El filósofo español, Fernando Savater, uno de los más fecundos, no solamente en Europa, sino en el mundo entero, acaba de lanzar a la luz pública su último libro intitulado “Ética, Política y Ciudadanía”. De fácil lectura y con mucha amenidad, Savater nos presenta reflexiones justas sobre los vínculos entre los tres términos y en ocasiones, lo hace con gracia y humor poco usuales. Savater es un escritor fecundo. Su obra ha sido tan fértil que ha sido traducida a varios idiomas.
Comienza su libro hablando precisamente sobre nuestro país. Savater dice que por su peso histórico, su personalidad cultural, su propio volumen geográfico, por su ubicación geoestratégica, México es un puntal muy importante para toda América. Y estoy de acuerdo con él. La que esto escribe puede asegurar que hay una transformación más positiva, más flexible en nuestra nación. Ello es indudable. Hoy la participación ciudadana, muchas veces a ciegas, pero sin dejar de ser participación, es un hecho.
Por ejemplo, hoy se imprimen en los periódicos, editoriales que hace apenas un par de décadas hubieran sido impensables. Por la radio, se discuten abiertamente todos los temas políticos y no en pocas ocasiones el péndulo se inclina hacia los extremos. Nuestra libertad es un hecho; qué hacer con ella es otro asunto. Sin embargo, no podemos negar que indudablemente ha habido avances.
Así la democracia no es tanto un asunto de casillas electorales, sino de que la ciudadanía comprenda la realidad, que explique su mundo para que pueda transformarlo. La autora de este artículo más filósofa que periodista, piensa que la democracia es un estilo de vida y no se define estrictamente, por el voto libre. Es una participación activa de la sociedad, en la creación de nuevas instituciones cuando las existencias están obsoletas y en unirse a las fuerzas productivas.
La democracia no puede emanar de las reformas a los códigos. La democracia surge realmente cuando la gente cambia. Porque hemos de recordar que el individuo en cualquier sociedad es solamente una parte de todo el engranaje que incluye a los políticos.
Sin embargo, es demasiado frecuente que las gentes culpen de sus males solamente a los políticos. Y es ello una actitud irresponsable. Los políticos emanan del gran todo del cual somos parte y compartimos la responsabilidad con ellos. Algunas veces me azoro, como editora de este Diario, de algunos artículos editoriales que en lugar de aclarar, confunden.
Comparto la idea de Savater de que los ciudadanos no tienen derecho a tantos lamentos, tantas quejas de la política si no hacen algo. La política no está integrada solamente de puestos públicos, de elecciones de todos niveles y de edificios gubernamentales. La política debe ser una conversación entre padres e hijos, maestros realmente educando a sus alumnos, induciéndose a una responsabilidad social y cívica.
En suma, el debate es necesario, pero sin virulencia ni afanes de venganza o no sería debate. Cuando eso sucede, vemos grupos de poder peleando contra otros, pero el debate debe de existir en todos los niveles ciudadanos. Pero, si las personas se quejan y sólo apuntan con el dedo a los políticos permanecen en un limbo mental repitiendo frases vacías de otros, entonces se convierten en cómplices de los que dicen denunciar.
Savater insiste mucho en la ética para mejorar a las personas y en consecuencia, a las instituciones. Y tiene razón, la ética es una verdadera reflexión sobre la libertad. Tiene una faceta, una dimensión personal en la búsqueda de la excelencia, de la perfección individual y una faceta social de nuestras relaciones con los demás.
Si los ciudadanos toman más conciencia de elevar su ética a nivel privado, es inevitable la transformación. Pero si insisten en buscar la magia a través de los políticos y demandan todo de ellos, no puede haber cambios.
Sin embargo y desviándome de la opinión de muchos colegas periodistas que culpan a individuos específicos, sobre tal o cual situación, tengo que decir que todo lo que ocurre en la sociedad proviene en su conjunto de las acciones de todos y no de unos cuantos.
Decía Montesquieu, uno de los grandes teóricos de la política del siglo XVIII para saber si en una comunidad hay tiranía, no hacía más falta que acercar el oído: Hay libertad; si no se oye nada hay tiranía. Claramente, nosotros vivimos en un régimen de libertad. Somos libres. Lo importante es qué hacemos con la libertad y no tan sólo apuntar el dedo para culpar, aparentando una inocencia que no tenemos, pero siendo elocuentes en grave irresponsabilidad, tanto de conciencia personal como social.