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¿Atole con el dedo?

Sin lugar a dudas

PATRICIO DE LA FUENTE
"Todas las cosas fingidas caen como flores marchitas, porque ninguna simulación puede durar largo tiempo".— Cicerón

Hace un par de días, Paco Calderón publicó una caricatura socarrona, espléndida, gancho al hígado para un gobernante hipersensible e intolerante con quienes se atreven a disentir. Seguramente dicho cartón incomodó a muchos, especialmente a quienes perciben al colaborador de Reforma como una figura de derecha y "al servicio del maldito neoliberalismo y los perversos conservadores".

Quizá la caricatura será motivo de comentarios en la nueva sección de la mañanera, que tiene verificativo los miércoles, donde una señorita de voz temblorosa que haría palidecer a Francisco Franco y a Julio Scherer estará adoctrinándonos sobre cómo debe conducirse la incómoda prensa. Ya veremos, pero si la caricatura molestó, pues mala tarde. A eso y más se exponen quienes participan en lo público.

Encontré la caricatura de Paco en Twitter, hoguera de vanidades, y terminé botado de risa. Nuestra circunstancia, trágica, también merece abordarse desde el humor. Sin él, seguramente ya habríamos extraviado la sensatez o abrazado la locura. Por ello, ante la pequeñez de muchos de nuestros gobernantes también se vale llorar o reír de igual forma.

Paco Calderón dibujó una jarra, desbordante de atole. Lleva el logo de Morena, esa entelequia que más que partido político funge como el "úsese y tírese" a merced del presidente. También, Calderón trazó una mano, embarrada en el mismo líquido, que parece querer repartir a diestra y siniestra a quienes se dejen. "Atole con el dedo", lleva por título. Plasma tanto el juego de la sucesión presidencial como la proclividad del actual mandatario a distraernos con minucias ante la falta de resultados. 

Calderón, de trazo particular e inimitable, hace tiempo alcanzó su madurez y plenitud como monero. Al igual que ocurre con los pintores, quienes a menudo empiezan siendo copistas o se inspiran en otras corrientes y estilos antes de definir su propia identidad, a Calderón debe reconocérsele por tener un estilo propio, maduro y altamente reconocible. Picasso, antes del cubismo, transitó por el periodo azul.

Sin importar afinidades políticas, moneros de izquierda y derecha han conseguido, con algunos trazos y pinceladas, cimbrar a la opinión pública, poner a temblar a distintos Gobiernos y retratar lo peor y lo mejor de la condición humana. En 1968, el irrepetible Abel Quezada logró plasmar el luto nacional del 2 de octubre en un cartón, con fondo negro, que hacía una sola pregunta: "¿por qué?".

Ese porqué fue el que gran parte de la prensa, por temor a un gobierno represivo, no se atrevió a formular a nombre de millones de mexicanos que no entendían el horror de masacrar estudiantes y vulnerar la autonomía universitaria so pretexto de las obsesiones y delirio de persecución tanto de Gustavo Díaz como de su secretario de Gobernación, un gran simulador llamado Luis Echeverría.

Sería imposible abordar a todos los moneros y el debido respeto que merece el arte de la caricatura política. Cito a Calderón porque me topé con su dibujo y recordé que el análisis de la sucesión presidencial en México ha merecido decenas de páginas en la prensa y alimentado a los ociosos de café.

¿López Obrador adelanta el juego sucesorio? ¿Con qué objetivo? Vale la pena analizarse a profundidad.

Para juegos sucesorios, los de Adolfo Ruiz Cortines, ilustre veracruzano, afecto a las formas y a jugar dominó. Cuando algunos sectores del partido fueron a preguntarle si él sería el candidato, don Adolfo, de entonces 62 años, les dijo que pronto pasaría a mejor vida. Aquel grupo salió pensando que Ruiz Cortines seguramente pronto moriría, sin advertir que la mejor vida a la que se refería el veracruzano era la presidencia de la república.

Hace algunas semanas, el presidente López Obrador mencionó con gran afecto a Adolfo López Mateos, quizá el mandatario más querido, popular y carismático que tuvo México en la segunda mitad del siglo veinte. Al rendir protesta como presidente, López Mateos se dirigió a Humberto Romero, su secretario particular, girándole la primera instrucción: "Humberto, te encargo a Gustavito".

Sí, desde el primer día, Adolfo López Mateos ya había decidido que su sucesor sería Gustavo Díaz Ordaz. Por ello, la caricatura de Paco Calderón es significativa.

¿Atole con el dedo?

¿Qué tan parecidos serán López Mateos y López Obrador?

¿Niño y niña de mis ojos, respectivamente?

Twitter @patoloquasto

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