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LA COLUMNA DEL PERRO

UN PERRO PARA LOS INVISIBLES

M.V.Z. MIGUEL DÁVILA DÁVILA

Hace poco una persona me llamó para decirme que me encargaba un perrito para adoptarlo, me insistió que de preferencia lo quería de talla mediana o grande para que me haga compañía me dijo, pero también para que cuide de mi y a mi casa. No es la primera vez que le llamo, anteriormente lo había hecho y le había dejado recado, pero no he encontrado un perrito que me guste y se acople a mí, es que vivo solo, y a veces me cala la soledad y necesito a alguien que me haga compañía, se lo encargo me dijo, no se le olvide cuando vea un perrito que pueda servir para los invisibles me avisa, le dejo mi número de teléfono.

A los pocos días, teníamos un perrito criollo de pelo corto, de ojos muy vivaces con mucha energía, pero a la vez muy obediente y bien portado, me acordé del señor que me había encargado un "amigo guardián", le llamé me puse de acuerdo para llevárselo y así lo hice.

Después de haberle entregado al perrito en adopción y de haberle dado todas las indicaciones para sus cuidados, le pregunté por qué me había dicho que quería un perrito para los invisibles, se quedó pensando un rato y su ánimo cambió después de haber estado muy risueño, se puso serio y me dijo: no sé dónde lo leí o quién me lo hizo ver, pero ahora aquí en mi casa y más desde que quedé viudo, parece que no existo para nadie de mi familia pues casi no me visitan y la casa que antes era muy ruidosa por mis hijos que entraban y salían, hoy está sola y lo único que se oye son mis tosidos y el tic tac del reloj.

Dicen que con la edad nos vamos volviendo invisibles, ya nadie lo ve a uno o aparentan que no lo ven, mi familia, es decir mis hijos están siempre ocupados los pobrecitos y cuando voy a visitarlos, están con mucha ansia conmigo como si les quitara el tiempo y con muy poca paciencia como si no me quisieran ver muy seguido.

Con lágrimas en los ojos me continuó diciendo: Y ni qué decir de mis nietos que casi no me ven, o no me ven porque ya no les gusta mi aspecto, porque estoy viejo o huelo feo, porque ya no les regalo cosas o no tengo dinero, o porque mi plática es sobre mis recuerdos y mis experiencias.

Pero no se crea que nada más me pasa a mí a muchas personas de mi edad, más o menos ricos o pobres les pasa lo mismo.

Me platican las personas de mi edad de mi camada que cuando van a la farmacia o a algún lugar a comprar algo a veces los atienden después que a las personas más jóvenes, o lo hacen de mala gana, sin voltearlos a ver a la cara o sin algún gesto de cortesía.

Lo tratan a uno como persona de segunda o como a un niño que no entiende y al poco tiempo empiezan a sacarle a uno la vuelta para no verlo, hasta llegar al extremo de aún en nuestra presencia ignorarnos, relegarnos como si no existiéramos.

Sí, me dijo, limpiándose las lágrimas, nos vamos volviendo como un mueble que alguna vez se compra con ilusión y que con el tiempo pasa de moda y se le quita del lugar preferido para arrumbarse en algún rincón de olvido, que no se puede tirar por lo que costó, pero que ahora estorba porque se ve feo viejo y pasado de moda.

Por la calle la cosa no varía, no le ceden a uno el paso, le echan el carro encima, porque les estorba el andar lento, no nos saludan los que nos conocen; en pocas palabras se vuelve uno invisible.

Me despedí prometiendo llamarle y dándole ánimo de mi parte (ánimo que en la actualidad también a mí me falta) y me fui triste pensando: ¿Qué tanto tiempo me faltará a mí para volverme invisible?

Y ahora para terminar una gota de filosofía: COMO TE VES ME VI, COMO ME VES TE VERÁS.

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