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Los mensajes contradictorios de Estados Unidos sobre migración

JORGE RAMOS

El día en el que la vicepresidenta estadounidense, Kamala Harris, llegó a Guatemala y le dijo a los centroamericanos que pensaban migrar: "no vengan", miles de ellos cruzaron sin autorización la frontera de México hacia Estados Unidos.

Esto revela un claro problema, que acaso será uno de los mayores desafíos del gobierno de Joe Biden y su vicepresidenta: la manera de abordar la permanente crisis migratoria y las diferencias entre lo que dicen y lo que hacen.

Después de cuatro años de políticas crueles en la frontera con Donald Trump en la presidencia, ahora la Casa Blanca parece estar en una encrucijada: por un lado, envía un claro mensaje contrario a la migración y, por otro, comienza a recibir a más menores y familias en el país. Así, Estados Unidos está enviando dos mensajes al mismo tiempo que son contradictorios: no vengan y sí vengan.

Y los inmigrantes solo están escuchando uno. En mayo de este año fueron detenidas 180,034 personas que pretendía cruzar la frontera sur de Estados Unidos. La mayoría de ellas (el 62 por ciento) fueron deportadas de inmediato y regresadas a México bajo una ley de emergencia sanitaria. Pero otras se quedaron. La nueva política del gobierno de Biden es no deportar a los niños que cruzan solos la frontera. En mayo entraron 10,765 menores sin sus padres y en abril fueron 13,940. También, algunas familias se han quedado. Es un cambio radical respecto a la era Trump.

Este es el típico caso en que no hay que escuchar lo que dicen los políticos sino lo que hacen.

Durante su reciente viaje a Guatemala, Harris fue contundente. Y su "no vengan" a los centroamericanos fue muy criticado por venir de una hija de inmigrantes de la India y de Jamaica, y por contradecir lo que ella misma había dicho en la campaña electoral.

"Estoy en desacuerdo con cualquier política en la que Estados Unidos le dé la espalda a la gente que está huyendo del peligro", dijo Harris en 2019, cuando era aspiraba a la candidatura demócrata a la Casa Blanca. "Francamente va en contra de todo lo que creemos. Así que yo no aplicaría ninguna ley que rechaza a la gente sin darle una oportunidad de un tener un proceso justo de asilo o como refugiado".

Hoy Harris, como vicepresidenta, ha tenido que salir a defender los intereses del gobierno que representa, no su propio punto de vista. Pero habría que preguntarse: ¿Qué habría pasado si un político estadounidense le hubiera dicho a la madre de la India de Harris o a su padre de Jamaica que no vinieran a estudiar a Estados Unidos?

El caso de Harris no es el único. Cuando me quise ir de México a Estados Unidos nadie me dijo: "no vengas". Al contrario. Varios amigos estadounidenses me apoyaron. Esta es mi mini historia. A principios de los años ochenta, México era un país sumamente autoritario y represivo. No había democracia, el presidente era elegido por dedazo y había censura directa a los periodistas. Como un reportero inexperto y joven solo tenía dos opciones: me quedaba y luchaba por nuevos espacios (como tantos valientemente lo hicieron) o me iba. Y me fui. Por muchas razones.

Estados Unidos me abrió las puertas cuando más lo necesitaba. Y aquí estoy, como otros inmigrantes o hijos de inmigrantes. Además de mi caso y el de Harris, hay otro ejemplo en el gobierno de Biden: Alejandro Mayorkas, el secretario de Seguridad Nacional.

Mayorkas salió a defender las palabras de la vicepresidenta. "Fueron unas declaraciones cargadas de humanidad", dijo. "No vengan, es peligroso. La frontera no está abierta". nacido en La Habana, hijo de padre cubano y madre rumana con familiares que huyeron del nazismo en Europa. ¿Qué hubiera pasado si en esa época alguien le hubiera dicho a la familia Mayorkas que la frontera no estaba abierta?

La familia de la vicepresidenta Harris y del secretario Mayorkas, que ahora dicen que la frontera está cerrada, pudieron entrar legalmente a Estados Unidos. Y al hacerlo cambiaron la historia de este país: ella es la primera mujer y la primera persona negra en llegar a la vicepresidencia, y él es el primer latino en ese puesto.

Hay muchos niños centroamericanos que legítimamente se pueden preguntar: si ellos lo lograron, ¿por qué yo no? Es ese mantra tan estadounidense -que cualquier puede lograr lo que se proponga si hace un gran esfuerzo- el que choca con las políticas migratorias en la frontera.

Pero los inmigrantes centroamericanos -quienes son verdaderos expertos en las leyes migratorias de Estados Unidos y que se pasan semanas o meses planeando su entrada al país- han aprendido a leer entre líneas y no están escuchando las palabras de los políticos ni la contradicción entre sus historias personales y sus discursos desde el gobierno. Lo que están viendo es que niños y familias centroamericanas están cruzando la frontera y que a muchos no los están deportando. A muchos les están abriendo sus procesos de asilo y les dan refugio temporal.

Y por eso están cruzando en grandes números.

La actitud de muchos inmigrantes parece ser: Trump ya no está, vamos a tratar de cruzar ahora con Biden. Aunque sea peligroso. Aunque no sea autorizado. Por supuesto, lo ideal es que hubiera un proceso burocrático, efectivo y seguro, para hacer una solicitud de entrada desde tu país hacia Estados Unidos y así evitar a coyotes, robos y violaciones. Pero ese camino no existe. Y los políticos deberían dar menos discursos y ponerse a trabajar para crear una vía legal, ordenada para el país y segura para las personas. Eso sería lo "cargado de humanidad", como dice Mayorkas.

Para muchos hondureños, guatemaltecos y salvadoreños, es mucho más arriesgado quedarse en sus naciones que cruzar México y atravesar el río Bravo. Entiendo que el mensaje oficial del nuevo gobierno es "no vengan". Pero la historia de protección y esperanza de Estados Unidos hacia los que vienen huyendo de la violencia, las pandillas, la represión, el hambre y el cambio climático es mucho más poderosa.

Quizás lo mejor sería mirar nuestras propias historias para entender la migración. La mía me ha llevado a creer que las fronteras deberían ser más humanas. No me atrevo a decirle a nadie que no venga. Los políticos con poder y visibilidad podrían hacer lo mismo.

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Escrito en: Editorial Jorge Ramos

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