La mediocridad ha sido el sello del primer mes de las campañas políticas presidenciales. Los tres candidatos con mayores posibilidades de alcanzar el triunfo el próximo dos de julio, han mantenido un bajo perfil de propuesta y una estrategia que privilegia las declaraciones “sensacionalistas”, que no obstante, escándalos y tragedias han eclipsado en estos primeros días de proselitismo oficial.
Según la encuesta realizada por la Asociación de Editores de los Estados y publicada ayer por El Siglo de Torreón, el escenario desde hace meses prácticamente no ha cambiado: Andrés Manuel López Obrador, de la Alianza por el Bien de Todos, continúa en la punta con el 42.8 por ciento de la intención del voto; le sigue Felipe Calderón Hinojosa, del Partido Acción Nacional, con el 35.7 por ciento; y en tercer lugar permanece Roberto Madrazo Pintado, de la Alianza por México, con el 20.4 por ciento.
Esta ventaja podría ser la razón por la que el ex jefe de Gobierno del Distrito Federal cuida tanto sus pasos en la carrera por alcanzar la Presidencia de la República; parece que quiere evitar hasta el menor riesgo posible, ya que un movimiento en falso podría costarle muchos votos. “Intenta nadar de muertito”, dicen por ahí.
En cuanto al ex secretario de Energía, el empuje observado poco antes de iniciar su campaña y en los primeros días de ésta, comienza a ser ya un recuerdo. No ha logrado mantener el ritmo y las ganas no le alcanzan para acercarse más al perredista. “Se está desinflando”, se escucha con insistencia.
Acerca del ex presidente del Comité Ejecutivo Nacional del PRI, no son pocas las voces que hablan de la resignación a la derrota. Y es que, hay que reconocerlo, le ha ido mal al abanderado verde-tricolor: la anticampaña del magisterio, los abucheos y rechiflas en Hidalgo, el desaire a los empresarios, el abandono de la coalición por parte de Bernardo de la Garza, entre otras cosas, han afectado su imagen y nublado cada vez más la posibilidad de triunfo. “Ya piensa en 2012”, se atreven a murmurar.
Esta situación está convirtiendo a las campañas en asuntos de segundo orden, en el que los actores principales no han logrado abandonar el amplio espectro de grises donde se mueven. Sus propuestas han sido, en general, simples y han obviado los cómos. Sus discursos resultan poco sustanciosos. Los electores indecisos, quienes son los que deciden las elecciones, esperan que el debate levante las campañas y obligue a los contendientes a mostrar proyectos viables, si es que los tienen. Mientras, la indiferencia prevalece.
La reciente tragedia de los 65 mineros de San Juan de Sabinas, Coahuila, y el escándalo de la conspiración del empresario maquilador Kamel Nacif Borge y el gobernador de Puebla, Mario Marín Torres, para afectar a la escritora y periodista Lydia Cacho, además de haber mandado las noticias de los candidatos a las páginas interiores de los periódicos, y en los noticiarios de radio y TV a la zaga de los reportes, dan una muestra de los temas que hoy a los ciudadanos en verdad preocupan y ocupan: la injusticia social, la pobreza, la corrupción y la impunidad; es decir, problemas que son parte de la dura realidad cotidiana que padecen muchos mexicanos.
Realidad, por cierto, a la que el triunfador de los comicios se enfrentará a partir del primero de diciembre, y para la cual, ninguno de los aspirantes ha propuesto una solución digna de considerarse.
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