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La arbitrariedad como norma

JULIO FAESLER

Nos acercamos al 6 de junio y es clara la insensible arbitrariedad con que en los más de dos años de su gestión el presidente de la República trata a su país. Con el cuento de que estamos transformando a México todo se vale, nada se excluye.

En primer lugar romper el cerco de la economía capitalista y mercantil que heredó de los execrables regímenes neoliberales del pasado le obliga a romper todas las reglas, usos y costumbres que puedan real o imaginariamente asociarse con ese condenable antecedente. Armado de su visión del mundo, fuertemente influida por las lecciones de socialismo que escuchó en su más tierna adolescencia, el López Obrador, ahora investido con la autoridad que le dio el voto mayoritario se propuso instaurar aquí la sociedad ideal, igualitaria, ya liberada de los grilletes de la heredada corrupción. Se trata de realizar el sueño, que comparte con sus cofrades de izquierda, que ha inspirado centenares de inspirados ensayos desde la antigüedad como San Agustin, Thomas More o los sociólogos del Siglo XIX.

AMLO quiere agregar el suyo al de algunos gobiernos latinoamericanos. Para alimentar su narcisismo a diario alimenta sus versiones de la historia con datos y reminiscencias que más cuadran a su relato del momento.

Fundamentalista mañanero, desde el primer día de su mandato el presidente se tiró a fondo contra el estado "neoliberalista" de la historia mexicana antigua, excepto, desde luego el de Benito Juárez, héroe sin mancha.

La retrovisión es lo que, para sorpresa de los que esperaban propuestas para la actualidad, caracteriza la propuesta del presidente.

En lugar de proponer fórmulas que México necesita urgentemente para dinamizar los pasmados granajes de la economía, limita el apoyo financiero al sector de las pequeñas y medianas industrias que son los que más necesitan para retomar el ciclo vital de producción, empleo, y consumo y con ese paso dinamizar a la economía entera. No solo se trata de respetar las reglas del derecho y con ello hacer atractivo México a los inversionistas, se trata de seguir el camino de la sensatez económica que todos entienden y animan. Se trata de llevar al país a niveles antes no conocidas de ofrecer bienestar general que jamás se dará en el clima de desorden y confusión al que nos ha traído el proyecto que se tropieza una y otra vez en confusión e incertidumbre.

¿Habrá que repetir aquí la fastidiosa lista de proyectos controvertidos que llevarán al país a deudas y problemas tan graves o más que las del siglo XX?. El temor instintivo de AMLO a los estragos de una inflación descontrolada lo ha llevado hasta la exageración de negarse a apoyar a la pequeña y mediana producción. Su respeto a la autonomía del Banco de México se mantiene mientras el erario pueda sostener el alto costo de sus controvertidos proyectos icónicos. Los programas sociales dirigidos a las capas más empobrecidas están cargando hasta lo insostenible el presupuesto federal que además es el principal sostén de buena parte de las economías de las entidades estatales. Si no se estimula a la producción con apoyos oportunos como lo hacen países más adelantados, el problema de la quiebra de la administración de AMLO no encontrará otra solución que intentar obtener refuerzos de los instituciones internacionales como el Fondo Monetario Internacional o el Banco Mundial. En el muy plausible caso de que ellas no puedan o ya no quieran echarle más dinero a un país insolvente, no tendremos más recurso que atenernos, una vez más. a la caridad del tesoro norteamericano para un nuevo rescate. Un nuevo Consenso, no de Washington, sino de Churubusco como una derrota más que pudiera haberse evitado.

La quiebra del gobierno es evitable si Lopez Obrador aprende a tomar consejo de los que más saben. Los economistas más avanzados tienen que ser escuchados. Lo contrario sucede cuando nos enteramos que hasta el Gobernador del Banco de México es acusado por el Presidente de estar cerca de los satanizados neoliberales.

Al lado de la batalla de AMLO contra sus adversarios, está la que libra contra la gran corrupción que padecemos que ha drenado presupuestos y a diario encarece el desarrollo nacional favoreciendo a unos cuantos astronómicamente ricos.

Pero esta innegable meta sigue estancada mientras figuren entre los más cercanos personajes desacreditados que ocupan cargos de importancia en el gobierno de AMLO. Estando en función pública hay que escuchar y aprender de los sonidos de censura y no solo los arrullos del halago interesado. Es indispensable oír sonar el rió sin esperar a que llegue la corriente.

Como en administraciones anteriores que AMLO critica con tanta facilidad, el Talón de Aquiles de la administración de López Obrador está en sus amistades y familiares más cercanos y compromisos personales. Contrariando sus prédicas Andrés Manuel está ahuecando su sexenio tolerando la corrupción que solo señala en los adversarios. La lealtad del partido no garantiza honradez.

La decisión de instalarse su domicilio en Palacio Nacional conllevó la pesada carga, la de rescatar, honrar y respetar en ese antiguo edificio y la bandera que sobre él ondea, símbolos de unidad de todos los mexicanos frente a todo reto. No debería ser necesario enfatizar esto último.

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