Las fronteras en el mundo están cambiando rápidamente. Las regiones fronterizas enfrentan cada vez más retos a consecuencia de las tensiones y los conflictos interestatales, la migración internacional, la transformación sin precedente de las comunicaciones, el incremento de los intercambios comerciales y la ampliación de las actividades criminales transnacionales. En México, debemos dejar de pensar en una sola frontera, la del norte con los Estados Unidos. Urge considerar nuestras fronteras al sur. En noviembre de 1993 acompañé a la Subsecretaria Rosario Green a hacer un recorrido en helicóptero de la frontera con Guatemala y Belice. Conocí después la línea y las principales poblaciones fronterizas. El embajador Luis Wybo Alfaro, propulsor de una Dirección General de Fronteras en la Secretaría de Relaciones Exteriores, había sugerido hacer ese recorrido, entre otras acciones, para conocer la geografía y poder trabajar sobre las realidades en el terreno, a fin de promover una visión integral de ambas fronteras para incorporar sus necesidades a los programas de cooperación, reforzando la labor fundamental de colaboración que realizan las Comisiones Internacionales de Límites y Aguas que México mantiene con ambos países.
En contraste con aquellos años, el gobierno mexicano ha decidido, en fechas recientes, privilegiar el control y las medidas de seguridad de sus fronteras terrestres, transfiriendo a las fuerzas armadas aquellas tareas que corresponden a las autoridades migratorias. Nuestro país solía ser un referente importante, como país en desarrollo, vecino y socio de la única superpotencia, al que se le reconocía por su papel constructivo en los foros multilaterales, donde ejercía un liderazgo sobre temas de migración a nivel regional y global, dando prioridad a la cooperación. Ese papel ha cambiado. El gobierno actual antepone el bienestar en las poblaciones fronterizas por lo que ha extendido las reducciones de impuestos, que ya existían en la zona limítrofe con EU, a la frontera sur. A partir de enero de este año, el IVA pasó del 16% al 8% y el impuesto sobre la renta, del 30% al 20%. El municipio de Chetumal regresó a ser una zona libre de impuestos y aranceles.
En mi opinión se equivocan quienes piensan que la globalización ha diluido las fronteras internacionales. Por el contrario, han cobrado mayor relevancia, por ser delimitaciones territoriales o demarcaciones no exentas de problemas que establecen distancias de separación y proximidad. Las fronteras funcionan porque se construyen y administran elementos materiales, normativos o simbólicos que permiten establecer sistemas de administración, control y defensa de un territorio, regulando flujos de personas, vehículos e intercambio de mercancías, siendo referencias soberanas sobre territorios delimitados mediante el establecimiento institucional de cruces, puentes, puertos, puntos de revisión, filtros sanitarios y aduanas. En sus fronteras, México ha comenzado a desplegar, también, drones y mecanismos de visión nocturna para realizar la vigilancia en zonas y regiones de difícil acceso, identificadas como rutas de internación de migrantes, traficantes de drogas y personas, polleros y contrabandistas.
La frontera sur de México ha cambiado con el despliegue de la Guardia Nacional, bajo el imperativo de resguardar y «poner orden» en esta frontera con vastas extensiones abiertas, a la que decenas de miles de migrantes continúan llegando, a pesar de los operativos de contención migratoria, quienes vienen huyendo, arrastrando situaciones de conflicto. Sus narrativas están marcadas por la incomprensión, la marginación, la violencia y la desesperación.
La frontera sur se extiende a lo largo de 1,149 kilómetros por los estados de Chiapas, Tabasco, Campeche y Quintana Roo, los cuales colindan con Guatemala y Belice. La línea fronteriza entre México y Guatemala tiene una extensión de 962 kilómetros, con una geografía marcada por selvas, ríos, volcanes y montañas, de los cuales 654 kilómetros corresponden a Chiapas, estado que se distingue por la pobreza y marginación de una mayoría de su población, la diversidad étnica y cultural, la biodiversidad, el patrimonio natural, cultural y arqueológico, así como por intensos flujos migratorios irregulares de muchos años. La región más dinámica en términos de actividad económica y de movilidad poblacional en la frontera sur es la del Soconusco, en la parte más septentrional de Chiapas, la cual conforma un espacio fronterizo común con la región occidental de Guatemala, con los departamentos de San Marcos y Huehuetenango.
La frontera sur está delimitada por una línea quebrada que se extiende 1,138 kilómetros, de los cuales 962 colindan con Guatemala a partir del Tratado de Límites de 1882 y 176 kilómetros con Belice, de acuerdo con los arreglos alcanzados con la Gran Bretaña en 1893. El territorio que atraviesa esta línea abarca 21 municipios con una superficie de 84.511,14 km2, habiendo 16 en Chiapas, 2 en Campeche, 2 en Tabasco y uno en Quintana Roo. Pero una cabal comprensión de nuestras fronteras al sur requiere agregar otros municipios de Quintana Roo, incluso de Yucatán, estados orientados hacia el Caribe, una frontera emergente. Los habitantes del sur sureste de México conforman un heterogéneo conglomerado humano, con una vasta riqueza lingüística y una experiencia socio cultural muy diversificada. Al otro lado de la línea, en los municipios guatemaltecos, se habla maya, quekchí, chuj, mam, kanjobal e ixil, las lenguas indígenas con el mayor número de hablantes. En el territorio fronterizo mexicano, el mosaico lingüístico incluye el maya yucateco, chol, tzeltal, tzotzil, zoque, mame, tojolabal y chontal. En el distrito de Corozal se habla castellano, inglés, maya, creole, una variante del flamenco que hablan los menonitas y el chino mandarín.
@JAlvarezFuentes
