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Talento beisbolero de La Laguna

La Peña Beisbolero

JUAN ANTONIO GARCÍA VILLA

En medio de enorme expectación de los aficionados laguneros al beisbol, el 14 de enero de 1956 visitaron la región los señores Tuffie Hassman y Ken Penner, scouts de los Cardenales de San Luis, quienes vinieron en busca de peloteros locales con posibilidades de incursionar en las Grandes Ligas.

Es probable que su interés haya obedecido a que dos años antes un mexicano, Beto Ávila, había alcanzado el título de bateo de la Liga Americana, jugando para los Indios de Cleveland, con promedio de .341.

Las pruebas a los potenciales prospectos laguneros se llevaron a cabo en el Estadio de la Revolución, en la fecha ya mencionada, de lo que dio amplia cuenta la prensa local.

Les produjo magnífica impresión a los buscadores el talento de los siguientes jóvenes: Alfonso Guerrero, de la dinastía de los “Zacatillo”, quien luego se tituló de médico oftalmólogo, Ricardo Castillo, Antonio “Perico” González y Juan Castañeda.

Hicieron también acto de presencia en aquella ocasión peloteros que ya entonces eran estelares en la Liga Mayor de La Laguna como Hilario “El Cuadrado” Peña, José Luis Casas, Miguel Contreras y Manuel Machado. 

La Laguna ha dado al beisbol mexicano magníficos peloteros. Imposible mencionar aquí a todos los que se han significado en la práctica profesional de este bello y exacto deporte. Pero van los nombres de quienes muy merecidamente ocupan un lugar en el Salón de la Fama del Beisbol Mexicano, con indicación entre paréntesis de su año de entronización:

De Torreón: Guillermo “Memo” Garibay (1977), Jesús “Chanquilón” Díaz (1979) y José “Zacatillo” Guerrero (1989); de Gómez Palacio: Manuel “Moro” Chávez (1987) y Juan Navarrete (1998); de Tlahualilo: Leonardo “Leo” Rodríguez (1980) y Moisés “Moi” Camacho” (1986), de Matamoros Horacio Piña (1988) y de San Pedro de las Colonias Carlos Soto Mota (2007).

No nacidos en la región pero laguneros por los cuatro costados, concretamente de Torreón: Jorge “Charolito” Orta (1996) y Eduardo “Lalo” Orvañanos (1980), en su calidad de cronista beisbolero. Y alguien que en mi opinión también debería ser miembro del salón de los inmortales del beisbol mexicano: Felipe “Burro” Hernández, de Tlahualilo.

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