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Miasmas.../Hora Cero

Roberto Orozco Melo

Parras de la Fuente ha sido dependiente de dos actividades económicas principales: la industria textil y la industria vitivinícola. Ello es palpable desde la mitad del siglo XIX, aunque en el último tercio del siglo XX, de una floreciente industria vitivinícola sólo ha subsistido la Casa Madero con sus antiguas Bodegas de San Lorenzo en forma aparentemente organizada, productiva y rentable.

La industria textil sufrió avatares negativos en el siglo XIX y el XX, pero en la globalización experimentó un repunte comercial, tanto en La Estrella como en la recién inaugurada Parras Cone. Su dinamismo se refleja en otras actividades económicas de la ciudad y por esa razón los parrenses nos sentimos satisfechos de FLESA y de Casa Madero. Pero...

Existe un serio problema con la Fábrica La Estrella. Ésta es la historia: La empresa textil concesionó varios años sus deshechos de aguas industriales para uso de riego en las nogaleras, hasta donde sabe el columnista nunca hubo entonces queja alguna sobre la calidad del agua porque, aunque añilada, resultaba inocua, pues en el entintado de la mezclilla usaban colorantes de origen vegetal. Era un agua barata, relativamente inodora, pura e inofensiva en apariencia, asi que usarla resultaba práctico y barato.

De repente aquel líquido cambió. Los fruticultores percibieron que hacía daño a sus plantaciones. El descubrimiento provocó alarma. El agua que antes discurría por las acequias era un fluido ligeramente salobre, pero delgado y sano. El que verían correr después parecía agua muerta y podrida pues hedía, se espesaba y producía nata en sitios donde cualquier accidente del terreno la detenía; igualmente carcomía y devastaba las paredes del arroyo.

Los daños que causaría aquel húmedo elemento, de seguir fluyendo, serían graves, de consecuencias sanitarias y económicas impredecibles y por lo tanto resultaba urgente que intervinieran las autoridades federales, estatales y municipales. La evidencia de daños está expresada en la secular nogalera grande, que don Evaristo Madero plantó en el Siglo XIX. Regada por esas malas aguas se deterioraron los centenarios árboles hasta que cayeron o fueron derrumbados. Lo que allí se observa ahora puede ser, apenas, una predicción sobre el futuro que espera a Parras si no se corrige la agresión ecológica que hoy sufre...

La empresa textil arroja aguas negras que conducen placas sólidas formadas en el proceso de entintado de telas, y van a dar al lecho del arroyo Puentecillos, amenazando la subsistencia de la reserva vegetal Providencia.

Los efectos nocivos de dichas aguas puercas, dañarán irremisiblemente las tierras y a quienes las habitan en las áreas urbanizadas aledañas, ranchos y fraccionamientos campestres que se extienden en la microregión hasta las arboledas que circundan al Rincón del Montero.

Por definición de la ley, los arroyos son propiedad federal y su atención jurídica y técnica compete a la Comisión Nacional del Agua. Si una persona física o moral infesta un arroyo, comete un delito previsto en los códigos, el cual incita la acción de la autoridad federal competente. Esa autoridad es precisamente Conagua, aunque en forma paralela también tienen ingerencia en el saneamiento ambiental la Secretaría de Salud Pública, la Secretaría de Desarrollo Urbano y Ecología, del Gobierno Federal y las direcciones estatal y municipal de Coahuila.

Sin embargo, los funcionarios parecen despreocupados. La actitud forma parte de nuestra idiosincracia. ¿Cómo se forma un funcionario ecológico? me preguntaron hace algunos días. Muy fácil, respondí: primero se inscribe en una organización civil que tenga por meta el saneamiento ambiental. Entonces calificará como defensor ecológico. Poco después el individuo aparecerá adiario en los medios de comunicación planteando con agresividad los problemas ambientales; así se hará notar y más temprano que tarde será llamado a un cargo oficial en el area respectiva. Luego, ya en la nómina, seacostumbrará a una pacífica rutina, pospondrá cualquier investigación de problemas ambientales y reblandecerá la energía con que antes solía denunciar a los violadores del estatus ecológico desde las ONGs.

Creo que esto sucede con el caso de Parras, pero si me equivoco tendría mucho gusto en reconocerlo. Desde hace muchos años se derraman en Puentecillos las aguas podridas de la fábrica textil y no las han podido controlar a pesar de que las leyes del medio ambiente la obligan a hacerlo. Las autoridades ecológicas federal o estatal deberían haber dado un ultimátum a los empresarios responsables, so pena de sanciones económicas consistentes y aún corporales, pues la gravedad de la contaminación ambiental lo amerita. ¿Y qué ha pasado? Nada. Parras va a resentir pérdidas en la fruticultura, pérdida del turismo que hoy lo visita y un doloroso

deterioro del medio ambiente, pero ¿quién responderá por ello?....

Ya concluido este artículo me entero de que hace dos años Conagua dio un plazo de cinco años a FLESA para reciclar y sanear sus aguas negras. Mire qué bueno, ya nada más les faltan tres años para cumplir. Y mientras tanto, que se frieguen y refrieguen quienes respiran sus miasmas...

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