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De otros informes

Adela Celorio

“¡Santo Santo Santo! Señor Dios de los ejércitos, llenos están los cielos y la tierra de tu gloria”.

No exactamente, no con las mismas palabras pero sí con la misma intención de alabanza, se respondían los informes de los PRIsidentes.

Si había suerte, el Prisidente en turno se pasaba algunas horas recitando números incomprensibles ante un público que festejaba y aplaudía con un lameguevismo abyecto. Si no había suerte como sucedió el primero de Septiembre de 1969; la audiencia tuvo que tragar camote y escuchar silenciosa y resignada la forma abusiva en que Gustavo Díaz Ordaz después de mandar masacrar a los estudiantes, los acusó de pobreza ideológica, violencia, rencor, negación sectaria, irritación subjetiva, ilegalidad y conspiración. Bárbaro ¿no?

Como todo mayor de edad pudo constatar, los Prisidentes reunían en su persona todo el poder y los flamígeros rayos de su infalible dedazo lo mismo fulminaban enemigos que otorgaban cornucopias a aduladores y socios. Los Prisidentes contaban con una Cámara solidaria que jamás se hubiera permitido cuestionar porque su misión era aplaudir, y se apoyaban en unas esposas más o menos prudentes que contentísimas con su ración de poder y los chorros de dinero que les otorgaba su estatus, se mantenían “atrás de la raya que estoy trabajando”.

Los Prisidentes tenían hermanos, compadres y amantes a quienes colmaban de Privilegios sin que nadie pestañeara por ello. Como diosecillos tuertos en tierra de ciegos, a los Prisidentes no se les exigía nada, más bien se les agradecía por el solo hecho de “ser vos quien sois”.

Mientras la economía del país se tambaleaba por sus errores, los Prisidentes terminaban su mandato ricos como Cresos sin que nadie se atreviera a cuestionar el origen “inexplicable” de su fortuna, tan inmensa como para que viva hasta su cuarta y quinta generación sin necesidad de dar golpe.

Aún hoy, los ex Prisidentes, sus hijos, sus hermanos y sus mujeres y ex mujeres; exhiben impúdicos sus riquezas frente a la pobreza de millones de mexicanos sin que nadie se atreva a cuestionarlos.

Quién nos hubiera dicho que terminaríamos pagando una pensión vitalicia y Prisidencial a Sacha Montenegro y su prole. Que crearon las Instituciones que hoy disfrutamos, repiten los exPrisidentes. Es verdad que las crearon pero después las llevaron a la bancarrota económica y moral en que hoy se encuentran: verbigracia el Seguro Social.

Recordar todo esto es ponerle chile y limón a la herida, pero es necesario porque si olvidamos la siniestra historia del Prisidencialismo, podríamos caer en el error de darles una nueva oportunidad. Menos mal que ahí están Madrazo, Montiel, la Maistra (sic) Gordillo y tantos otros como pruebas vivientes del horror.

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