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Vibremos positivo

¿Qué vamos a meter en la mochila de nuestros hijos?

LUCY HOP.-

Hace unos días platicaba con una terapeuta que trabaja en nuestro centro terapéutico LEV, especializada en niños y adolescentes, acerca del estrés que estas personitas están manejando en este momento, entre pandemia, redes sociales y los temas propios de la edad.

El encierro y la poca sociabilización ha pasado una factura muy grande a los niños que justo cuando su instinto les pide a gritos andar en bola con otros niños, se tuvieron que quedar en sus casas, pegados a sus papás, viendo pantallas mucho más tiempo del saludable, tratando de entender algo de lo que la maestra decía y en la mayoría de los casos, deprimiéndose, desenganchándose y muy probablemente, yéndose para abajo. No creo que haya UNA sola persona en el mundo que no esté aunque sea un poquito deprimida, bajoneada, apachurrada, desmotivada, pónganle el nombre que quieran, pero este año y medio nos ha pegado a todos de alguna u otra forma, por más que hayamos aprendido cosas, por más que a otras generaciones les hayan tocado cosas peores, por más que nuestro lugar sea privilegiado.

Y ahora que por fin regresan a la escuela llega un nuevo estrés a pegarles en la cara, el estrés de volverse a presentar al mundo; A desenvolverse. A socializar. A relacionarse o a hablar enfrente de su salón y volverse a conectar con los demás en persona, sin filtros, sin textos, sin fotos. En vivo. Nuestros hijos cambiaron. Sus cuerpos cambiaron. Su manera de relacionarse con ellos y con los demás cambió. Crecieron encerrados en sus cuartos y eso, al encontrarse nuevamente con los demás no solo va a ser un shock, sino también un enorme motivo de estrés porque en este mundo en donde las apariencias son tan importantes, todos aquellos que hayan subido de peso van a ser brutalmente señalados, igual que los que hayan bajado de más, crecido demasiado o tengan cualquier tipo de condición mental un poco más aguda que los demás.

Este regreso a la vida cotidiana llena de angustia a nuestros hijos: ¿Cómo los van a recibir los demás?, ¿Cómo les van a contar que sus papás se divorciaron, que se quedaron sin chamba y ya no les alcanza para lo que antes alcanzaba, que se tuvieron que cambiar de escuela o de casa? ¿Cómo le dices "yo me sigo cuidando y no voy a fiestas" sin que te digan que eres un teto? O "mi papá se murió", o "mis abuelos", ¿Cómo te representas al mundo después de que el mundo nos revolcó y nos cambió a todos estos últimos meses?, ¿Cómo explicas tus pérdidas, tus dolores?

Creo papás y mamás, que además de asegurarnos de que en su mochila lleven gel, tapabocas de repuesto y todas las instrucciones y material necesario para esta nueva etapa de regreso a la escuela, lo que más nos tiene que preocupar ¡y ocupar! Es llenarles su cabeza y su corazón de empatía. ¿Qué quiere decir eso?: Aprender a ponerse sistemáticamente en el lugar del otro y a callarse la boca antes de opinar. Asegurémonos que en su cabeza lleven el suficiente sentido común para entender que regresar va a implicar retos para unos, que para otros ni siquiera se nos ocurriría que puedan existir. Pero que para todos va a ser difícil de alguna manera. Enseñemos y aprendamos a no andar opinando por convivir y a tener presente que la otra persona tuvo que pelear muchas batallas que tú no conoces y que, muy probablemente, le duelen.

Y todavía mejor: a ser la persona que ayuda a la persona que la pasa mal a pasarla mejor, a incluirla si es nueva en la escuela porque se tuvo que salir de la otra, a no juzgar, a no discriminar y por favor, a callarle la boca al que haga las bromas, al que se burla, al que ofende y al que sencillamente no entiende lo hiriente que sus palabras disfrazadas de chistes pueden llegar a ser. Propongo que empecemos como siempre, haciéndolo nosotros: callándonos la boca y siendo tantito más asertivos con las otras personas que nos empecemos a topar en el camino porque no sabemos qué vivió cada uno… quién perdió su chamba, a un pariente, a su familia, a su pareja, su casa, su salud mental… no sabemos realmente todo lo que cada uno pasó pero sí tenemos que saber que todos ¡absolutamente todos! De una u otra manera, o de todas, la hemos pasado de la patada estos meses y que absolutamente todos necesitamos sentirnos bienvenidos y reconfortados.

Así que por favor, si no tienen nada bonito que decir, no lo digan, limítense a recordar que el otro, ese que te es tan fácil juzgar por cómo se ve o cómo se comporta, probablemente la pasó peor que tú. Enséñale a tus hijos a hacer lo mismo en lugar de andar amarrando navajas y crucificando gente. Que este año escolar, como sea que venga, sirva para que todos aprendamos a ser mejores personas y que el horror que pasamos haya servido para algo.

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