En el momento que llegas al mundo, un ser nuevo que no tienen ninguna justificación de su existencia está allí. Él vive y manifiesta cotidianamente su originalidad. ¿A qué o a quién debe su existir?
Con la mirada de la fe, cada nacimiento postula la existencia de un ser supremo. ¿No es él el que nos ha querido, elegido, deseado? Nuestros padres no nos inventaron. Ellos lo saben mejor que nadie. Nos han transmitido el patrimonio genético de una línea de ancestros, eso es ya un regalo fabuloso, pero ellos no nos han inventado. Han elegido tener un hijo, pero no nos han elegido a nosotros. No son nuestros creadores, sino nuestros procreadores… Gracias al correo nos llegan cartas, pero no es el correo quien ha escrito el mensaje.
A veces llegamos al planeta como un pelo en la sopa. "¡Mamá se equivocó en las cuentas! ¡Papá no tuvo cuidado!" ¿Dónde está el artista? Busca más allá, detrás de cada vida, hay alguien que no conocemos. Cada corazón que late reclama una presencia divina. Una lámpara sagrada ilumina todo rostro humano. "Eres tú quien me ha formado y me ha tejido en el vientre de mi madre… Tú creaste las delicadas partes internas de mi cuerpo y me entretejiste en el vientre de mi madre. ¡Te alabo porque soy una creación admirable! ¡Tus obras son maravillosas, y esto lo sé muy bien!"(Salmo 139,13-14).
Entramos a la vida como si ella estuviese en deuda con nosotros, cuando en realidad todo es un milagro. Yo existo, tú existes; somos seres libres, autónomos, únicos, irremplazables. Cada rostro es una ventana al infinito. Dios está ahí. Él, antes que cualquier otra cosa, es quien funda la extraordinaria dignidad de cada ser humano. Debajo de cada cuna podemos leer: "Él me ha elegido en Él, desde antes de la creación del mundo" (Ef. 1).
Me gusta la llamada "marca de agua". Una hoja de papel blanca revelas su origen cuando se ve a contraluz. Así es nuestra vida: simple comedia o maravillosa aventura según sepamos reconocer o no la presencia invisible.
Al principio tus eras tú. Un "tú" que no fue inventado. Tú no lo has querido, no lo has decidido, no lo has pedido. Tú viniste de otro lugar. ¿De dónde? La decisión de vivir que te precipita desde tu primer grito hacia la leche materna está inscrita en tu programa genético. Un instinto vital te conduce a lanzarte sobre todo aquello que pueda favorecer tu crecimiento. ¿Quién invento este instinto?
La vida es un regalo. Decir: programa, regalo, es evocar un Compositor, Alguien que pone en escena una obra teatral, alguien que regala. ¿Quién? ¿De qué tela estamos hechos?
Somos los elegidos de una elección que nos sobrepasa. ¿A quién agradecerle haber sido elegidos? Es extraordinario hasta que punto dependo del totalmente Otro.
Somos de nuestros padres, pero estamos hechos de todos los elementos del universo; polvo de estrellas, pedazos de tierra, de luna y de mar. Pero es a fin de cuentas el creador del mundo quien ha formado al hombre. Al extremo del dedo de Adán, en el techo de la Capilla Sixtina, comienza el dedo del eterno. En lo más profundo de cada ser humano aparece su fuente y su raíz. No se trata de una certeza que se impone, sino de una convicción nacida de la fe.