El director de una empresa proveedora de materiales auxiliares para la industria llantera, el doctor Luis H. Torres Cruz, me dirigió una extensa carta relativa al texto aparecido en este mismo lugar el 20 de enero, acerca de la huelga de dos años en la compañía hulera Euzkadi. Es imposible reflejar en estas páginas la totalidad de la correspondencia que suscita la Plaza Pública, por lo que sólo ocasionalmente hago excepciones para no incurrir sistemáticamente en escoger de modo arbitrario. No quiero dejar pasar estas líneas, sin embargo, por la información que aporta a los lectores y por su enfoque crítico de lo que denomina intransigencia sindical, con lo que se completa el punto de vista que suelo exponer en esta materia.
“Nos ha tocado sufrir en carne propia la desintegración de la industria hulera”, dice el doctor Torres Cruz. A su juicio, el contrato Ley que rige en esa actividad, “al pretender defender a los obreros, provocó que las fábricas de llantas perdieran por completo su competitividad, aun ante las empresas establecidas en Estados Unidos y finalmente su cierre. Más grave aún, la cerrazón de algunos de sus líderes —en particular Euzkadi y Good Year— impidió salvar las plantas en mejores condiciones. Al no lograr conciliar sus intereses con los de los directivos, perdieron su fuente de trabajo”.
Pregunta (e implica la respuesta) nuestro corresponsal, si se puede obligar a un empresario a mantener la fuente de empleo cuando sufre pérdidas constantes. Claro que no. Pero si ha de concluir sus labores y contrata con un sindicato, la terminación de las actividades debe hacerse de manera bilateral, no simplemente dando aviso de esa decisión, sin dar ocasión a examinar alternativas y sin que las liquidaciones, llegado el caso, sean determinadas por las dos partes y no unilateralmente por la empresa fatigada. “Se consumen en México —nos dice don Luis H.— aproximadamente 25 millones de llantas al año. Hasta hace cinco, el 95 por ciento de las mismas era hecho en México. Hoy en día, tras el cierre de Good Year Oxo, Euzkadi Guadalajara, etc., no llega al 50 por ciento la producción nacional. Cuando un obrero de Euzkadi decide no ceder cuando se le pide que aumente su productividad, pierde su empleo y desaparecen dos o tres más... en la cadena productiva”.
Torres Cruz señala algunos ejemplos de improductividad: “En la industria fabricante de llantas, el mezclador denominado Banbury es la máquina más importante, llegando a costar diez millones de dólares y cuya operación continua es esencial. Hace algún tiempo, iniciamos las pruebas para vender un producto en Good Year Oxo que era y con mucho, el fabricante de llantas más grande de México. Dichas pruebas tenían que suspenderse todos los días. Uno de los puntos de conflicto entre el sindicato de Good Year y los ingenieros de planta, fue que para el almuerzo de los obreros era necesario detener la operación del Banbury durante 1/2 hora por turno, más lo que tardara en arrancar nuevamente. Es decir, la empresa detenía la operación de dicha maquinaria durante dos horas aproximadamente, porque los obreros nunca aceptaron tomar sus alimentos en forma escalonada, pues así lo estipulaba el contrato colectivo. Ni aceptaron trabajar cuatro veces a la semana en turnos de 12 x 12, usuales en Europa, porque así lo estipulaba el contrato colectivo. Y podríamos seguir con otros ejemplos. Lo anterior lo viví en carne propia. La empresa cerró. Las llantas Good Year se importan. El cierre puede atribuirse directamente a la intransigencia sindical”.
Narra otro percance nuestro lector: “En la planta Euzkadi de la Presa, que fabricaba cámaras para camión, se usaba talco como antiadherente, soplándolo en el interior de las mismas al tubular y que posteriormente volaba sobre maquinaria y pisos y a los pulmones del personal. Nos llamaron para implementar un producto que habíamos vendido desde 1984 a la Cía. Hulera Tornel, líquido sin polvos volátiles. Iniciamos pruebas. El sindicato se opuso, pues esto iba a traducirse en la eliminación de dos puestos de barrendero. Además, perdían demasiado tiempo en las pruebas. La empresa cerró”.
Y a propósito de Tornel, recuerda que “es una empresa familiar: cuatro generaciones han trabajado en ella desde 1934. Don Armando, segunda generación, a los 93 años asiste cotidianamente a trabajar, es presidente del consejo y está al corriente de todos los detalles en la misma. La tercera generación, Salvador, Armando Jr. (qepd), Raúl y Juan Carlos, transformaron a la empresa y la 4a. generación, Carlos, dirige las labores cotidianas y ha logrado casi igualar en producción a las otras dos empresas extranjeras aun en operación en México, Firestone y Continental. Producen 15 mil llantas diarias, exportan el 40 por ciento de su producción y le maquilan llantas a Michelin, quien supervisa continuamente la calidad. Sobreviven, en la expresión selvática del término, ante la sobrecapacidad mundial y las dificultades financieras de nuestro país.
“En 1992, el sindicato de dicha empresa inició una huelga salvaje para intentar cambiar la empresa a cooperativa. Un líder sindical les ofreció a los obreros quedarse con la empresa. Estuvieron muy cerca de lograrlo. Finalmente, se indemnizó a una gran parte de los obreros, quienes con dicho producto se implantaron en Morelia, para producir llantas de bicicleta, compitiendo contra Hulera Tornel”. Contaba con apoyo gubernamental que al cesar obligaron al cierre de la cooperativa Tradehm.