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Bartola y sus dos pesos

Jorge Zepeda Patterson

Es el petróleo, tontos. Es una frase que, con la escasa sutileza que le caracteriza, Fox podría asestarle a la Cámara de Diputados en su querella sobre el presupuesto del próximo año. Parafraseando a Bill Clinton, Los Pinos bien podrían hacer notar que las realidades del mundo han venido al rescate del Presidente. El desplome del precio del barril deja en meros buenos deseos la ampliación del gasto que los legisladores han exigido. Como es sabido, los diputados dilataron el gasto en más de 30 mil millones de pesos, considerando un precio promedio por barril de petróleo mexicano equivalente a 27 dólares a lo largo del próximo año, en lugar de los 23 que calculó el Ejecutivo.

Tenían razones para proponerlo así: cuando votaron la Ley de Ingresos (28 de octubre) el barril estaba a 39 dólares y cuando la ratificaron (13 de noviembre) todavía se encontraba a 32 dólares. Los legisladores querían evitar que el Ejecutivo les metiera el gol que acostumbra anotarles cada año: desde hace mucho tiempo, el presidente en funciones envía al Congreso un proyecto de presupuesto calculado a partir de ingresos petroleros supuestamente bajos (asumiendo un precio de barril por debajo del esperado). Luego, cuando los ingresos reales resultan por encima de lo aprobado (gracias a un precio de barril superior al “previsto”), Hacienda logra una cifra extra sin que haya quedado etiquetada, lo cual ofrece al Ejecutivo una considerable cantidad para ser utilizada en otros proyectos más discrecionales. Cuando el Presidente envió a la Cámara su proyecto de presupuesto en septiembre pasado, lo hizo con una estimación de 23 dólares por barril, cuando el precio internacional era de 32 y se encontraba en plena alza.

Unas semanas más tarde, superó la barrera de los 40 dólares y todo indicaba que el Presidente se estaba pasando de listo.

Los legisladores quisieron eliminar esta artimaña mediante el simple expediente de calcular un precio de barril más realista. El problema es que se les pasó la mano y acabaron siendo víctimas de su propia argucia.

El viernes pasado el precio del petróleo se había desplomado a 26 dólares, a pesar de ser invierno y continuar la guerra en Irak y todo hace suponer que el próximo año podría seguir descendiendo. El precio histórico ha rondado los 20 dólares y aún cuando la OPEP (Organización de Países Exportadores de Petróleo) buscará defender un piso mínimo de 25 dólares, lo más probable es que la estimación de 23 dólares del Gobierno de Fox se acerque mucho más a la realidad que los 27 establecidos por los diputados. En plata pura, ello significa que el Gobierno tendrá menos dinero que el gasto exigido por los diputados para el próximo año.

Hace un par de semanas, en este mismo espacio, comenté que en el debate del presupuesto resultaba imposible para la opinión pública saber cuál de los dos puntos de vista tiene la razón técnicamente hablando. Los mexicanos tendríamos que empaparnos en todos los detalles para estar en condiciones de dictaminar si es mejor desplazar 300 millones de pesos de la partida de bibliotecas a la de carreteras o viceversa.

En ese texto argumenté a favor del derecho que tienen los legisladores para ajustar los criterios con los que se gasta el presupuesto, para asegurase que responda a los intereses de la población mexicana en su conjunto. Argumenté que, justamente, para eso tenemos 500 diputados (¿no podrían ser menos, por favor?); para reflejar la heterogeneidad de las regiones y la diversidad de los grupos sociales y sus distintas necesidades y expectativas. Critiqué, también, la reacción iracunda del presidente y su discurso hostil hacia los legisladores, porque siguiendo esa vía Fox impedía cualquier tipo de negociación para ajustar o corregir el presupuesto que emanó de la Cámara.

En el fondo, advertí, el problema es que Vicente Fox se asume a sí mismo como un Presidente legítimo, elegido por el voto popular y actúa como si los diputados, por el contrario, estuvieran allí por politiquerías. Fox no quiere aceptar que ellos legislan por las mismas razones que él vive en Los Pinos: a ambos los eligió el voto de los mexicanos.

Ahora bien, el petróleo cambia la naturaleza de la disputa. La Ley otorga a los diputados la última palabra en materia de definición del presupuesto. Es su prerrogativa y lo que haga Fox por la vía de la confrontación será tan efectivo como un simple pataleo.

Pero lo que no puede hacer el Congreso es exigirle al Gobierno que gaste 12 pesos si éste sólo va a recibir diez (maniatándolo, por Ley, a un endeudamiento máximo de sólo un peso). Las leyes mexicanas no pueden estar por encima de las leyes de la aritmética. Me parece correcto que el Congreso redefina algunos criterios del presupuesto público, toda vez que el Gobierno no se ha caracterizado por tener las mejores prioridades en materia de gasto social y cultural. De igual forma, encuentro explicable la irritación de los diputados por la forma en que los encaró el Presidente (incluso si éste tiene la razón en alguno de sus argumentos).

Lo que no podemos aceptar es que los legisladores actúen irresponsablemente sólo por ganar una disputa. Ninguna legislación puede autorizar a los diputados a hacerle al Pedro Infante quien exigía a su Bartola hacer el gasto con apenas dos pesos. Mantengan sus criterios, pero ajusten las cantidades.

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