En los últimos dieciocho meses, las empresas en La Laguna - como en todo el mundo- debieron ajustarse a las condiciones impuestas por la pandemia del COVID-19. Lo urgente, en este caso, se priorizó por encima de cualquier otra consideración en las organizaciones. Las características de esta crisis obligaron, además, a cumplir con las directrices oficiales que separaron las actividades calificadas como esenciales de aquellas otras no clasificadas así. En términos generales, las consecuencias inmediatas fueron desastrosas para las muy pequeñas y pequeñas empresas; sumamente difíciles para las medianas y de compleja reorganización para las grandes.
En este contexto, la agenda pública del sector empresarial de la región estuvo dominada por acciones encaminadas a sumar recursos para atender la emergencia de modo solidario. Luego de que se ha ido sosteniendo el denominado semáforo epidemiológico en verde, según criterios de autoridades, gran parte de las actividades económicas han retornado, aunque no alcancen todavía niveles prepandémicos. A través de sus vocerías gremiales, las empresas de la región han regresado a manifestarse en temas sobre los cuales tradicionalmente han externado sus puntos de vista, independientemente de lo bien informado que estén o no al respecto.
Precisamente como consecuencia de la pandemia, varias empresas han tenido como aprendizaje que deben estar mejor preparadas para crisis de este tipo, pero también para adaptar sus modelos de negocio. En este contexto, hay aspectos propios de las organizaciones empresariales que son abordados de manera cotidiana por los organismos gremiales y las universidades en otras regiones del país, particularmente en las de mayor actividad productiva, donde la institucionalización en las empresas ha sido clave en su desempeño y resultados y que pudieran ser replicados hasta convertirlas en prácticas habituales de la agenda empresarial en La Laguna a través de sus cámaras y gremios.
La solidez económica de una región depende de varios factores. Uno de ellos, sin duda, es la institucionalización empresarial, es decir, la estructura de gobierno, procesos y mecanismos de gestión que se entrecruza para un mejor desempeño de las organizaciones. Hay estudios que demuestran cómo regiones con empresas con un grado alto de institucionalización son más resilientes ante crisis y más sostenibles en su desempeño. Agregaría valor a la región lagunera, en términos de resiliencia y sostenibilidad económica, si las empresas locales normalizaran en sus prácticas, tanto al interior de las organizaciones como en sus espacios de representación y asociación, la institucionalización en ámbitos como el gobierno corporativo, la estrategia y visión corporativas, la excelencia operativa y financiera, la gestión de los riesgos y, con especial relevancia, la gestión del talento.
Es común pensar que estos temas son propios de la actividad interna de cada empresa y, en efecto, lo es en la medida en que cada una se organiza como le conviene para llevar adelante su modelo de negocio. No obstante, la institucionalización empresarial es un componente del ecosistema de negocios y de empresa que pueden volver más o menos atractiva a una región para nuevos socios e inversionistas. Los diversos documentos de mejores prácticas empresariales enfatizan elementos de institucionalización empresarial como incentivo para la inversión y asociación.
El impulso a un ecosistema regional de institucionalización empresarial podría ser parte de la agenda pública tanto de gremios y cámaras empresariales, como de los gobiernos y universidades. Al final del día se trata de fortalecer la unidad básica de la actividad productiva, es decir, la empresa, y también de robustecer el ecosistema regional productivo para volverlo más fuerte frente a los diversos riesgos y más sostenible en un entorno de limitaciones, competencia y nuevos competidores.
@EdgarSalinasU
