
Amor por La Laguna. Disley Rodríguez encontró su hogar en la región lagunera, donde disfruta del teatro y la danza. (EL SIGLO DE TORREÓN / Jesús Galindo)
Desde un café ubicado en la zona de Plaza Mayor, Disley Rodríguez narra su acercamiento a la danza y por consecuencia su inmersión al arte teatral. Detrás de ella, la transparencia del cristal muestra la fachada del Teatro Isauro Martínez, el cual, comenta, es muy parecido a los teatros coloniales de La Habana, en su natal Cuba.
Y es que la capital cubana conforma una urbe que aspira y exhala cultura en cada una de sus calles. Esa misma esencia se refleja en las expresiones del rostro de Disley, dibujadas cada que refiere al oficio capaz de alimentar su cuerpo y espíritu.
"Viví en el mundo de la danza desde los tres años, creo menos. Antes de empezar a caminar ya estaba en los salones. Entonces siempre tuve un contacto muy cercano con lo que es la danza y el teatro en general porque mi tía, quien me arrastra a este medio, es maestra de ballet de la escuela formadora para los alumnos entre los 10 y 15 años, que se llama educación elemental en Cuba, para lo que es el sistema profesional".
Disley se empapó así de arte escénico, en las funciones que el oleaje cultural transportaba a la costa cubana. La artista residía entonces en el barrio de San Miguel del Padrón, a 20 minutos del centro de La Habana, donde se encuentra la Escuela Elemental de Ballet Alejo Carpentier, su primera casa de estudio.
Esto remite precisamente a un diálogo que el periodista Ramón Chao tuvo con Alejo Carpentier, donde el autor cubano compartió que "si bien es cierto que la vida de la mayoría de los hombres no tiene argumento, esa vida está compuesta de una serie de pequeñas novelas, tan perfectamente construidas como las piezas de un teatro ejemplar". Desde muy temprano, Disley Rodríguez tenía claro que quería entregar su vida a los escenarios y a la formación de artistas.
Tras llegar a la juventud, se enlistó en la educación superior en la Escuela Nacional de Arte de Cuba. Así obtuvo un detallado conocimiento de la morfología y movimiento de su cuerpo, aunque antes tuvo que surfear las dudas de su propia familia.
"Siempre decimos en Cuba 'en casa del herrero cuchillo de palo'. Entonces mi tía, como sabía que esto era una carrera de mucho esfuerzo y de tener que estar día a día en el trabajo y en la escuela, ella no quería que yo bailara, quería que yo hiciera otra cosa. En la escuela destaqué mucho siempre por la escritura y la lectura, ganaba concursos de ese tipo y ella siempre pensó que me iba a ir por ese lado, pero a mí lo que me apasionaba era la danza".
ARRIBO A LA LAGUNA
Disley logró graduarse y recibió una oferta de trabajo en Guayaquil, Ecuador, para trabajar como maestra en la única escuela de danza de esa ciudad, lugar donde pudo retomar también el teatro.
Después de dedicar esfuerzos para crear espacios culturales en la costa ecuatoriana, la artista recibió el llamado de Sara Collier, quien en 2012 la invitó laborar como maestra en la Academia Corpus Danza de Torreón. Sara había conocido en Monterrey a un excompañero de Disley y así fue cómo surgió el contacto.
La cubana fue recibida en La laguna por tolvaneras y la calidez del gremio artístico, pero también es cierto que llegó en una época de oscuridad e incertidumbre debido a la violencia que se vivió. Aunque Disley afirma que para ella no fue una situación nueva, pues Guayaquil también se había vuelto un lugar peligroso por el aumento de robos y secuestros.
Así, Corpus Danza fue la institución que la arropó en la región, en un desierto desconocido que, aunque el primer año se tornó inhóspito, pronto le otorgaría significados para su vida profesional y personal. Desde hace casi una década, Disley ha compartido sus conocimientos en ballet a sus pequeñas alumnas laguneras. Su entrega y disposición en los ensayos ha sido tal que tres de ellas (Marian Saldaña, Bárbara Martínez Campa y Romina Martínez) acaban de regresar de Florida, donde participaron en la Wolrd Ballet Competition (WBC) de Orlando y obtuvieron varios reconocimientos.
Si bien la danza es motor de vida, para la maestra Disley es más importante mostrarle a sus pupilos el ser humano que habita en el interior de cada uno.
COLECTIVO TABLARTE
En sociedad con Claudia Monárrez, especialista en teatro musical, Disley Rodríguez fundó el Colectivo Tablarte en Torreón, con la finalidad de abordar problemáticas sociales y crear conciencia por medio de la práctica teatral.
El primer proyecto de este colectivo se gestó en 2019, en el marco del Día Internacional de la Mujer, con la obra Ufana. Se trató de un performance acompañado de video mapping, realizado en el Canal de la Perla por encargo de Mónica Fernández.
Luego se gestó la obra Del otro lado del espejo, con guion de Disley Rodríguez y dirección de Claudia Monárrez. Su dramaturgiza abordó las historias reales de cinco mujeres laguneras, quienes habían experimentado alguna forma de machismo en su vida. La obra fue estrenada en el Teatro Dolores del Río de la Casa de la Cultura de Gómez Palacio.
Mientras tanto, la obra infantil Querido Santa, fue resultado de un taller gratuito que sirvió para acercar el teatro hacia los niños y niñas de zonas vulnerables en Torreón.
La próxima función del Colectivo Tablarte se realizará este jueves 8 de julio en punto de las 20:00 horas sobre el escenario de Plan B Estudio-Teatro. Se trata de la obra El seminarista, dirigida por Rodríguez y Monárrez, con actuaciones de Zahul Domínguez y Julio César Martínez.
"A Torreón le tengo mucho amor, es la ciudad donde encontré un amor gigantesco, a mí esposo, donde han nacido mis hijos. Esta ciudad me embrujó el corazón. Estoy enamorada del talento que hay aquí. Tengo un gran compromiso con esta ciudad, creo que ese compromiso, tanto en la danza como en el teatro, es lo que inspira cada día a levantarme", concluyó.