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Dividir a México es la peor estrategia

Actitudes

JOSÉ SANTIAGO HEALY

El nivel de confrontación política y social que vive México es cada día más preocupante.

No pasa semana sin que salgan a relucir las espadas y los cuchillos desde Palacio Nacional en contra de otros poderes y sectores del país.

Esta semana el presidente López Obrador arremetió contra los magistrados del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación por la crisis imperante y la semana pasada censuró a los ministros de la Suprema Corte de Justicia por no apoyar la extensión de mandato de su presidente Arturo Zaldívar.

"Es lamentable que no quieran al presidente Arturo Zaldívar, quien quiere llevar a cabo una reforma en el poder judicial… urge porque jueces, magistrados, ministros están echados a perder, hay excepciones honrosas, pero por lo general el poder central está podrido", sentenció el primer mandatario.

Si algo semejante declarara algún gobernador o un dirigente de un partido de oposición en contra de los funcionarios del poder ejecutivo, ya pueden ustedes imaginar la reacción visceral que irrumpiría desde la conferencia mañanera.

De retrógrados, fifís y conservadores serían tildados quienes osaran atacar a la casta morenista.

A las anteriores embestidas hay que añadir las descalificaciones diarias e intensas en contra de los periodistas y los dueños de los medios de comunicación, además de los empresarios, dirigentes de organismos autónomos, al consejo del Instituto Nacional Electoral y a todo ente que López Obrador no pueda controlar a su antojo.

No recordamos en los últimos cincuenta años un enfrentamiento de tal naturaleza entre el presidente mexicano y amplios sectores de la sociedad mexicana.

En tiempo del presidente Luis Echeverría surgieron enconos muy localizados como sucedió con la expropiación de tierras en el Valle del Yaqui que levantó una amplia oposición entre los sectores productivos y el gobierno federal.

Peor todavía sucedió con la nacionalización de la banca que decretó el presidente José López Portillo el primero de septiembre de 1982, junto al devastador control de cambios.

Sin embargo, tales acciones ocurrieron en el ocaso de ambos gobiernos y de alguna manera fueron enmendadas en los años posteriores.

En esta ocasión se iniciaron desde el primer día de gobierno de AMLO y no se han detenido, por el contrario en algunos casos se han incrementado como ha sucedido con los ataques a los medios de comunicación y a los regímenes neoliberales.

Este constante choque provocará tarde o temprano fisuras que podrían generar una crisis social y económica de dimensiones incalculables. López Obrador no ha querido entender que gobernar dividiendo a sectores y sociedad es una estrategia equivocada y además muy riesgosa.

Claro al menos que se pretenda llegar al extremo de Venezuela, Cuba o Nicaragua, en donde el plan fue desestabilizar a dichos países, provocar el éxodo de capitales, personas y empresas, y quedarse al mando de una nación empobrecida pero sumisa y fácil de controlar.

Cuesta trabajar pensar que en México pueda ocurrir lo anterior, pero tampoco parece irrealizable cuando vemos la ineficiencia, tozudez y el autoritarismo del régimen actual.

CUATRO MEDALLITAS

No es para mofarse del desempeño de la delegación olímpica mexicana, pero es imposible negar que obtener cuatro medallitas de bronce con un total de 162 atletas, resultó decepcionante para el pueblo de México.

Hubo muchos cuartos lugares, pero ninguna medalla de plata ni de oro como en tiempos pasados.

Será necesario y urgente reorganizar una vez más al deporte mexicano y comenzar con la destitución de sus actuales dirigentes, queda claro que ganar una medalla olímpica no otorga en automático la capacidad y talento para dirigir un organismo complejo como la Comisión Nacional del Deporte (Conade).

Ana Gabriela Guevara levantó amplias expectativas, pronosticó diez medallas para México y apenas cuatro se consiguieron y de bronce, deja en evidencia la ineficacia de la 4T.

Una de las acciones claves para que los atletas mexicanos triunfen es apoyarlos en sus lugares de origen: en su escuela, universidad o centro deportivo, proporcionarles ahí todo lo necesario para su desarrollo y olvidarnos del nocivo centralismo que tanto agrada a los dirigentes y políticos. Habrá que esperar la pronta renuncia de Ana Gabriela Guevara, tuvo la oportunidad y el apoyo oficial y lamentable no cumplió con el encargo.

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