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Cambio de efemérides nacionales

JUAN ANTONIO GARCÍA VILLA

El dato es poco conocido, pero cierto. O por mejor decir, ambos datos. Uno, el relativo a la fecha de inicio del movimiento insurgente que culminó once años después en la Independencia política de la Nueva España, hoy México. Y el otro, el día en que se tenía programado el levantamiento. Por cuanto hace al primero, la mayoría de la gente no sabe con exactitud si fue el 15 o el 16 de septiembre.

Hay sin duda confusión generalizada en torno al tema. En realidad tal fecha fue el domingo 16 de septiembre de 1810, al alba; no la víspera, es decir, el día 15, ya muy noche, como muchos se han empeñado en hacer creer.

Más aún: pocos saben que en los años posteriores a 1821, el año en que finalmente se alcanzó la Independencia, la celebración, los festejos y todo eso que tanto nos gusta a los mexicanos, tenían lugar también en septiembre, pero no el 15 ni el 16 sino el 27. ¿Por qué? Muy sencillo: en razón de que en el ánimo popular, después de más de una década de turbulencias y desasosiego, seguramente quedó más grabada la fecha, el 27 de septiembre de 1821, en que todo terminó al obtenerse la Independencia nacional, y no el día y mes -16 de septiembre--, tal vez para entonces ya más alejados de la memoria popular, en la que el movimiento dio inicio.

Durante muchos años pues, la Independencia nacional se conmemoró el 27 de septiembre. Pero luego, todavía en el siglo XIX, las efemérides se movieron. Se tomó como referencia histórica ya no la fecha de terminación sino la del comienzo del movimiento, acaso porque se consideró más importante éste que su culminación.

En el supuesto de que así sea, ¿entonces por qué lo del día 15? Ah, pues porque el 15 de septiembre era el día del santo y cumpleaños del general Porfirio Díaz, el hombre fuerte del país durante más de tres décadas. Y como dictador, se sentía dueño de la nación, en buena medida como igual sucede ahora. Entonces le pareció a Porfirio Díaz lo más natural ligar su nombre a la fecha patria más relevante. Así de sencillo.

Algún historiador ha sugerido por ahí que el cambio en el calendario patrio, que incluyó también la jornada del día 15 de septiembre como parte de las efemérides de Independencia, no obedeció al propósito de adular a don Porfirio -o autoelogiarse éste- sino para que el 16 de septiembre no interfiriera al coincidir con la fecha de inicio de uno de los períodos de sesiones del Congreso, que la Constitución establecía fuera precisamente el 16 de septiembre. Esta peregrina tesis -que ahora sólo enuncio, pero de la que no me ocupo- no resiste un análisis serio.

Pues bien, si lo anterior es desconocido por la generalidad de los mexicanos, más aún lo es que la fecha inicialmente escogida por los insurgentes para empezar el levantamiento no era el domingo 16 de septiembre de 1810. El inicio fue planeado para que tuviera lugar el 1 de octubre de ese año, según lo indica José Ma. Luis Mora en su libro México y sus revoluciones, publicado en 1836; y el 1 de noviembre, de acuerdo a la versión de Fray Servando Teresa de Mier. Lo que sucedió fue que al ser descubierta la conspiración, los acontecimientos tuvieron que precipitarse.

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Escrito en: Editorial Juan Antonio García Villa

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