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La niña Ximena

No hagas cosas buenas...

ENRIQUE IRAZOQUI

Hace unas semanas en una reunión de planeación y apertura en la redacción de un medio de comunicación regional se discutían con la naturalidad de la habitual dinámica de esta clase de juntas los temas publicados, el seguimiento de los mismos, la oferta informativa, la de competencia y la agenda que se propondría para ese día entre los periodistas presentes.

Aunque la mecánica era la habitual, el debate tenía que ser de mayor altura, puesto que en la mesa estaba presente un experimentado profesional de la materia de origen andaluz de nombre Francisco Flores.

Así entonces, con el devenir de los asuntos periodísticos y que pasarían por el tamiz de las políticas éticas del medio en cuestión, surgió el tema del suicidio. Para el señor Flores, en España está zanjada la discusión; simplemente allá no se publican este tipo de hechos.

Y no se publican, según el propio Francisco, porque es una forma de respeto hacia los deudos de la persona que se acaba de quitar la vida, pero particularmente porque supuestamente está demostrado que la socialización o publicación de los suicidios solo contribuye a que otras personas se alienten a tomar esta fatal ruta, por lo tanto, categóricamente, dijo Francisco, en la madre patria no se publican y punto. Claro que siempre hay excepciones y, en el caso español, hace pocos años una hermana de la reina Letizia, esposa del rey Felipe VI, había escapado por la puerta falsa. La notoriedad de la relación filial de la mujer fallecida con la familia real española era un elemento que forzaba a la excepción de la norma no escrita de sencillamente no publicar este tipo de sucesos, por lo que la nota fue publicada en su momento.

Por supuesto que en el periodismo no hay normas absolutas, tal como sucede con la moral, por ejemplo. Lo que aquí es aceptable quizá en otra latitud no lo sea y viceversa. En ese tenor siguió el debate de si en México, y en el medio en específico donde se celebraba el debate, era prudente y acertado adoptar la postura de la prensa ibérica de soslayar en sus espacios este tipo de asuntos.

Hubo posturas encontradas: hay quienes pensaron que lo mejor era allanarse a la política española sobre el tema; otros tantos sostuvieron lo contrario sencillamente porque los suicidios generan morbo y por lo tanto se presume que rating, además de que dan por hecho que los competidores seguirán explotando este tipo de notas, por lo que hasta por necesidad no se puede quedar uno fuera.

Otros tantos propusieron soluciones intermedias: si el suicidio ocurre en un domicilio particular o en una propiedad privada, no debe ser publicado. En cambio, si este sucede en la vía pública y genera movilización de gente alrededor del lugar donde sucedieron los hechos, sí debe ser nota. Evidentemente si algún famoso se quita la vida también será público el hecho.

Todo esto viene a cuento por la terrible noticia que se suscitó antier en la ciudad de Gómez Palacio, Durango. Una pequeña de nombre Ximena se colgó con una de las cuerdas que había en el patio de su casa habilitada como tendedero. La hermana mayor de la fallecida en un momento salió al patio y encontró a su hermana menor pendiendo, por lo que con horror llamó a la madre de ambas, quien ante el dantesco escenario hizo, según los reportes periodísticos, todo lo posible para auxiliar a su hija, quien ya desfallecida fue trasladada por el taxi de un vecino al hospital para tratar de hacer algo. La tragedia ya se había ceñido.

Si en un principio de esta pieza el tema era el debate de publicar o no los suicidios, el terrible hecho de antier, de la muerte de Ximena, de 10 años, por esta funesta vía, quizá por desgracia dé la razón de que como sociedad tenemos que hacer mucho más para combatir a esta terrible tendencia que es el suicidio. Los medios por supuesto deben hacer su parte, pero más que todo la sociedad entera tenemos que tomar acciones para contener en lo posible que más personas crean que la única solución es acabar con su propia vida. La muerte de la niña Ximena nos debe alertar si queremos bajar la incidencia al menos de este mal o, por lo menos, evitar que otro niño decida matarse; tenemos que actuar todos con más firmeza.

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