Juro que no iba a escribir sobre el tema. Juro que me iba a mantener totalmente al margen de un acontecimiento el cual se desarrollaría nada más en familia . Y juro que pensé que no era el momento de dedicarles un texto a los novios Fox. Pero cuando me enteré, que la prensa internacional no había cubierto la nota de la boda de Vicente Fox de la Concha, hijo del Presidente de México, así como “los portales electrónicos de los principales diarios de Estados Unidos: USA Today, The Washington Post, The New York Times, Los Ángeles Times, se pudo constatar que la noticia del enlace matrimonial de la joven pareja no mereció ningún espacio”.
Sinceramente sentí muy feo cuando leí que tampoco la prensa hispana, es decir, ni El País, ni ABC habían tocado el tema, “cediendo su espacio internacional a las notas relacionadas con las elecciones presidenciales en Brasil, y el supuesto nuevo golpe de Estado contra el presidente venezolano Hugo Sánchez”. Ni una palabra acerca de su boda, habían escrito, así mismo, los diarios argentinos como El Clarín y La Nación. Ni en el diario chileno El Mercurio se había publicado ni una sola línea ágata a propósito de su unión. “En El Espectador y El Mundo, diarios colombianos, tampoco se abordó el asunto. Tal parece que la boda de “Vicentillo” fue un asunto de primera plana sólo para la prensa local”, termina diciendo esta nota tan triste de un diario capitalino. Algo me dice que muchas o muchos de los lectores me encontrarán muy entrometida o bien, frívola, por atender un asunto que nada más les concierne a las familias involucradas. No faltará quien piense que con todos los problemas que aquejan actualmente al país, y al mundo, resulta totalmente ocioso escribir alrededor de esta boda. Pero, ¿saben qué? Soy una romántica empedernida. Si me he ocupado de tantos y tantos matrimonios a lo largo de mis 20 años de periodismo, ¿por qué no me ocuparía de la boda de “la gorda”, como llama “Vicentillo”, a la que ahora es su esposa, Paulina Rodríguez. Si escribí sobre la gran boda de Diana y el Príncipe de Gales, la del Tigre del Norte, Jorge Hernández con Blanca Torres, incluyendo la de Vicente Fox y Martha Sahagún, ¿por qué ignoraría a esta joven pareja de enamorados? “No, no es justo”, me dije ayer por la tarde mientras caía un chubasco de aquéllos en Tepoztlán.
De hecho, hacía dos semanas que me había enterado de su boda por boca de la madre de “Vicentillo”, Liliana de la Concha. Si mal no recuerdo fue el viernes 20 de septiembre. Esa tarde había ido a la boutique Frattina para comprar un vestido para otra boda, la de Agustín Barrios Gómez Jr. y Catalina que se llevaría a cabo, al otro día, en la ciudad de Monterrey. Estaba revisando los nuevos vestidos de Escada, que le acababan de llegar a la simpatiquísima y profesionalísima Neobe cuando de pronto, vi a una señora muy joven y grata probándose un vestido negro largo de tirantitos. “Si me permite entrometerme, quiero decirle que le queda muy bien”, le dije entrometiéndome. “¿De verdad? Ay, muchas gracias”, me dijo con una sonrisa espléndida. “Es para la boda de mi hijo”. “Pues le queda de maravilla. Además, está muy femenino. No lo piense dos veces”, agregué sinceramente. “Es para el matrimonio de “Vicentillo”, añadió la señora. “Pues va a estar muy orgulloso de su mamá”, le comenté. Seré, es cierto un poquito entrometida, pero eso sí muy discreta, ya que nunca le pregunté, a esta joven señora, quién era “Vicentillo”. No fue hasta que su madre me rectificó: “Es el hijo de Vicente Fox”. “¡Aaaaaaaaaaaah!”, exclamé con cara, esta vez sí de metiche. “Se casa el 5 de octubre”, me dijo mostrando dos hileras de dientes perfectos, blanquísimos. En ese momento, la visualicé cómo recordaba a Liliana, es decir, con frenos. Claro! Era ella, pero más rejuvenecida y delgada que como la recordaba. Llevaba el pelo muy cortito. Estaba bronceada y le brillaban muchísimo los ojos. Se veía muy ilusionada y entusiasmada por casar a su primer hijo.
“Yo la leo”, apuntó Liliana de la Concha sonriente. “¿Ah siiiiiiiiii?”, pregunté un poco temerosa. “Me cae muy bien. Me hace usted reír”, aseveró con la misma sonrisa. A partir de ese momento, empecé a recomendarle quién sabe cuántas cosas para que ese día, estuviera guapísima. Le conté de la boda de mi hijo Federico. Le dije que había tenido sentimientos encontrados al presenciar un acontecimiento tan importante. Las dos nos despedimos, como si hubiéramos jugado juntas a las muñecas, íntimas. En seguida proseguí con la búsqueda de mi vestido hasta que lo encontré.
A partir de ese encuentro no había día en que no buscara la noticia de los novios en nuestro periódico. Creo que fue el jueves pasado que leí por primera vez acerca de Paulina Rodríguez Dávila. La nota de Juan Manuel García decía que la vida de Paulina había cambiado desde hacía seis meses, en que Vicente Fox de la Concha, le propuesto matrimonio. En entrevista exclusiva y vía telefónica, Paulina, de 19 años, aseguró: “Me voy a arreglar ahí mismo en Los Pinos, en las cabañas donde viven las hermanas. No va a ser nada ostentoso, todo va a ser muy sencillo”. Hacía cuatro meses que “Vicentillo”, le había entregado el anillo de compromiso. “No me gustan los pasteles de más pisos, se me hacen cursis, pero no sé ni la forma ni el sabor porque la señora Marta (Sahagún) se está encargando de eso”, precisó la novia.
He de decir, que me dio mucho gusto, enterarme que Paulina de 18 años, continuaría después de casada, con su carrera de Psicología en la Universidad Iberoamericana de León.
No obstante, no pude evitar formularme una serie de preguntas que comenzaron a mortificarme. ¿Cómo será su vida ahora que se convertirá en la Señora Fox? ¿Cuántas presiones, de todo tipo, empezará a tener a partir del 5 de octubre? ¿Cuántos los compromisos? ¿Hasta qué punto perderá su libertad? Ahora que regrese a estudiar a León, ¿cómo la tratarán sus compañeras y maestros? ¿Terminarán “grillándola”, sus propia familia? ¿Estará ya acostumbrada a la presencia de los guaruras? ¿Cómo maneja una joven, tan joven, el hecho de que se haya convertido, de la noche a la mañana, en la nuera del señor Presidente en un país como el nuestro? ¿No se habrá sentido sumamente presionada entre tantos regalos de todo tipo, regalos que nunca se imaginó tener?
Mis temores se atenuaron un poco, cuando leí que Paulina estaba muy enamorada al admitir que: “Nos chiqueamos los dos, tenemos frases de cariño como la mayoría de las parejas, él me dice “gorda” y es todo. Nos gusta ir a los antros, al cine, nos la pasamos muy bien cuando estamos juntos, convivimos con nuestros amigos, muy normal...”.
Pero cuando vi la foto de los dos, confieso que me pregunté: “¿De veras será para ellos, todo como muy normal? Me temo que en México esto es imposible. Me temo que ahora que Paulina ya se convirtió en la señora Fox, no le faltarán las lambisconas y los lambiscones. No le faltarán los periodistas “metiches” que estarán observándola a cada paso. Algo me dice que los señores Rodríguez han de haber hablado de todo esto con su hija. Sin embargo, no puedo dejar de pensar que nuestra mentalidad tan a la mexicana respecto a cómo nos relacionamos con los poderosos, es tan apabullante, que quizá Paulina se sienta un poco rebasada. No quiero ser una aguafiestas ni mucho menos. Lo único que deseo, genuinamente, es que Paulina y Vicentillo sean felices. Tienen todo para serlo. Tal vez ése sea, precisamente, el problema que tienen todo, todo, todo, para ser una pareja felicísima.
Lo único que me consuela, es que Paulina será una futura psicóloga, lo cual le permitirá, espero, analizar con más objetividad y conocimiento su nueva realidad. Además, de qué me preocupo, si Vicentillo, se ve que está enamoradísimo.... ¡Felicidades!