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La deuda internacional y la función estratégica de las PyMES

JULIO FAESLER

Los informes más recientes dicen que la deuda exterior de México ha crecido en los dos años y medio de la administración actual. A tal grado es su incremento que ya supera a la que acumuló Enrique Peña Nieto durante su sexenio.

En efecto, a 30 meses de la administración de la Cuarta Transformación, el gobierno de López Obrador ha sumado préstamos pedidos al Banco Mundial por un total de 3 mil 855 millones de dólares. Durante toda la administración de Enrique Peña Nieto, los créditos contraídos fueron de 2 mil 331 millones de dólares. Es decir, hoy hemos pedido prestado mil 524 millones más que la pasada administración y eso que aún estamos a la mitad del camino para que termine este sexenio. A parte, se ha solicitado otra línea de crédito para Pemex de ocho mil millones de dólares, más 16 mil millones que se añaden al costo de la cancelación del NAIM.

En mayo de 2021 la deuda alcanzó la suma de 228 mil 600 millones de dólares, la más alta de la historia. El porcentaje del PIB es de alrededor del 52 %, ciertamente inferior a los datos para Estados Unidos que supera el 100 % o los de la mayoría de los europeos que en algunos casos llegan a mucho más.

La relación entre el monto de la deuda exterior y el PIB, al lado de otros índices como el signo positivo o negativo de nuestro comercio exterior o del volumen de remesas llegadas de nuestros connacionales en el exterior, no aluden a otro criterio para sentir la salud de una economía nacional.

Para medir el verdadero estado de salud económica de un país es necesario medir su "metabolismo económico", en otras palabras, la eficiencia con que transforma en productos y servicios los recursos de que dispone, es decir, su población trabajadora, la riqueza, extensión y ubicación de su territorio en el mundo lo cual revela la cuantía y valor de su producción y, al final de cuentas, el grado de desarrollo socioeconómico.

Es aquí donde la evaluación de México en términos de su eficiencia o "metabolismo" económico arroja un signo deficiente ya que aun contando con una amplia reserva de mano de obra y vastos recursos naturales de toda índole, sigue importando productos y servicios que puede abastecer con calidad internacional en los mercados nacional y extranjero.

En efecto, desde hace muchas décadas hemos mal usado y desperdiciado los vastos recursos naturales mientras que cientos de miles de conciudadanos han emigrado en busca de empleos y mejores condiciones de vida que deberían de haber encontrado aquí.

Independientemente de cualquier explicación de lo anterior, la economía mexicana está baldada por no aprovechar sus recursos productivos particularmente el laboral. El contenido nacional de nuestras ventas al exterior es particularmente bajo, según algunos ni siquiera es del 30 %. Realizar el gran potencial productivo encerrado en las Pymes es imprescindible.

El muy repetido argumento de que hay que impulsar las "cadenas de valor" para insertarnos en los esquemas mundiales de producción omite la obviedad de que para que tal inserción tenga sentido y sea provechosa, por lo que tiene que hacerse con productos mexicanos, no importados.

La etapa actual de presiones sociales en México como la de un mundo cada vez más compactado, llama a que echemos a andar todos los engranajes de la producción disponibles para responder a las demandas populares de empleo y oportunidad surtir los mercados foráneos integrándonos a dichas cadenas internacionales de producción.

El momento es ideal. Siendo socios del T-MEC y el que una preponderante parte de nuestra exportación se dirige al mercado norteamericano tenemos un privilegiado acceso al mercado del T-MEC si se cumplen los mínimos de "contenido regional" que se requiere.

Lejos de restricciones esa condición es un estímulo inmejorable para convertir a las PyMES en las cadenas de valor como proveedoras de los insumos y componentes para nuestras empresas armadoras y maquiladoras que exportan. Actualmente el 70% de lo que importamos lo constituyen "bienes intermedios", gran parte de los cuales se pueden cultivar, fabricar u ofrecer en forma de servicios con mano de obra mexicana.

Las PyMES deben ser orientadas a producir los insumos y componentes que importamos con lo que se remediaría una parte muy significativa de nuestra debilidad económica, mientras que se prosigue con mayor énfasis en la cruzada oficial contra la corrupción. Ambos propósitos se complementan y la sustitución de importaciones que se lograría activando las PyMES, reducirían la carga de importaciones y de paso aliviarían la necesidad que la administración actual tiene de superar a sus antecesoras de endeudarse más de lo conveniente.

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