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Semblanza | Sor Juana Inés de la Cruz

17 de abril de 2004.

México, (Notimex).- La poetisa Sor Juana Inés de la Cruz, quien con entereza se declaró en pro de la cultura de la mujer mexicana y a través de su obra sostuvo el derecho a disentir, murió en esta capital el 17 de abril de 1695.

La "Décima Musa", cuyo nombre completo es Juana Inés de Asbaje y Ramírez de Santillana, nació en la hacienda de San Miguel Nepantla, perteneciente hoy al Estado de México, el 12 de noviembre de 1651.

A los 3 años de edad ya asistía con una de sus hermanas a la escuela de una profesora de primeras letras, por lo que a los ocho años quiso ingresar a la Universidad de México y compuso el prólogo para una festividad.

En 1659 su madre la llevó a la capital, donde recibió del sacerdote Martín de Olivas sus primeras lecciones de latín, idioma que llegó a dominar con maestría.

Empeñosa en el estudio y muy obstinada, recurría al cruel medio de cortarse el cabello hasta no conseguir aprender lo que deseaba.

El 14 de agosto de 1667 ingresó como novicia a la orden de las Carmelitas Descalzas, de dende salió pocos meses después, debido a que no toleró el rigor de la orden.

Su obra comprende poesías líricas, dramáticas, alegóricas, sacras, festivas y populares. Escribía de continuo en verso y en prosa; a beneficio de los pobres, se deshizo de libros y múltiples instrumentos, hizo confesión general y redactó dos protestas que firmó con su sangre.

Consagrada al estudio, llegó a reunir cuatro mil libros, numerosos mapas e instrumentos musicales, pero sobre todo no dejó de suscitar y crearse envidias y problemas debido a su forma de pensar, escribir y actuar.

De natural belleza y talento, pronto cobró fama e ingresó en la corte, como dama de honor de la virreina Leonor María Carreto, marquesa de Mancera, a quien dedicaría algunos sonetos con el nombre de Laura.

Aunque admirada y cortejada decidió abrazar la existencia monástica. Dejó escrito que fue su deseo vivir sola, no tener ocupación alguna obligatoria que interviniera en la libertad de sus estudios, "ni el rumor de la comunidad que impidiese el sosegado silencio de mis libros".

Leía mucho y es de suponer que sus autores favoritos fueron los clásicos latinos y españoles como Virgilio, Horacio, Ovidio, Garcilaso de la Vega y Luis de Góngora y Argote.

En 1669 tomó los hábitos en el convento de San Jerónimo, donde pasó el resto de su vida y falleció de una fiebre maligna, contagiada al cuidar a sus hermanas enfermas durante una epidemia en 1695, año de su deceso.

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