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Una buena y las de siempre

A la ciudadanía

MANUEL VALENCIA CASTRO

Sin más preámbulo nos vamos directo a la buena: en días pasados recibimos la agradable noticia de que el Congreso del Estado de Durango aprobó la declaratoria de una nueva área natural protegida para la región, se trata de las Sierras El Sarnoso y La India, con una superficie mayor a las 45 mil hectáreas. La génesis de este proyecto ocurre hace ya algunos años, cuando la entonces directora de Ecología de Gómez Palacio Ma. del Refugio Loya inició la gestión de los recursos para realizar El Estudio Técnico Justificativo (ETJ), documento base para la declaratoria. Es en este ETJ en el que se consigna la importancia ecológica de los ecosistemas vecinos del monumento pétreo del Sarnoso, que se extienden por una gran superficie de la Sierra de la India que reúne territorios de los municipios de Lerdo, Mapimí y Gómez Palacio, Dgo.

Es importante reconocer a los funcionarios públicos que intervinieron desde el principio hasta la declaratoria, ya que, por lo general, les tiembla la mano cuando se trata de un asunto ambiental, como es el caso de la conservación de una parte del territorio. Vaya una felicitación para ellos, para la comunidad conservacionista y para el público en general, por esta nueva área natural protegida de categoría estatal, por lo que esperemos se le asigne la atención y los fondos suficientes para que no sea un espacio protegido de papel.

En las de siempre quisiera recordar que la escasez de agua que actualmente se padece en muchos sectores de la zona metropolitana se debe, por un lado, a la pésima distribución social del agua, ya que alrededor más del 90 % del total de agua disponible en forma natural y los volúmenes excedentes a esta oferta derivados de la sobreexplotación de los acuíferos en la Comarca Lagunera, se utiliza en la producción de cultivos y sólo un 6% en el uso doméstico y público.

Por otro lado, la fuente de agua que desde siempre se ha destinado al consumo humano y doméstico en la región, el agua subterránea, cuyo uso desmedido ha rebasado la capacidad del sistema de recarga o recuperación, convirtiendo un elemento esencialmente sostenible en insostenible. Oficialmente se dice que en 30 a 40 años no habrá más agua subterránea en la región, yo pienso que el sistema ya no puede más, que llegó ya a su punto de inflexión, esto es, a un punto de no retorno o irreversible.

El sistema de producción de leche regional es el principal beneficiario de los volúmenes de agua excedentes que se obtiene del acuífero, dicho sistema, no obstante, no expresa en sus costos, el costo ambiental de tales aprovechamientos. ¿Quién paga estos costos ambientales? El proyecto Agua Saludable para La Laguna que pretende realizarse entre 2021 y 2023 está usando y usará recursos públicos para llevarse a cabo, esto sin considerar las externalidades que provoca el uso insostenible de este recurso, como es el daño a la salud que sufren las personas que aún ingieren agua de la llave (hidroarsenicismo), y ahora el claro desabasto que se padece durante la temporada calurosa que cada años se presenta e incrementa la demanda de agua.

Al parecer los grandes usuarios de agua tampoco realizan aportaciones significativas al proyecto Irritila, con el cual se pretende recuperar el bosque en la parte alta de la cuenca del río Nazas, a pesar de que son quienes mayores volúmenes concentran. Lo justo es que las aportaciones económicas se realicen proporcionalmente a los volúmenes utilizados.

Si bien estamos de acuerdo en que se resuelva el abasto de agua y se mejore la calidad de la misma, pensamos que se deberían instrumentar alternativas eficaces para resolver la causa del problema: el desbalance hidráulico entre la extracción (1088 hectómetros cúbicos) y la recarga (538 Hm3) provocado por la sobreexplotación. Se han intentado alternativas tecnológicas que lejos de aliviar el problema lo ha agravado, tal es el caso de la tecnificación del riego agrícola que se instrumentó durante mucho tiempo como alternativa central para reducir la sobreexplotación del acuífero, sin embargo, el ahorro que se pretendía dejar en el acuífero, se extrajo y se destinó a ampliar las superficies de cultivo. Dicha tecnificación fue subsidiada también con dinero público, lo cual, como escribí en alguna ocasión en esta misma columna, se interpreta como un financiamiento de la sobreexplotación del acuífero principal.

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