Sin duda, el principal instrumento para la cohesión entre los seres humanos es el diálogo; deja la posibilidad de utilizar el mayor don otorgado: la razón, expresada con el uso de la palabra que lleva al entendimiento de los oponentes confrontados por sus diferencias ideológicas o e intereses. Cuando no es así y sostenemos ante el otro la negación a expresarse, sin escuchar argumentos y comprender puntos de vista, rompiendo el principio del respeto entre las partes, viene la ruptura de la comunicación y sigue el enfrentamiento por medio de argumentos considerados inferiores: los de la fuerza bruta.
El diálogo es el medio que permite el acuerdo sobre el desacuerdo; deja espacio a la civilidad por encima del uso de la fuerza irracional. Cuando lo rompemos se presenta la violencia, dejando paso a la verdad unilateral sostenida por el poder brutal y sobreponiéndola a la inteligencia; es el resultado de la lucha de dos que no pudieron beneficiarse con el uso de la razón, finalizando con la derrota de uno y el triunfo de otro, quien comúnmente queda lastimado en su condición humana, física o sicológica y en su reputación social.
Si desaparece el diálogo con sus particularidades de respeto, atención y orden, queda la fuerza de la violencia, que irremediablemente desencadenará más violencia. Nunca el fin justifica los medios; jamás la sinrazón, que amenaza con su posible brutalidad, podrá generar acuerdos y reconciliación verdadera.
El diálogo es la mejor arma de la democracia; con él nace la comprensión y el entendimiento de motivos, permitiendo la aparición del mejor regalo entregado entre los humanos: la tolerancia.
El derecho a disentir fue enunciado para la historia por Voltaire, cuando pronunció la famosa frase: ?Detesto lo que dices, pero defendería hasta la muerte tu derecho a decirlo?. Con la tolerancia aparece la oportunidad de pensar y ?enjuiciar? las razones del otro, separando lo considerado correcto de lo incorrecto, los puntos de acuerdo y desacuerdo; permitiendo así que resurja el entendimiento.
El uso del poder de la violencia, en cualquiera de sus manifestaciones: física, verbal, sicológica o moral, deja profundas huellas en el ofendido, agravio que engrandece los abismos de comunicación y produce mayores distancias para alcanzar el entendimiento. Sin el diálogo, únicamente queda la fuerza salvaje y destructora.
El socorrido argumento utilizado por algunos grupos minoritarios es la sinrazón; el uso de la violencia y la negación al derecho de los otros ?quienes por cierto son mayoría? de ejercer la libertad de decir, hacer, informar, compartir, explicar y hasta justificar. En ese punto, los seres humanos abandonamos nuestro lugar taxonómico de ?sapiens sapiens? para retroceder al de simple ?habilitis?.
La democracia se construye con base a la comunicación civilizada y sólo así puede evolucionar hasta alcanzar su más pura expresión: la del diálogo, donde las partes son capaces de disentir, sin perder los medios para encontrar soluciones; expresar opiniones, escuchar contrapropuestas y llegar a acuerdos.
Los mexicanos estamos dispuestos a pagar el precio para madurar y evolucionar en nuestra vida democrática, aunque deseamos sea el justo; no el más bajo posible, tampoco el que se alcanza con la imposición por la aplicación de la fuerza irracional.
Impedir exponer puntos de vista, es negarse y negarle a los demás el ejercicio de la expresión inteligente de la voluntad; coartarle al otro su oportunidad para decir y defender ideas; escamotearle el derecho de hacer uso de la libertad.
Evitar que las mayorías ejerzan su derecho a escuchar un informe relacionado con los intereses nacionales que nos son comunes, es sobreponer la voluntad ?por la fuerza? de los pocos a la de los muchos.
Negar las evidencias de la razón por medio de la sinrazón es un acto de rebeldía mal orientada, pues son los argumentos la única base sólida para la demostración de la verdad.
Le comparto un pensamiento de Juan Pablo II: ?El diálogo, basado en sólidas leyes morales, facilita la solución de los conflictos y favorece el respeto de la vida, de toda vida humana. Por ello, el recurso a las armas para dirimir las controversias representa siempre una derrota de la razón y de la humanidad?.
Tal vez estemos pagando un precio alto, aún así vale la pena, si al final del proceso llegamos a crecer y madurar como Sociedad Mexicana, aprendiendo a dialogar para madurar democráticamente.
Pareciera que no avanzamos, pero estoy convencido de todo lo contrario: lo hacemos poco a poco, inclusive cuando descubrimos no poder continuar sosteniendo, ?con nuestra indiferencia y apatía? la ruptura del diálogo, dejando paso al uso de la fuerza irracional. Le pido recuerde la ?Ley del Péndulo Social?, finalmente las cosas regresan al punto de equilibrio, en este caso: la verdad. ¿Cuál es su opinión?