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Independencia

Diálogo

YAMIL DARWICH

Pasado septiembre, de nuevo festejamos nuestra Independencia en el mes de la Patria, oportunidad de disfrutar con amigos y familia compartiendo el pan, la sal y bebidas "espirituosas". No me refiero al 27 de septiembre, fecha en que, en 1821, Agustín de Iturbide entrara a la Ciudad de México, encabezando un desfile triunfalista, sino al día 16, que anualmente nos denuncia calladamente la voluntad caprichosa de los gobernantes en turno, quienes siempre han abusado del puesto.

Cambiar la fecha del festejo, que solo marcó la real tendencia hacia la Independencia -oficialmente terminó hasta 1821- fue voluntad de Porfirio Díaz, quien aconsejado por sus achichincles, decidió señalar su cumpleaños haciendo coincidir fechas, pretendiendo marcar su inmortalidad nacional; su voluntarismo no fue original, el propio Iturbide, demoró su entrada a la capital, para desfilar hasta el 27, día en que nació.

Los caprichos de nuestras autoridades han sido marcados por el privilegiado abuso de poder que pocos han podido evadir; los casos son múltiples, empezando en nuestros orígenes, donde los indígenas promovían a su tlatoani caprichos en comida, vestuario, sexo y hasta zoológicos de humanos con defectos físicos.

Algunos tuvieron en sus manos la decisión sobre la vida o muerte de personajes, privilegio de poder que ajustaron a su voluntad auto-enriquecedora; no olvidemos que en manos de nuestro benemérito de las Américas, Benito Juárez, terminó la vida de Maximiliano, a quien bien pudo haberle perdonado la vida, fusilándolo a pesar de los ruegos de la esposa Carlota y las peticiones de indulto de autoridades europeas. Fue ajusticiado en el Cerro de las Campanas.

Fiestas con gran pompa, nombres de calles, colonias y ciudades, desfiles de "agachados", además de otros reconocimientos en vida, siempre han sido del agrado de nuestros líderes, aunque algunos de ellos los aceptaran con "extrema humildad".

De lo exótico tampoco pudimos evadirnos y, a nuestras costas, se dieron gustos de opulencia fingiendo servir a la Patria.

Un tanto moderado, Gustavo Días Ordaz, no evitó que corriera la creencia popular de que el compositor Manzanero, había escrito letra y música de "somos novios" para festejar a Lupita su esposa, egolatría que el propio autor desmintiera, eso sí, pasados muchos años.

Recuerde los gustos por los autos -y por las mujeres- de Adolfo López Mateos, quien en su constante insomnio gustaba correrlos a altas velocidades en el periférico de la capital; o los viajes de los más recientes, luego del apodado López "paseos", incluyendo a esposas y amigos con lujos sobrados.

López Portillo, llegó al extremo de cargar con pianos y abrir boquetes en hoteles europeos cumpliendo caprichos de la primera dama.

Dejando recuerdos, en el presente, tenemos el líder que renunció a vivir en medio de la opulencia de "Los Pinos", para "conformarse" con ocupar un ala de Palacio Nacional, incluidas las exquisiteces de muebles de colección, cuadros y demás decoraciones que recuerdan a la más alta aristocracia de la historia mexicana; claro que él repudia los excesos.

La lista pudiera ser inacabable en tan corto espacio, pero habrá que incluir los atropellos de los "retoños" de presidentes, que violaron la ley intencionalmente, realizaron viajes, fiestas, encerronas y más, con la paciente benevolencia paternal.

Las violaciones a la ley y atropellos también son repetidos y solapados, tradicional abuso de autoridad. Recuerde los recientes.

Las historias de corrupción quedan para otro Diálogo, usted puede memorar con enojo las tropelías de familiares cercanos y lejanos, hasta de amigos y políticos amparados por la gran "sombra del poderoso". Solo menciono dos: los de Carlos Romero Deschamps y los familiares de nuestro actual líder. Todos intocables.

En medio de todos esos datos históricos, los mexicanos continuamos festejando nuestra Independencia, la Revolución y las distintas fechas patrias; con ellas olvidamos infortunios y malos gobernantes. Existen pocos casos de decencia.

La pregunta es: ¿por qué nos someten con tales tropelías?

Es evidente que los mexicanos somos "dejados" y comparados con otros latinos, nuestras quejas son solo "llamaradas de petate" que los politiqueros abusivos saben como extinguirlas.

Los métodos evasivos usted los conoce: primero declarar desconocimiento y promesa de aplicar la ley; luego dejar pasar y que las notas periodísticas se vayan extinguiendo. Finalmente, ya en plena impunidad, reanudar los anti propósitos de su mal gobierno. La comparación "odiosa" es con Ángela Merkel.

Sé que le pudiera molestar el final del Diálogo, pero es conveniente reconocer nuestras deficiencias, para así poder mejorar nuestra vida nacional.

Vivimos una nación con poco análisis político ciudadano y carentes de voluntad para involucrarnos en la evaluación/exigencia del desempeño de politiqueros.

Por lo general, somos omisos en cumplir nuestras responsabilidades sociales y afectos a considerar como verdad el "no se puede", "nada se gana con participar" y otras frases que, populares, se hacen costumbre y penetran en nuestro yo interno.

¿Cómo ve, le seguimos?

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