Vienen días cortos y difíciles, aun cuando parezcan eternos. Los marcalo previsto y lo imprevisto, resumiéndolos en sentido real y figurado la temporada de huracanes.
El sexenio ha entrado en una encrucijada: la pandemia amaga de nuevo, los recursos no alcanzan, la economía afronta riesgos, los programas y las obras no cuajan en la forma y la velocidad deseada, el tiempo se agota y la expectativa generadareclama resultados.
Quizá, por eso el presidente de la República insiste en llevar a la cartelera dichos, acciones y actos de relumbrón, ansioso porque su escándalo, atractivo y espectacularidad le permitan ensanchar el margen de maniobra y desvanezcan la posibilidad de advertir el peligro de un colapso.
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Aun cuando el mandatario aún se planta en escena como amo y señor de la agenda nacional y desafía con no importa qué asunto a quienes reconoce como adversarios, ya no es lo antes.
Cada vez es más notoria una actitud reactiva, no proactiva y, además, una cierta desesperación e irritabilidad. Incluso el sentido del humor ha girado hacia expresiones de jactancia o ardor. La risa natural, ahora, es sardónica.
Los desplantes ya no reflejan fortaleza, sino angustia y exasperación. La enorme variedad y el pronto agotamiento de los temas puestos en la palestra revelan que la comunicación presidencial ya no arroja réditos, sino contradicciones, titubeos o reveses.
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Ejemplos de lo anterior sobran. La desorbitada defensa de la candidatura de Félix Salgado Macedonio recaló en la postulación de una Juanita, el distanciamiento con las feministas, la pérdida de votos dentro y fuera de Guerrero y la división dentro de Morena. El mantener amás de un fusible quemado ha provocado cortos circuitos. El asedio al instituto electoral antes, durante y después de los comicios vacuna a ese órgano contra cualquier reforma y, ahora, con la fractura del tribunal, perfila una crisis del sistema. La descalificación de las clases medias restó en vez de sumar simpatías.
La precipitación del juego sucesorio distrae y divide a los presidenciables justo cuando se precisa de su actuación conjunta.El desabasto, primero, de gasolina; luego, de medicinas; y, ahora, de gas exhibe falta de dominio y control sobre las variables de un problema. La idea de incorporar la Guardia Nacional al Ejército obliga a preguntar para qué se rehabilitó entonces a la Secretaría de Seguridad y si ésta desaparecerá de nuevo. El señalar quién es quién en las mentiras ha derivado en el lanzamiento de un bumerán.
Y el impulso de la consulta popular para enjuiciar a los exmandatarios, diciendo estar en contra y a favor del punto final ante el pasado para, luego, llamar a votar sin poner el ejemplo y, en el remate, festejar el resultado sin consecuencia e increpar a los organizadores… es la cereza de un pastel relleno de contradicción e incongruencia. El plebiscito no enalteció la consulta, la trivializó, destinando recursos que podrían ser vacunas.
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En ese marco, instar ahora a la oposición a llamar a la ciudadanía para solicitar la revocación del mandato presidencial cuando ni siquiera hay el reglamento, suena no a sustantivar, sino a banalizar otro valioso e importante instrumento de participación ciudadana y a buscar un pretexto de larga duración para ocultar los días cortos y difíciles por venir: la temporada de huracanes.
Carece de sentido animar ese ejercicio que, de arrojar el resultado contrario al pretendido por el mandatario --la revocación, en vez de la ratificación--, metería al país en una crisis descomunal, siendo que el paisaje político y económico pinta un horizonte complicado, determinante no sólo del curso y el final del sexenio, sino también del juego sucesorio.
¿Cuáles son los días por venir? El reinicio de clases presenciales en las escuelas, cuando la tercer ola pandémica --que, desde ahora inquieta-- dejará ver su cresta. El arranque de la próxima legislatura con una nueva correlación de fuerzas y un grueso portafolios de pendientes, tales como las reformas relacionadas con lo electoral, laenergía y la seguridad. El tercer informe de gobierno sin el amparo de los resultados esperados. La presentación del presupuesto en un campo minado. El curso de la reforma judicial, contaminada por la ampliación del mandato del ministro presidente.
Luego, se convoque o no a determinar la revocación del mandato presidencial en marzo, vendrán las elecciones en Tamaulipas, Quintana Roo, Oaxaca, Hidalgo, Durango y Aguascalientes, cuyas precampañas arrancarán en enero y en las cuales participarán los partidos-partidos.
A lo largo de esos meses también habrá redefinirse la relación con Estados Unidos que hoy presenta focos de tensión en el ámbito migratorio, comercial, diplomático, criminal, sanitario, ambiental, energético, laboral... Cuestión de leer la columna "Vienen conflictos con EU" de Enrique Quintana, del pasado 28 de julio. Asuntos a los cuales se añade la interesante demanda presentada por la cancillería mexicana en Estados Unidos contra los fabricantes y distribuidores de armas que tienen al crimen por cliente distinguido. Tensiones que, en un descuido, podrían llevar a un desencuentro capaz de afectar la recuperación económica de México.
Vendrán también los otros huracanes.
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Conforme pasan los días se piérde la oportunidad de rectificar y se refuerza, increíblemente, el afán presidencial de seguir haciendo lo mismo en busca de un resultado mejor y distinto al obtenido hasta ahora. Tal es la impresión y, ante ella, lo único deseable es que, estando en puerta la temporada de huracanes, no se agregue la tentación de jugar ahora con la revocación del mandato.
El peligro de un colapso no se podría ya descartar.
[email protected] @SobreavisoO
Vienen los huracanes, advirtiendo el peligro de un colapso. Se habrán de encarar asuntos determinantes en medio de la tempestad. Ni caso jugar ni distraer con la revocación del mandato.
