Columnas Social columnas editoriales SOCIALES

LA COLUMNA DEL PERRO

VOY A DESPERTAR A LUISITO

M.V.Z. MIGUEL DÁVILA DÁVILA

Todos los días desde hace casi cuatro años mi trabajo era ladrarle a Luisito por la ventana, para que se levantara a tiempo para ira la escuela.

Yo no tengo reloj, ni mi concepto del tiempo es como el de las personas, pero calculaba la hora y todos los días le ladraba hasta hacerlo levantar. Después Luisito iba hacia la puerta de la cocina y me acariciaba un rato, yo me volvía loco de gusto y hacía la rutina de ladrar, que se repetía casi todos los días.

Tendría yo un mes pasado de edad cuando Luisito, junto con otros amigos andaban en bicicleta y casi me atropellan, se paró y me recogió, me llevó a su casa me dio agua y me dio de comer. Al llegar la noche, Luisito me escondió en el jardín de su casa, en una caja, pero como yo estaba en un lugar extraño y ya contaba con la naciente amistad de Luisito, me puse a llorar con todas mis fuerzas. Tanto lloré y ladré, que la mamá de Luisito asombrada con los ruidos que yo hacía, fue a investigar al jardín hasta que dio conmigo, que para ese tiempo, ya casi me liberaba por una rendija de la caja. Me vio y dijo "¿Qué es esto?", "¿Qué hace este perro tan feo aquí adentro?".

Mi aspecto dejaba mucho que desear, pues mi pelo era reseco y escaso, mis ojos tenían lagañas y para rematar tenía unos parásitos que se llaman garrapatas. Lo anterior se debía a que fui abandonado en la calle, y fui muy afortunado que Luisito me haya encontrado, pues de no ser así muy probablemente hubiera muerto atropellado, o me hubiera recogido la perrera municipal y me hubieran sacrificado.

Al otro día muy temprano la mamá de Luisito dijo: "Este perro mugroso hoy mismo se va de la casa", acto seguido Luisito se puso a llorar sin parar para convencer a su mamá de que me quedara, pero ella firme en su decisión, seguía repitiendo, se va de la casa. Su papá al ver que Luisito no paraba de llorar dijo: "Pues déjalo vieja", pero ella seguía firme diciendo que no. Media hora de llanto de Luisito, hablando a su mamá y yo para ayudar, le lamí los pies, acto seguido, me senté sobre ellos. Con eso tuvo, dijo "Bueno pero nada más por mientras, y ahora Luisito, apúrate ven para lavarte la cara y arreglarte, porque se te hace tarde para irte a la escuela".

Esa mañana, con asco la mamá de Luisito me colocó de nuevo en la caja, y con mucho valor me llevó con el veterinario, quien me baño, quitó las garrapatas, desparasitó y vacunó. "¿Qué raza es?" Le pregunto la mamá de Luisito al veterinario y esté le dijo: -Es un perro criollo, aunque se ve que tiene algo de pastor alemán. Yo orgullosamente ladré con gesto de afirmación.

Por la tarde Luisito junto con su mamá fueron a la clínica veterinaria a recogerme.

Así empezó una amistad que duro por varios años. La mamá de Luisito cambió mucho conmigo, me aprendió a querer y finalmente era ella quien la mayoría de las veces me servía mi comida, me daba agua limpia y de malas me recogía mi excremento.

Yo seguía ladrando para despertar a Luisito en las mañanas: Siquiera sirve de algo el perro, decía su mamá. Orgulloso de su comentario meneaba la cola y me sentaba en sus pies.

Luisito y yo crecimos rápido, aunque yo crecí más rápido que él, me ayudó mucho el alimento y los cuidados que me proporcionaron. Ocasionalmente Luisito y su hermano menor Jaimito, me sacaban a pasear con cadena y era tal mi fuerza y emoción que corría y casi los arrastraba.

A últimas fechas Luisito no me sacaba a pasear regularmente, y poco a poco se fueron espaciando cada vez más los paseos, hasta que un día su mamá le prohibió terminantemente a Luisito que me sacara a pasear recuerda le "dijo" Fue el doctor quien te prohibió cualquier tipo de esfuerzo. Yo observé a Luisito y su aspecto había desmejorado bastante, perdió peso, su piel se veía ceniza, tenía ojeras y ya no me dejaban ladrarle por las mañanas, pues dejó de ir a la escuela.

Poco tiempo después, Luisito ya no salía a jugar conmigo, y se limitaba a verme y hablarme a través de la ventana de su cuarto. A mí me parecía algo extraño, pues traía en su cara un cubre bocas, había perdido el cabello y su aspecto se desmejoraba cada vez más.

Aproximadamente un mes después, sentí de pronto un vuelco en el corazón y una sensación de vacío al mismo tiempo los papas de Luisito lloraban inconsolablemente junto con Jaimito, su hermano menor por un tiempo muy largo que a mí me pareció eterno.

Ya no volví a ver nunca más a Luisito, ni siquiera a través de la ventana. Los días transcurrieron de una manera muy lenta y la casa se notaba triste y sin ruidos.

Yo decidí hacer algo y empezar a ladrar y mover la cola, la mamá de Luisito junto con Jaimito, salieron a jugar conmigo al jardín me acariciaron y me platicaron.

Después de un rato la mamá volvió su cara hacia Jaimito y le dijo: "Ahora el perro es tuyo"; tú serás el nuevo dueño, estoy segura de que Luisito así lo hubiera querido. Y como siempre, yo asentí ante esta opinión tan acertada, moviendo la cola y sentándome en los pies de la mamá.

Ahora mi trabajo consiste en ladrarle a Jaimito para que se despierte y llegue temprano a la escuela, pero también le ladró a su papá cuando llega cansado del trabajo hasta, que va y me acaricia unos segundos y a la mamá ni se diga. Me siento ahora más comprometido al darles un poco más de alegría que antes. Sobre todo porque yo soy el puente de unión entre Luisito que ya se fue, y su familia que a pesar de todo tiene que seguir adelante.

Y ahora para terminar una gota de filosofía:

El éxito se levanta antes de que suene el despertador.

Leer más de Columnas Social

Escrito en: La columna del perro

Comentar esta noticia -

Noticias relacionadas

Siglo Plus

+ Más leídas de Columnas Social

LECTURAS ANTERIORES

Fotografías más vistas

Videos más vistos semana

Clasificados

ID: 1935293

YouTube Facebook Twitter Instagram TikTok

elsiglo.mx