Hong Kong, (EFE).- En una ciudad tan activa y sofocante como Hong Kong, casarse por lo civil es un trámite que se ventila más rápido que un corte de pelo.
Al grito de "¡siguiente!", los responsables del registro matrimonial atienden con profesionalidad la fila de novios de frac y novias de vestidos blancos, y, cada quince minutos, ofician una ceremonia y reparten amor eterno.
El registro del Ayuntamiento, a cien metros de la antigua casa del gobernador británico, ahora sede del Parlamento local, es el lugar más popular para contraer matrimonio, con sus dos salas con mesas de mármol y paredes de color rosa.
Tanto éste, como la media docena de registros que hay repartidos por la metrópoli, unen oficialmente cada día a decenas de parejas.
En el registro del Ayuntamiento, en pleno distrito financiero, parejas, invitados, el fotógrafo y algún espontáneo se apelmazan a la puerta de la sala asignada, ya que el único requisito que exige el protocolo es aparecer quince minutos antes de la ceremonia con una identificación.
La puntualidad es esencial, preferentemente la británica, pues la reserva de la sala expira en un cuarto de hora.
Tras abonar al erario local los 92 dólares estipulados, un funcionario se encarga de que los novios lean en voz alta un breve juramento (en inglés o en chino, aquí no hay alternativas) y después indica a los testigos dónde deben firmar.
Rubricada el acta, el mismo funcionario clama solemne: "¡La ceremonia ha terminado!", señal para que los recién casados abandonen apresuradamente la estancia por la puerta de atrás y accedan a la explanada que da a la tumba del soldado desconocido, donde suele comenzar la sesión fotográfica.
Casi siembre, la sesión fotográfica se prolonga en el embarcadero de Queen's, antes de ir a comer el tradicional "dim sum" en algún restaurante cercano.
Otros, los más británicos, prefieren dar el "sí, quiero" a las nueve de la mañana, para celebrar el enlace con un té con pastas, mientras que los más prácticos celebran el enlace durante el descanso para la hora del almuerzo, para que los invitados puedan volver a la oficina si haber incurrido en una ausencia.
"Quizá sea una ceremonia muy rápida, pero lo cierto es que los funcionarios que se encargan de dirigirla se toman muy en serio lo que significa este momento para las parejas", relata a EFE un ciudadano holandés que se casó hace poco aquí con su novia china.
Ciudad cosmopolita como ninguna otra en Asia, Hong Kong casa a cualquier pareja del mundo, sea de la nacionalidad que sea, residente o no, con la única condición de que los solicitantes presenten una fotocopia de sus pasaportes y reserven su cuarto de hora con 15 días de antelación.
Es un trámite tan sencillo que muchos prefieren casarse en el Ayuntamiento que en su consulado, donde generalmente, sobre todo en el caso de los europeos, se exige una tonelada de papeles.
De la misma manera, la eficiente administración de Hong Kong divorcia igual de fácil.