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Las palabras tienen la palabra

La humadera es humareda

JUAN RECADERO.-

Como estudiante debo confesar que no fui muy brillante, o dicho de una manera más franca, nunca salí del nivel mediocre. La única materia que me gustaba y, más que gustarme, me apasionaba era la Gramática. El resultado es que me "tronaban" en matemáticas pero en español, nadie me daba la batalla.

No soy lingüista y la verdad es que nunca he deseado serlo. Las metonimias, los morfemas y las sinécdoques son cosas que "no se me dan muy bien". Respeto y admiro a quienes se dedican de lleno a la lingüística, mas yo concibo el lenguaje como la herramienta práctica por excelencia, y en nuestra vida cotidiana, los tecnicismos asustan a la gente y así no representan una ayuda eficiente para el que quiere mejorar su manera de hablar.

Por afición me adentré cada vez más en el tema de las palabras, pero cuando le decía a alguien: "Oye, no se dice humadera, lo correcto es humareda" el aludido hacía un gesto de "no estés fastidiando" y molesto replicaba: "Bueno, tú me entendiste ¿no?", clásica respuesta retrógrada que no dejaba de inhibirme y de evitar hacer señalamientos a la gente acerca de su manera de hablar.

Un día anoté los errores que a cada momento salen espontáneamente en boca de todos: de un señor que todos los días toma el camión en la esquina, de un maestro de escuela, de doña Agustinita, mi vecina, de un locutor de radio o de un ingeniero que tiene maestría y doctorado, mientras está dando una conferencia sobre mecánica de suelos y que a cada rato dice haiga, nadien y muchas otras "linduras".

"Estamos ahorita preparando una investigación…" Ahorita, prontito y cerquita son adverbios que usamos en diminutivo, indebidamente. ¿Por qué? Porque el adverbio es una forma invariable de la oración. No debe tener género, número ni persona; tampoco debe tener diminutivo, ni aumentativo. A ver, ¿por qué nunca decimos nuncota o siemprito?

"Por causa de un error involuntario dimos ayer una información equivocada…" ¡Pues qué bueno que fue involuntario!Porque, si hubiera sido intencional, entonces no sería un error sino una mala acción, un acto de flagrante "mala leche", para decirlo en términos agropecuarios.

La palabra diabetes es una que siempre me ha llamado la atención y que mucha gente dice diabetis. Encontré en el diccionario que la palabra diabetes, en su origen, se relaciona con las palabras sifón y compás.

Entonces entendí la relación entre sifón y compás por la semejanza que hay entre estos dos objetos y la figura de una persona haciendo pipí. ¡Qué cosas!

Soy Don Juan Recaredo… compártame sus dudas y comentarios.

ME PREGUNTA Juana María Reyes: ¿Cuál es la diferencia entre un ósculo y un beso?

LE RESPONDO: Ninguna. Es lo mismo.

LAS PALABRAS TIENEN LA PALABRA: El aconsejar es un oficio tan común que lo usan muchos y lo saben hacer muy pocos.

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