Se trataba de "Pita", una perrita de seis años de edad, nueve kilogramos de peso, raza pequeña criolla mezcla de Terrier, de excelente carácter, la llevaron para la aplicación de la vacuna antirrábica, su dueño muy amable, de unos cuarenta años de edad, hijo de un viejo colega y primo de un gran amigo y colega también.
Mientras preparaba el biológico recién lo extraje del refrigerador, platicamos de su primo, habíamos sido contemporáneos en la facultad y compañeros de trabajo, desafortunadamente había partido muy joven.
Al aplicar la vacuna en la pierna posterior se produjo un llanto que se prolongó diez segundos, cambió de inmediato el semblante del dueño, comentando con gesto adusto que jamás había llorado al aplicar alguna vacuna.
Le creo que jamás se haya quejado, le dije, las reacciones de las mascotas son impredecibles y diferentes, continuó apesadumbrado y más nervioso se puso cuando me dijo que estaba sangrando su perrita, inmediatamente tomé una torunda de algodón con agua oxigenada, apenas era perceptible, no era ni una gota de sangre lo que había resultado de la inyección.
Mientras le hacía el certificado de vacuna y ponía al corriente su carnet, la perrita se paseaba ya alegremente sin ninguna cojera. Continuó diciendo lo a disgusto y preocupado que se encontraba, incluso me preguntó, doctor, puedo ser sincero con usted, se lo agradecería, contesté, no me agradó la forma en que vacunó a mi perrita, fue una mala aplicación donde sufrió mucho.
Durante el transcurso de los años, he aprendido que en esos momentos, solo hay que escuchar y en ningún momento contradecir al cliente, pasan por momentos de gran aflicción.
Nunca fue irrespetuoso, su queja fue con propiedad y preocupación. Sabía que iba agregar más leña a la lumbre pero era mi obligación decirle; aunque ahorita no presenta alguna claudicación, puede ser posible que dentro de un rato lo haga, durante unos minutos o hasta horas, cuando son cachorros hay ciertas reacciones como fiebre y postración, me puede hablar para administrar un analgésico, no creo sea el caso de su mascota.
Así que todavía puede ser peor, no es posible doctor, me decía al borde de la desesperación. Su padre es veterinario, coméntale mi proceder y si no está de acuerdo, con gusto no le cobraré mis servicios, no doctor, no se trata de eso y no lo haría jamás, me di cuenta que trataba con un caballero. Y fue cuando le pregunté, ahora puedo ser sincero con usted, por favor doctor.
Es cierto que cometemos errores, pero en este caso, fue una reacción completamente normal a un pequeño trauma con una aguja que le causó dolor, son seres vivos que sienten, aunque algunas mascotas no lo manifiesten.
Comprendo su malestar, pero tenga la seguridad y la confianza que su perrita fue inyectada con una jeringa adecuada y estéril, en una zona donde no involucramos al hueso, un nervio o vaso sanguíneo importante, con una vacuna vigente, y lo más importante delante de usted.
Llevo cuarenta y dos años atendiendo mascotas y sobre todo, interrelacionando con sus dueños, excelentes personas, inteligentes, observadores, profesionistas la mayoría, médicos y colegas, nada reservados, con mucho amor a los animales, todos especiales, y ninguno había reclamado por el llanto de su mascota al vacunarla.
No me siento culpable, pero sí decepcionado al no dejarlo satisfecho con mis servicios, puedo asegurar en este caso, que el trauma fue más doloroso para el dueño que a su mascota, un caso especial, que tal vez lo pueda comentar en un futuro.
Me di cuenta que su semblante cambió quedando intrigado. En mis ratos libres escribo, precisamente sobre anécdotas que he vivido con las mascotas en los años de mi profesión. Donde escribe doctor, y los dueños están de acuerdo, preguntaba con mucho interés, ellos no lo saben, menciono otro nombre, así como el de la mascota, en ocasiones pasan semanas o meses para publicarlos, algunos clientes son lectores asiduos y se llegan a reconocer, y les agrada la amenidad de la nota, publicándose los domingos en el periódico el siglo desde hace veinticinco años.
Doctor vivo en la ciudad de México, lo puedo leer por internet, claro que sí, con un semblante muy diferente se dirigió a la puerta sin mostrar el mayor interés por su perrita adolorida, si llega a publicar el caso de "Pita", le puede dejar su nombre, me dijo despidiéndose con una enorme y agradable sonrisa.