En el libro titulado Mi vida es Cristo, el padre Marcial Maciel Degollado responde a la campaña emprendida a nivel mundial, en virtud de la cual se le acusa de toxicomanía, abuso sexual y manipulación sicológica.
La campaña alcanza su punto culminante en la publicación de El Legionario, libelo que contiene señalamientos en contra del Padre Maciel, cuyo autor es un ex sacerdote que defeccionó de la Legión de Cristo.
El tema es relevante en virtud de que la Legión de Cristo es la congregación sacerdotal y religiosa mas fructífera en vocaciones consagradas de la Iglesia Católica y su brazo seglar el Movimiento Regnum Christi, es una organización de fieles tan influyente en la sociedad como el Opus Dei.
Las acusaciones de que ha sido objeto el Padre Maciel no han sido demostradas, pero su sola existencia, gravedad y amplia difusión, implican un escándalo que obliga al Fundador a fijar postura. El libro que se comenta contiene una entrevista que hace el periodista español Jesús Colina al Padre Maciel, que edita Fundación Logos. Con independencia de la polémica en torno de la campaña de desprestigio, la lectura de Mi Vida es Cristo resulta de gran provecho para cualquier interesado en el papel de la Iglesia en el mundo actual.
El entrevistador plantea las objeciones principales que se hacen a la persona y a la obra de Maciel Degollado, a una altura que trasciende el nivel de las acusaciones. El Padre Maciel refiere a los cargos como parte de la confrontación entre toda obra cristiana con los poderes del mundo, la cercanía de su acusador la explica con el obvio arquetipo del Iscariote y fiel al lema de la Congregación de combatir el mal haciendo el bien, expone su versión respecto a su propia trayectoria y la obra a la que ha entregado su vida, desde que dejó el hogar paterno a la edad de diez y seis años.
Relata Maciel impresiones de infancia en su pueblo de Cotija, Michoacán, durante la persecución religiosa. Su tío Jesús Degollado Guizar fue el último general en jefe del Ejército Cristero y el encargado de capitular a raíz de los arreglos entre Iglesia y Gobierno. La visión dantesca de la guerra y la penosa situación de la Iglesia en aquellos días, inspiraron en el adolescente una vocación específica al encuentro y formación de futuros sacerdotes.
Este deseo llevado a obsesión le complicó sus años de seminario, porque los superiores no veían con buenos ojos su proselitismo tendiente a la fundación de una nueva Congregación, que consideraban caprichoso, inoportuno y prematuro. Después de su expulsión del seminario de Montezuma, Maciel estableció una extensión del seminario menor de Cuernavaca en la ciudad de México, bajo el patrocinio de Monseñor Francisco González Arias, obispo de aquella diócesis.
Fue así como el joven Maciel a los veinte años y sin ser aún ordenado sacerdote, se encontró al frente de un seminario que funcionaba en el sótano de una casona de la Capital y como fundador de una Congregación a la que llamó Misioneros del Sagrado Corazón de Jesús y después Legión de Cristo.
El desarrollo de la Legión de Cristo ha sido tan rápido, que algunos lo consideran sospechoso y otros milagroso. La Segunda Guerra Mundial dejó un saldo de gran indiferencia religiosa en Europa, que hizo al Vaticano voltear hacia otros continentes en pos de reservas espirituales. Esto ofreció oportunidad al pronto reconocimiento de la Legión por parte del Papa Pío XII y que los primeros jóvenes formados por Maciel en México continuaran sus estudios en seminarios del Viejo Mundo, lo que determinó los resultados de la obra.
En tan sólo sesenta y tres años y pese al sorteo de muy grandes y diversas dificultades, la Legión ha extendido por todo el orbe sus seminarios y casas de formación para sacerdotes y consagrados y ha puesto Colegios y Universidades a disposición de la juventud laica.
El fundador de la Legión expresa su intención de formar a sus seminaristas para el mundo de hoy, en la tradición del sacerdocio católico, a partir de la encarnación del Verbo como hecho histórico y sobre las bases teológicas y filosóficas de la Patrística y la Escolástica.
Sin dejar de reconocer los frutos positivos del Concilio Vaticano II, Maciel cuestiona con insistencia los excesos cometidos en nombre de dicho Concilio y responde sobre los importantes temas del reclutamiento de vocaciones tempranas entre niños y adolescentes, su visión intransigente sobre el celibato sacerdotal, el voto especial de obediencia a la luz de la libertad humana y las acusaciones relativas al presunto “elitismo” de la Orden y el acopio de recursos económicos. En fin, es un libro que es necesario leer, para tener una visión completa del debatido tema.
El recelo hacia los fenómenos religiosos emergentes no es nuevo, ni siquiera al interior de la Iglesia. Basta repasar el texto del Evangelio que se proclamó en Misa el domingo pasado (Marcos 9,38-48), que refiere que Juan le dijo a Jesús: “Hemos visto a uno que expulsaba a los demonios en tu nombre y como no es de los nuestros se lo prohibimos”. Pero Jesús le respondió: “No se lo prohíban porque no hay ninguno que haga milagros en mi nombre, que luego sea capaz de hablar mal de mí..”.