Gracias a su cerebro, el hombre se cree el rey de la creación, y prepotente, reta a la Naturaleza, la que se ríe a carcajadas. Es cierto que conoce en parte lo que es la materia y la energía, la potencialidad del átomo, que el Cosmos está en movimiento y muchas cosas más. Conocimiento que no va más allá de seis mil años a.C. Sus maestros han sido los grandes sabios egipcios, mesopotámicos, griegos, chinos, hindúes, con el parteaguas de haber descubierto la escritura y el alfabeto.
Las obras monumentales como las pirámides, las ruinas de lo que fueron fabulosas ciudades primitivas, hablan por sí solas. La evolución cultural llega hasta estos momentos en que la Ciencia y la Tecnología develan incógnitas que prevalecieron por milenios, y poco a poco el dogmatismo va desapareciendo del cuadro.
La Naturaleza compendia toda la creación, el mundo sensible que alberga al hombre en una complejidad de lo múltiple, que converge en un orden, la unidad que tiene una intención y una finalidad seguramente. Átomos, partículas, corpúsculos, moléculas, materia orgánica, vitalización, células, conciencia, cerebrización biodiversidad, especiación, hominización y el hombre en una inflorescencia numerosa que se extiende por todo el planeta. Ha sido el recorrido de la vida, en un lato periodo de tiempo de más de tres mil 800 millones de años, dentro del marco fundamental de un Universo en evolución en el tiempo y el espacio infinitos.
El hombre, representante final de la vida evolutiva en el planeta Tierra, adquiere un potencial de entendimiento, conocimiento e inteligencia de tal manera, que con el tiempo conoce la causalidad de algunos fenómenos naturales y formas que no son otra cosa, sino la manifestación de la creatividad universal. La Filosofía, la Ciencia y la Tecnología siguen siendo la base del progreso del mundo y el humano conoce cada día más sobre el Cosmos, de biología, de biotecnología e ingeniería genética, que nos acercan más al conocimiento del mundo material y metafísico. Aún así, en este punto de civilización, el hombre es el animal sucio por excelencia. Olvida que es contingente, que va a morir. Es el depredador más grande que destruye los bosques, produce basura de todo tipo, contamina los suelos, el agua y el aire que respira, utiliza químicos para el combate de las plagas, produce gases de invernadero (C02, SO2, Metano, NO2, NO3) con lo que aumenta el calor global, que trastorna los ciclos naturales y el clima que define a los ecosistemas. Utiliza irracionalmente los recursos y no sabe qué hacer con los residuos radiactivos. Sin embargo, tendrá que llegar el momento de recapacitar y ver por el futuro, buscando soluciones a la degradación de su entorno.
En contraparte, recuerda a los filósofos y científicos del Renacimiento, que enmarcan el rumbo del futuro y destino de la humanidad, los que han hecho posible que ahora se conozca el código genético humano gracias a la ingeniería genética, se tengan grandes avances en Medicina y Cirugía, en los medios de comunicación, un mejor conocimiento del Cosmos, de la materia universal, etc.
El hombre siempre inconforme y lleno de inquietudes, se lanza a la conquista del espacio y ha ido ya a la Luna, y proyecta un viaje al planeta Marte en busca de algún tipo de vida. Por ello, y por sus ansias crecientes en una lucha por el poder, se olvida del amor al prójimo, de que hay hambre en el mundo, con sed de justicia. Fabrica armas poderosas altamente mortales a la biosfera con riesgo del exterminio y las guerras son su mejor negocio, mientras el deterioro ambiental con la escasez de agua potable, el avance de los desiertos y la presencia de enfermedades autoinmunes, continúa adelante con la destrucción de la capa de ozono y las tierras, improductivas de alimentos.
La revisión de los acontecimientos históricos, respecto a los eventos de la Naturaleza, en la demostración de su fuerza y poderío como ejemplos de comparación, aprendizaje y advertencia, están los sismos, que han destruido ciudades enteras, los maremotos y tsunamis, las grandes erupciones de los volcanes, los temblores de Tokio y San Francisco, la erupción del Vesubio que sepultó a las ciudades de Pompeya y Herculano; el Krakatoa, el gran Diluvio bíblico, Sodoma y Gomorra, y sigue una enorme lista de desastres, como el último del 26 de diciembre de 2004, que arrasó a Indonesia, Tailandia, Indochina y Sri Lanka, con un tsunami brutal ocasionado por un sismo en el fondo del mar de más de nueve grados Richter. Mueren más de 200 mil personas, quedan numerosos niños abandonados y huérfanos, y esto es mayor que el ejemplo de soberbia humana cuando se arrojaron las bombas atómicas sobre Hiroshima y Nagasaki, en 1945.
El hombre con su potencialidad destructiva y en reto a la Naturaleza se convierte en un microbio iluso. Debe comprender que las cosas no van por allí, cuando está lleno de problemas psicosociales que resolver, además de los económicos, políticos y culturales.
Preguntémonos ahora ¿qué sería de la vida en la Tierra, si un solo día dejara el Sol de calentarnos?, ¿qué pasaría si cayese otro meteorito como el que cayó en Yucatán hace no menos de 230 millones de años, y movió el eje de la Tierra, desapareciendo los grandes reptiles y cambiando los climas? ¿qué sería de los seres vivos y el hombre si se fugaran las aguas de los océanos y el aire de la atmósfera? ¿qué pensaría usted si se repitiese un nuevo corrimiento de los continentes o si no simplemente aparecieran otros por la isostasia? ¿soportaríamos una nueva glaciación? Todo esto es motivo de reflexión... ¿No cree usted?