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Feliz cumpleaños a mí

Adela Celorio

Ahora que cumples un año más, que estés contento con tus papás, pide un deseo y pórtate bien, y apaga las velas soplando el pastel

Haber nacido el día de muertos es mi primera e involuntaria contradicción, la otra, que me hayan puesto Santa como primer nombre. Después de eso, las contradicciones han sido una constante en mi vida, por lo que no me cuesta trabajo reconocer que cumplir un año más, es para mí un acontecimiento tan ácido como feliz.

Ácido por todos los sueños que han quedado sepultados bajo los escombros del tiempo, por las aventuras a las que no me atreví, por constatar que la vida -aunque de manera gentil- poco a poco ha empezado a abandonarme y por los veinte años en que como Penélope, tejí durante el día y destejí durante la noche una sucesión de labores, ni agradecidas ni pagadas por nadie.

Feliz porque de mis trabajos de amor perdidos, quedaron los hijos y los retoños de los hijos que llenan hoy mi vida de trinos. Feliz por las alas que por fin han podido crecerme y por la libertad de que disfruto ahora para recrearme a mi regalado gusto.

De pequeña quería ser escritora. ¿Escritora tú? Mira niña, no inventes, tú vas a ser mamá. Y obedecí porque cuando yo era niña, callar y obedecer eran las únicas opciones. Había que ser humilde y nunca atreverse a tener, ya no digamos malos pensamientos, ni siquiera pensamientos. Papá pensaba por mí. A los quince años soplé las velas de mi primer pastel. El siguiente pastel al que soplé fue el de bodas.

Los vientos libertarios de los ochenta me encontraron ocupada y tuve que tropezarme con la experiencia del nido vacío para comenzar a preguntarme con mucho miedo: Además de esposa y madre ¿quién soy yo? ¿Hacia dónde quiero ir ahora?

Tengo que confesar que para la primera pregunta no he encontrado aún la respuesta. Hay tantas y tan diferentes mujeres en mí, dependiendo de cómo amanece el día, de las dosis de amor que doy y que recibo, del libro que estoy leyendo y hasta del movimiento lunar, que la respuesta sería que soy una multitud.

En cuanto a dónde voy, pues voy a leer y voy a escribir. Además, como ahora ya puedo volar, volé con el Querubín a celebrar mi cumpleaños a orillas del mar de Cortés, que como un gato de angora llega a echarse en las playas de Loreto, allá en el centro de la Baja California. Estuve feliz aunque me faltaron los abrazos de quienes no pudieron acompañarme hasta allá y -no hay que olvidar que soy materialista- me faltó también un montón de regalos. [email protected]

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