Todos los que habitamos este planeta andamos siempre en busca de ella.
Pocos son los que la consiguen.
Porque esperan más de lo que la vida misma les puede ofrecer.
Y es que hay una máxima muy sabia y muy elocuente que dice:
La felicidad no consiste en tener lo que queremos sino en querer lo que tenemos.
¿Y qué tenemos?
Se nos dio una cara, un cuerpo y sobre todo una mente para entendernos y entender a los demás.
Muchos no son conformes con lo que tienen y anhelan otras cosas.
Por las mañanas, muy temprano vemos a gente caminando o corriendo, lo hacen casi todos los días, y muchos de ellos quieren una figura mejor, casi perfecta.
Conocemos de personas matándose de hambre por quitarse kilos, lo que está mal pues todo debe ser planeado.
Sabemos de muchísimas personas que no están conformes con lo que tienen y poseen, quisieran más, aunque para ello tengan que llenarse de deudas y de problemas.
Para ir en busca de la felicidad debemos establecer lo que poseemos y lo que realmente necesitamos. Partir de un punto donde nos aceptemos tal cual somos, gordos, flacos, pobres, etc.
Muchas veces no coinciden nuestros deseos con lo que la vida nos ofrece y no por ello nos sentiremos defraudados. Hay cosas que no están para nosotros, como la riqueza que sólo es para unos cuantos, pero a cambio podemos tener la salud del cuerpo y de la mente.
La felicidad es aceptar primero nuestra vida a la que trataremos de mejorarle su destino.
Vivir bien y en paz con los nuestros es ya una dicha en sí. Saber tratar con cariño o amor a los seres queridos es ya un gran trozo de eso que llaman felicidad.
