una rebelión en su partido, el Likud, lo obligó a fundar uno nuevo para continuar con su iniciativa tras nuevas elecciones. El derrame se convierte así en un golpe tan fuerte para la paz como lo fue el homicidio de Itzhak Rabín.

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