Ha muerto en Riad el rey de Arabia Saudí, Fahd ben Abdelaziz quien ascendiera al trono en 1982 tras la muerte de su hermano Jaled ben Abdelaziz, y ejerciera una monarquía a todas luces sui géneris en el Reino Saudí, con importantes mejoras en el entorno económico y de las relaciones exteriores con Occidente, pero también de mantenimiento de severas restricciones en el ámbito de los derechos humanos y de los derechos civiles a sus súbditos, además de apoyo financiero a grupos islámicos, incluso cercanos a posiciones integristas y violentas.
De los 23 años de reinado sólo 13 fueron efectivos, ya que los diez más recientes vieron diezmada su capacidad, tras sufrir un derrame cerebral, por lo que Fahd dejó las riendas del poder en favor del heredero, Abdalá ben Abdelaziz, su hermano, ahora rápidamente investido monarca saudí.
El reinado de Fahd fue polémico y contradictorio. En estos años, Riad ha estado en primera línea de la actualidad política, mundial y regional principalmente por ser el país productor de petróleo más importante del mundo, circunstancia que convirtió a Fahd no sólo en un individuo dueño de una riqueza incalculable, sino a demás convirtió a su país en ambicionado aliado para las grandes potencias.
Al tiempo que Fahd estrechó relaciones con Estados Unidos, también lo hizo con los sectores más conservadores del integrismo islámico y con el nacionalismo árabe, en particular el de los palestinos.
Cuando asumió el trono en 1982, aún estaba fresca la fundación de la República Islámica de Irán por el Ayatolá Jomeini, que protagonizó la revolución de 1979. En ese mismo año, la Familia Saud tuvo que hacer frente a la ocupación de la mezquita de La Meca por seguidores de una corriente islamista que proclamaba que la familia real de Arabia Saudí no era lo suficientemente religiosa como para gobernar el país.
Sin embargo a fin de cuentas el rey Fahd supo desarrollar un hábil papel moderador para toda la álgida la región de Oriente Medio. En este capítulo destaca el hecho de que Arabia Saudí aceptó que Estados Unidos instalase bases militares en su territorio tras la primera Guerra del Golfo en 1990, lo que provocó las iras de los sectores conservadores y fundamentalistas islámicos.
También como parte de la cooperación con Washington, movilizó en los años ochenta a súbditos saudíes a luchar contra la ocupación soviética de Afganistán, de ahí surge el liderazgo de Osama bin Laden, quién es descrito por el propio Fahd como “ardiente partidario” de los muyahidines afganos.
Las sospechas de que Arabia Saudí financiaba indirectamente el extremismo islámico se hicieron patentes cuando se constató que 15 de los 19 pilotos suicidas que protagonizaron los atentados del 11-S resultaron ser saudíes, incluido el ya tristemente famoso Jefe Atta, si no de nacimiento sí al portar pasaporte.
Sin embargo eso no fue óbice para que desde sus territorios se organizase la campaña militar aliada que derrocó a Saddam Hussein en Irak, manteniéndose con ello entre esas dos aguas en las que siempre navegó.