El diagnóstico es simplemente demoledor: “México carece de una cultura de trabajo conjunto entre las instituciones más allá de los ámbitos de competencia, la que no permite generar compromisos compartidos y por lo tanto, dificulta los resultados”.
Y más por venir de donde viene, del representante de la Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos en México, Anders Kompass, quien sentencia que en las condiciones actuales, nuestro país no tiene capacidad de competir con países como China.
Y la estocada final la da el propio Kompass cuando advierte que para eliminar los profundos, graves rezagos que sufre el país, no ha sido suficiente la buena voluntad del Gobierno Federal, pues se requiere un trabajo conjunto que involucre al Congreso de la Unión, al Poder Judicial y a los Gobiernos estatales y municipales. Fatalmente, la aseveración refiere un alto nivel de debilidad de aquellos que hoy cargan la gravísima responsabilidad de sacar adelante al país en un mundo globalizado y cada día más exigente.
Por si fuera poco, el mismo representante de la Oficina del Alto Comisionado de la ONU señala que los partidos políticos tienen la enorme responsabilidad de ponerse de acuerdo y concerten las reformas que requiere el país, a fin de generar cambios que “terminen con toda una estructura jurídica arcaica que ya no se adapta a las necesidades de la población y sobre todo, que permita competir en el mercado internacional”, pero desgraciadamente, nuestra clase política se empeña en demostrar su incapacidad de lograr acuerdos.
La esperanza es lo último que muere y entonces queda el deseo de que el severo diagnóstico de Anders Kompas no pase desapercibido por aquellos que tienen hoy en sus manos la obligación de hacer justo lo que el país necesita y no lo que dictan sus particulares agendas partidistas.
